Análisis de “La nueva izquierda en la era neoliberal” de Emir Sader
“Las referencias fundamentales para entender el mundo contemporáneo vienen de la hegemonía imperial norteamericana y del modelo neoliberal dominante. Ser de izquierda en la era neoliberal es luchar por un mundo multipolar y por la construcción de un modelo de superación del neoliberalismo, de un modelo posneoliberal” sentenció el periodista brasileño.
“El final de la Guerra Fría resultó en un mundo unipolar bajo la hegemonía imperial norteamericana, que ya no encontraba límites para ejercer su dominación. El tiempo de la pax americana es un tiempo de más guerras, que afectan la vida de gente de todos los continentes, de forma directa o indirecta. Es un tiempo de un poder que busca militarizar los conflictos para tratar de resolverlos por medio de la fuerza” puntualizó en sus descripciones.
Para él el neoliberalismo surge cuando las corporaciones alcanzaron el límite de crecimiento de su expansión capitalista. Es una lectura posible, pero lo que yo veo es la constitución de monopolios, la unificación de corporaciones, creando megacorporaciones, surgidas de la misma lógica imperial y de resolver los conflictos por medio de la fuerza.
Este nuevo escenario crea una suerte de segunda guerra fría, pero en este caso entre corporaciones. Las economías norteamericanas y chinas se baten por los mercados internacionales, las explotadoras de recursos naturales rusas se esfuerzan para poner el pie allí donde ya operan desde hace décadas las europeas y norteamericanas. Entran en este juego globalizado países emergentes que quieren disputar ese poder: Brasil, Sudáfrica, India.
La multipolaridad que describe Sader, de todos modos, no se refiere a estas enemistades corporativistas, se refiere a la correlación de fuerzas políticas y sociales. Pero éstas no pueden separarse de los poderes económicos. Meterlos en las disputas sociales y hacerlos partícipes necesarios del desarrollo de los conjuntos humanos es la aspiración de estos gobiernos reformistas que quisieran adoctrinar a empresariados que sólo aspiran a su propio beneficio.
“Después de las crisis de México en 1994, de Brasil en 1999 y de la Argentina en 2001/2002 –sus economías más grandes–, el fracaso del modelo neoliberal y las luchas de resistencia permitieron elegir gobiernos posneoliberales en Venezuela, Brasil, Argentina, Uruguay, Bolivia y Ecuador –gobiernos que siguen dirigiendo a sus países hasta hoy–“ explica el brasileño.
“Líderes como Hugo Chávez, Lula, Néstor Kirchner, Evo Morales, Rafael Correa pertenecen a esa nueva izquierda” continúa explicando en su artículo, describiéndolos como líderes que supieron interpretar esta lucha de fuerzas y la urgencia de resurgir de los pozos en los que había quedado el continente tras el tsunami neoliberal.
Otros países no pudieron darse esas “revoluciones” y quedaron subsumidos en los intereses de “divide y vencerás” de los imperios, que condenó a países como México, Perú y Colombia a guerras internas que impidieron la construcción de alternativas políticas. Paraguay y Chile tuvieron acercamientos a esta nueva doctrina sudamericanista pero sus tibiezas, tropiezos y debilidades los volvieron a dejar en manos de los poderes corporativistas globales.
La izquierda con la caída del muro de Berlín perdió su faro y se fue desmigajando hasta convertirse en neoliberales de primer orden y han llevado al socialismo a convertirse en Europa en el cretinismo máximo, fomentando la antipolítica desde el descrédito ideológico (que arengara Fukuyama) y la corrupción molusca de izquierdas y derechas llevaron a Europa a la encrucijada de repetir los ascensos fascistoides que agitan cruces en llamas y muestran el látigo como doctrina ideológica.
“Del fortalecimiento, constitución y la articulación entre los distintos sectores de la nueva izquierda –la izquierda del siglo XXI, la izquierda post neoliberal– depende la superación de la hegemonía imperial norteamericana y del modelo neoliberal” concluye su nota Emir Sader, donde además de los sudamericanos incluye la nueva simiente europea progresista que puede verse en Grecia y en España. Poco para una Europa estéril de rebeldía, más allá de las muestras de descontento surgidas en los 15M y los Occupy, herederos directos del movimiento altermondista y antiglobalización.
Agregaría que más allá de formas políticas y metas de gobierno, más allá de las prioridades de estos Ejecutivos populares y del fortalecimiento (aspiración, al menos) de la base social que pueda darles continuidad y sostén a los mismos; son necesarias victorias de renombre en la batalla cultural. Debemos seguir dando esa batalla incansablemente para que puedan dotarse de sentido, nuevamente, a palabras que parecían muertas en los discursos. Es así que hay que actuar en el presente, sabiendo que es condicionado por el pasado macabro, pero articulando un nuevo futuro que nos permita ir desprendiéndonos de los lastres.
Retomando la figura del adoctrinamiento de los empresariados autóctonos, yo diría que no sólo los gobiernos deben ponerles límites y seducirlos para que vayan en otra dirección, sino que las poblaciones deberían aplicar la severidad de denunciarles sus manejos monopolistas y demostrar en la práctica que se pueden dar respuestas ingeniosas que desarticulen la trampa en la que nos han convencido que estamos encerrados.
La compra comunitaria, sin intermediarios, la multiplicación de PYMES que puedan tener circuitos de distribución alternativos y a precios razonables desalentarían muchas maniobras abusivas de las que somos víctimas y a las que, de manera aislada, no podemos dar respuestas aleccionadoras. Sin duda, que ejemplos de acciones coordinadas e inteligentes hay muchas más, es hora de ponerlas en primer plano.