Por: Alfredo González Núñez*

12 de octubre de 1492: la fecha que cambió y detuvo el curso que, con integridad por la madre tierra, construían los pueblos indígenas de nuestra América. Desde entonces, todos en el mundo conocemos las terribles consecuencias de aquella llegada sobre quienes recibieron a los visitantes y, posteriormente, sus verdugos: saqueo, asesinatos, despojos, ultraje y exterminio; sobre los cuales hay amplia documentación.

Sin embargo, 528 años después, los indígenas qué hacemos; no somos culpables de aquellos hechos históricos que aún hoy nos siguen marcando con dolor, concentrados en discursos de culpabilidad y victimización, podrían pasar 500 años más y las heridas infligidas serán aún más profundas, lo que seguirá acabando y borrando los vestigios de la identidad y presencia étnica en nuestros territorios. Pero más grave aún, lacerando las entrañas de nuestra «pacha mama».

No hay nada que celebrar, pero si mucho que construir desde el reconocimiento de la diversidad multicultural y el respeto por nuestro planeta

528 años después, las heridas siguen abiertas

Foto: Aran Epieyu

La invitación es a pasar del discurso de victimas al constructo colectivo entre hermanos, a sanar las heridas profundas que, como pueblos originarios, llevamos en nuestras estructuras y sistemas; a reflexionar sobre el papel que estamos jugando en esta sociedad multicultural, a exigir desde el empoderamiento, ser  habitantes primigenios, protectores de la madre tierra y desde la identidad: nuestros espacios y Derechos Humanos desde la propuesta firme, clara y contundente, no desde la caridad y la dádiva de los estados y los poderes económicos apoderados de nuestra casa grande y sus riquezas. Es momento de alejar los discursos de odio divisionistas que a lo largo de más de cinco siglos han marcado brechas, desigualdades, exclusiones, pobreza y  racismo entre hermanos, mientras nuestra madre tierra sucumbe cada vez más ante el despojo, de la cual muchos hoy, incluso, somos cómplices.

Es necesario interpelar y hacer una revisión a lo interno de las causas, movimientos sociales y organizaciones indígenas que llevan nuestras banderas de reivindicación

Desde hoy comencemos a desmitificar desde nuestro lenguaje, la verdad sobre el 12 de octubre, dejemos de ser folcloristas con el tema de los pueblos indígenas, dejemos a un lado el etnocentrismo que tanto daño y exclusión están causando. No hay nada que celebrar, pero si mucho que construir desde el reconocimiento de la diversidad multicultural y el respeto por nuestro planeta. Es necesario interpelar y hacer una revisión a lo interno de las causas, movimientos sociales y organizaciones indígenas que llevan nuestras banderas de reivindicación. ¿Cuáles son sus motivos? ¿En que se ha avanzado? ¿Qué impactos internos observamos?  ¿Están realmente claros sobre la demanda de nuestras comunidades? ¿Qué alternativa presentan? ¿Cómo están siendo construidas las propuestas? ¿Cuál es el plan? ¿Es posible abrir el compás y diversificar estos movimientos hacia las bases de las comunidades? ¿Qué relación guardan con los estados y los grupos de poder económico? Sin duda es tiempo de buscar sanar las heridas desde la proactividad y la resiliencia social.

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  • Comunicador y Docente indígena Wayuu