Presentación
Si Piñera condensa en su persona, como lo señaláramos una vez —y en raras oportunidades sucede en la historia de la nación—, la esencia del modelo de economía social de mercado (monetarismo, neoliberalismo, convenio de Washington, como quiera llamársele), no tendría por qué el Director General de Carabineros de Chile Mario Alberto Rozas Córdova adolecer en la suya de los vicios y perplejidades de la institución a la que pertenece. Los gobiernos, al igual que los individuos, tienden a reproducir en la personalidad de quienes ejercen el mando (y viceversa) los rasgos del hábitat en donde se desenvuelven. Algunos aspectos de la cultura consisten, precisamente, en adoptar y reproducir esas formas de ser. Algunos lo hacen en medios donde abunda el dinero—hasta, incluso, bañándose allí (como el ‘tío rico Mac Pato’)—; otros, en medio del desprecio hacia la persona y la dignidad humana, también deleitándose en el ejercicio de su oficio o profesión. El ser humano, nos enseña la biología, no nació para sufrir sino para gozar de la vida, aunque algunos lo hagan para martirio de los demás. Porque para comprender el rol que desempeña el cuerpo policial hoy, al mando del ‘coronel’ Mario Rozas Córdova debemos recordar que, como nos lo enseña Freud, el placer no solamente se encuentra en el ejercicio del ‘Eros’ sino, también, en la práctica del ‘Tánatos’. Algo elemental para entender las perversiones.
Carácter militar de la policía uniformada
La moderna forma de actuar de la policía uniformada chilena encuentra su origen en las disposiciones de la mal llamada ‘Ley’ 18.961 de 07 de marzo de 1990’ o, también, ‘Ley Orgánica Constitucional de Carabineros de Chile’, cuyo artículo 1°, en su inciso 1°, dispone:
“Carabineros de Chile es una Institución policial técnica y de carácter militar, que integra la fuerza pública y existe para dar eficacia al derecho; su finalidad es garantizar y mantener el orden público y la seguridad pública interior en todo el territorio de la República y cumplir las demás funciones que le encomiendan la Constitución y la ley”i.
Este artículo no fue redactado por simple capricho de quienes iban a entregar el mando de la nación a Patricio Aylwin sino por otra razón. Carabineros de Chile, por su carácter eminentemente policial, no podía integrar una ‘Junta Militar’ de Gobierno sin ser parte integrante de las ‘Fuerzas Armadas’ como lo eran las restantes ramas de dichos institutos. La policía cumple un rol de cuidado. No de defensa. Era necesario ‘elevarlas’ de categoría, sacarlas de su ‘mezquino’ carácter policial y colocarlas en un nivel si no superior, al menos igual al de las otras. Los efectivos de las Fuerzas Armadas se avergüenzan realizando labores policiales. Por lo mismo, para elevar de rango a los Carabineros se requería concederles un carácter eminentemente ‘militar’. Por una parte. Por otra, para afianzar al Gobierno era necesario dotarlas de una estructura policial fuerte, agresiva, intimidante, a fin de conseguir administraciones estables y duraderas. Y eso lo da solamente una estructura policíaca militar.
El militar y sus ‘enemigos’
Militar no es otra cosa que pertenecer a un instituto armado. Y los institutos armados no existen sino para defender por la fuerza la unidad territorial sobre la cual el Estado ejerce su soberanía. La existencia de las Fuerzas Armadas está estrechamente vinculada, consecuentemente, a la defensa de un territorio y, consecuentemente, a la protección de sus nacionales ante cualquier ataque externo. Es la existencia de ese adversario, de ese agente externo que puede atentar contra la unidad territorial del Estado, lo que justifica su actuar. Es la existencia de ese ‘enemigo’ a quien es necesario exterminar o, al menos, disuadir ante cualquier intento de agresión. Es la razón, además, por la que los institutos armados se organizan de manera vertical y bajo una estricta unidad de mando. Es la razón, igualmente, por la que un grupo ha de mandar y otro debe obedecer estando impedido, bajo todo respecto, de deliberar. La deliberación podría ocasionar divisiones entre ellos y, por ende, la inevitable derrota ante fuerzas enemigas.
Las Fuerzas Armadas no existen para usar sus armas en contra de sus propios connacionales que son, en definitiva, familiares de sus propios efectivos; ni, tampoco, para resolver manu militari los problemas políticos del país. Este es el principio moral que ha de guiar el permanente actuar de las Fuerzas Armadas de una nación. En estricta teoría. De lo cual se deriva que todo ‘golpe militar’ es una violación al principio moral que justifica la existencia de los institutos armados. Son instrumentos organizados para matar al enemigo, al extranjero, no al nacional, y solamente lo hacen en el caso de existir un ataque al cuerpo constitutivo de la nación.
Sin embargo, durante la llamada Guerra Fría y como derivación de la fuerte influencia de Estados Unidos en la política latinoamericana, se creó la figura del ‘enemigo interno’, del ‘agente extranjero’, del ‘subversivo’ o del ‘antisistema’, en lo que se conoció como ‘Doctrina de Seguridad Nacional’, creada en la Academia de Guerra norteamericana y popularizada en la Escuela Superior de Guerra de Brasil con ideólogos como los generales Golbery Do Couto e Silva y Texeira Soares. Era la respuesta norteamericana al ‘enemigo’ internacional que era la Unión Soviética. Gran parte de la oficialidad que había sido educada en tales academias, hizo propios esos principios facilitando la proliferación de golpes militares en todo el continente. Fue la doctrina que aplicó constantemente Pinochet bajo su dictadura. Hoy, tal justificación no existe. A pesar de ello en países pequeños como Chile, algunos sectores pretenden encontrar, aún, ‘enemigos’ en Venezuela, China o Rusia. Desde el punto de vista teórico, todo ello no es más que justificación para un mejor control político de la nación. Algo que los institutos militares conocen a la perfección.
Las Fuerzas Armadas han sido creadas para dominar al adversario; también contienen ese rasgo las chilenas. Y, consecuentemente, la policía uniformada. Por ello se han estatuido en dos grandes segmentos sociales, lo que algunos analistas denominan ‘doble escalafón’, estando el primero constituido por quienes mandan, y el segundo, por quienes van a ser mandados. Las clases sociales están implícitas en esa estructura: arriba, oficiales que pueden ascender hasta el generalato; abajo, individuos que pueden hacerlo solamente hasta el grado de suboficial mayor. Las órdenes van de arriba hacia abajo; los del escalafón inferior, todos, sin excepción, deben obedecer. La estructura adoptada es piramidal y fuertemente jerarquizada. Si así no fuera, se estaría a merced del enemigo. Para actuar militarmente, se necesitan estamentos sociales que deben actuar ciegamente, sin reflexionar, sin pensar.
Semejante estructura, por supuesto que facilita el abuso y la discriminación. La historia de las tiranías se encuentra estrechamente vinculada a los excesos de quienes, en el carácter de tiranos, han gobernado las diversas formaciones sociales del planeta. Bajo una cultura esencialmente machista, el abuso de estos estamentos se ha dejado sentir fuertemente sobre las mujeres, de quienes pudo decir Niestche, en cierta oportunidad, que fueron creadas ‘para solaz del guerrero’ii. Por eso, esta estructura requiere de la dirección de individuos probos, de personas incapaces de cometer abusos, de una oficialidad ajena a la comisión de actos deshonestos o reprochables.
El carabinero y sus ‘enemigos’
Carabineros de Chile, organizada ya en la forma querida por la dictadura pinochetista como otra rama más de los institutos armados, necesitaba encontrar a su ‘enemigo’. Pero, como su ámbito de acción es la sociedad civil, la defensa del orden y seguridad de esa sociedad, es, precisamente, dentro de ella donde ha de encontrar a sus ‘enemigos’ para cuyo exterminio fueron organizadas. Y si es una población mayoritaria quien se manifiesta en contra de ese maldito orden y seguridad ciudadana impuesto por la autoridad, es la población toda, entera, el ‘enemigo’ al que es necesario aplastar, de acuerdo a las instrucciones que impartan quienes están sobre ellos, que son sus superiores.
Las reformas hechas a la Ley de Carabineros por las diversas administraciones que han gobernado el país con posterioridad a la dictadura, no han tocado el carácter militar de la misma. Jamás les ha interesado, algo digno de destacar.
De acuerdo a los textos que existen en la Biblioteca del Congreso Nacional, los proyectos enviados al Parlamento para ser tramitados en el carácter de reformas al cuerpo policial uniformado son en total 29 y ninguno de ellos se refiere al carácter militar de la institución, de lo cual ha de concluirse que ninguno de los gobiernos post dictatoriales ha tenido interés en cambiar ese aspecto que, a nosotros, nos parece crucial. Como dato anecdótico puede señalarse que el único cuerpo normativo destinado a introducir una modificación al texto del art. 1 de la ‘Ley’ 18.961, fue la Ley 19.006, de 22 de noviembre de 1990. Bajo ningún respecto fue dictada para quitarle el carácter militar iii a Carabineros de Chile.
En consecuencia, el combate contra el ‘enemigo interno’ sigue vigente en la estructura legal de la policía uniformada. Ignoramos si también lo está en las demás ramas de los institutos armados. De lo que si estamos ciertos es que la ‘subversión’ —y, por ende, el ‘enemigo interno’— sigue vigente en nuestro país, de la mano del régimen (democrático) de turno, cualquiera que sea pues, como se señaló anteriormente, ninguno de ellos quiso modificar el art. 1 de la ‘Ley’ 18.961. Por lo que toda protesta, pacífica o no, a juicio de carabineros, tiene el carácter de subversiva y quienes la llevan a cabo son sus ‘enemigos’ del cuerpo social. No por otra cosa ha señalado un analista, al respecto:
“Carabineros ha adquirido, en un proceso prolongado y continuo, el carácter de un problema de seguridad nacional. Sus métodos y actuaciones, entre discrecionales y brutales, ya en demasiadas oportunidades lesionan los derechos civiles de las personas en el país. Pero esto es, a estas alturas, solo una manifestación parcial —por cierto muy grave pero no la única— de una crisis más profunda”iv.
Cuando los carabineros actúan en contra de una protesta (de la naturaleza que sea) y hay flagrantes violaciones a los derechos humanos, los mandos superiores respaldan la actuación de su tropa y la autoridad civil se mantiene a la expectativa. Porque la ingenuidad de muchos hace suponer que los carabineros no obedecen mando alguno. Entonces, la ‘elite política’ discute cómo ha sido posible que los carabineros ‘se manden solos’, creencia del todo torpe, ridícula, de infantil ingenuidad. Los institutos militarizados jamás se mandan solos. No lo hace el Ejército, la Marina ni la Aviación. Asimilado a tales institutos, tampoco podría hacerlo el cuerpo de Carabineros de Chile. Es un dislate mayor asegurar que los carabineros se mandan solos; denota la absoluta ignorancia que se tiene sobre la estructura militar y, en especial, sobre el carácter que asigna la ley a los carabineros. O una malévola intención de ocultar lo inocultable.
Como todo cuerpo militar organizado piramidalmente, la oficialidad de la policía uniformada manda a la casta inferior. En un video que circula en las redes sociales, Miguel Vargas, dirigente de la Asociación Nacional de Policías en Retiro ANAPOL Chile, sostiene que, en los pisos 10 y 12 del edificio, ubicado en Amunátegui con Catedral, funciona un Comando Control desde donde los generales y oficiales superiores de carabineros imparten las instrucciones a la tropa operativa, al mando de un coronel. Allí, observando las cámaras y las pantallas se dan las instrucciones para proceder en terreno. De acuerdo a lo informado por el ex policía, el principio que orienta la labor institucional es estrictamente económico: necesitan mostrar efectividad en esa tarea, para lo cual es importante el número de detenidos, importando poco si han o no alterado tales personas el orden público. Se necesita mostrar cifras v. Necesitan hacer bajar los guarismos rojos y subir los azules.
Puede llamar la atención que ninguno de los gobiernos post dictatoriales haya querido introducir reformas al carácter militar de la policía uniformada; puede llamar la atención que todas esas administraciones, por el contrario, hayan aumentado la dotación policial proveyéndola de la más moderna maquinaria represiva. Se puede explicar todo ello pues, separada la dictadura del gobierno de la nación, la ‘élite política’ chilena que iba a administrar el país con un modelo excluyente y exclusivo, necesitaba del orden y de la tranquilidad social. Por eso repetiría, majaderamente, como lo hiciera Cromwell en carta dirigida al cardenal Mazarino:
“La Inglaterra necesita mucha tranquilidad interior para consumar la expulsión de su rey; la Francia necesita la misma tranquilidad para consolidar el trono de su joven monarca” vi.
En Chile, los gobiernos post dictatoriales necesitaban de la policía militarizada para lograr ese orden y tranquilidad que requería la imposición en democracia de un modelo como lo era el de economía social de mercado. No por otro motivo evitaron cualquier reforma a su estructura jerárquica. La policía era imprescindible para todos ellos. La requerían. La anhelaban. Pero esta necesidad se hizo más manifiesta en el período que había de comenzar con la Revolución de Octubre, y que aún no termina bajo la dirección del nuevo general Mario Rozas. Lucía Dammert, que concuerda con la pasividad de los gobiernos post dictatoriales, en cuanto a la falta de interés por introducir reformas al sistema policial chileno, es más benévola al respecto y prefiere indicar que
“Los motivos son diversos e incluyen desde arreglos en el marco del proceso de transición hasta barreras incluidas en la Constitución, pero el abandono evidente del control civil permitió, cuando no auspició, la autonomía institucional en temas administrativos, funcionales, de gestión, operativos, relaciones públicas, agendas internacionales, entre otros” vii.
Carabineros de Chile posee, actualmente, una dotación de aproximadamente 60 mil hombres en armas, dispuestos a caer sobre la población civil en caso de alzamiento.
Historia del advenimiento del Coronel Rozas Córdova
Muchas personas se preguntan hoy qué ocultos designios hacen mantenerse porfiadamente en el cargo a un sujeto tan incompetente, impávido, sin brillo y carente de aptitudes que lo capaciten para dirigir la institución Carabineros de Chile, como lo es el ‘coronel’ Rozas.
Su historia comienza, aparentemente, con la caída del general Bruno Villalobos y su directa participación en el escándalo del fraude de 28 mil millones de pesos viii al interior de la institución; un sujeto con tales antecedentes no podía seguir al mando de aquella. No debe sorprender que, instalado ya en la presidencia de la nación, nombrara Sebastián Piñera en su reemplazo al general Hermes Soto quien, a su vez, se vio involucrado en el escándalo de la falsificación de pruebas en el asesinato del dirigente mapuche Camilo Catrillanca. Soto debía salir. Piñera le pidió su renuncia, a lo que el general se negó. Piñera debió separarlo de su cargo. El problema era a quién colocar en su reemplazo.
No se sabe en qué momento Piñera optó por colocar al coronel Mario Rozas. Esta circunstancia es importante. Podría ser la explicación del despido de 50 oficiales que lo precedían en la ruta del ascenso. Y la voluntad inequívoca del presidente de contar con alguien de su exclusiva confianza, facultad que no sólo ejercería Piñera en forma exclusiva: Bruno Villalobos había sido edecán de Ricardo Lagos y jefe de escolta de Michelle Bachelet. Era natural que la presidenta lo dejara al mando de la institución. Según lo señalara Mirko Macari, en el programa televisivo ‘Mentiras Verdaderas’, el general Mario Rozas había sido edecán de Sebastián Piñera en su primer periodo ix. Para tenerlo consigo, Piñera debía sacar a 50 oficiales que le antecedían en antigüedad.
La más grande ambición de este linaerense que era convertirse en general dentro de la institución a la cual pertenecía iba, finalmente, a realizarse. Necesitaba de un ‘padrino’ para elevarse de rango; ya lo tenía. Piñera, por su parte, necesitaba a alguien que requiriese de su apoyo a cambio de brindarle lealtad ciega; también lo tenía. Piñera pudo, de esa manera, encontrar el vasallo que necesitaba urgentemente para enfrentar la emergencia de la protesta y, con aquel aplastar a sus enemigos. Y Rozas, por su parte, se fortalecía con un mecenas que se transformaría en su protector contra todo el que quisiera separarlo de sus funciones. La sabiduría popular dice que, en casos como éstos, ‘Dios los crió y el Diablo los juntó’.
Este relato parece explicar con mayor propiedad la presencia inconmovible de Mario Rozas Córdova en el generalato de Carabineros de Chile, a pesar de las innumerables y sucesivas violaciones de los derechos humanos por parte de la institución que dirige. Y el profundo desprecio que la tropa siente por ese ‘general’ al que prefieren seguir tratándolo como ‘coronel’, de acuerdo a lo que relatara Mirko Macari en el programa ya referido x. Este desprecio no es solamente institucional. También en la masonería, organización a la que pertenece, hay un fuerte rechazo a su persona xi.
¿Renuncia del Director General?
Se ha sugerido, incluso, que la molestia de la tropa hacia Mario Rozas es de tal magnitud que, de no alejarse del mando de la institución o ser alejado de la misma por decisión administrativa, la posibilidad de una huelga al interior de la propia institución podría llegar a materializarse. Algo difícil de ocurrir, aunque no imposible. Lo que sí parece importante señalar es que no bastaría una eventual separación de su cargo del general Mario Rozas para resolver la crisis, pues quien llegue a remplazarlo (Bazzaletti u otro similar) podría reproducir idénticas formas de comportamiento y funcionamiento al interior de la institución. Y así, sucesivamente.
Mario Rozas no es, por ende, ‘la’ causa del desprestigio de Carabineros de Chile ni, mucho menos, ‘la’ causa de su crisis. Como siempre sucede en estos casos, ‘la’ causa no existe. No son ‘una’ sino una de muchas, entre las que podemos indicar el carácter militar de la institución, su estratificación en clases sociales, el uso que los gobiernos han dado al cuerpo policial en beneficio propio, alejándolo de sus labores de custodia y servicio a la comunidad. Y otras más. La tarea no es fácil. En todo caso, una refundación puede ser posible. Pero, siempre, bajo otros parámetros. Bajo otros respectos. Nuestro buen amigo Mauricio Salinas, que preside la Corporación Ciudadanía y Justicia y es, además, miembro de la Corporación Integración y Futuro, llama la atención acerca de una circunstancia que rara vez se pone de manifiesto, señalando, sobre el particular:
“Carabineros se desploma porque se desploma el orden que ha de resguardar” xii.
Algo muy importante de recordar. Y que, al conmemorarse un año del inicio de la Revolución Chilena de Octubre, cobra urgente actualidad ante las protestas que comienzan a manifestarse porfiadamente en todo el país.
i La negrita es nuestra.
ii Véase de Nietzche, Friedrich su obra “Also spracht Zarathustra” (“Así hablaba Zaratustra”).
iii Véase el artículo citado de la ‘Ley’ Nª 18.961, en la sección ‘Historia de la Ley’, en el sitio web de la Biblioteca del Congreso Nacional.
iv Redacción: “Carabineros es ya un problema de seguridad nacional, por lo que urge su refundación”, ‘El Mostrador’, 08 de octubre de 2020.
v Video que circulara en las redes sociales durante la primera quincena de octubre, donde el ex policía Miguel Vargas denuncia esos hechos.
vi Esta carta de Cromwell a Mazarino, se encuentra reproducida íntegramente en la novela ‘Veinte años después’, de Alexandre Dumas.
vii Dammert, Lucía: “Construyendo y destruyendo la legitimidad policial”, CIPER, 08 de octubre de 2020.
viii Redacción: “Monto defraudado en Carabineros superó los 28 mil millones de pesos”. Radio Cooperativa, 21 de diciembre de 2018.
ix Programa ‘Mentiras Verdaderas’, TV ‘La Red’, martes 6 de octubre de 2020. Conversatorio.
x Id. (4).
xi Redacción: “Ruido interno en la masonería por presencia del general Rozas”, ‘El Mostrador’, 08 de octubre de 2020.
xii Redacción: “¿Qué hacemos con Carabineros? Claves para entender el desastre de policía que tenemos”, ‘El Soberano’, octubre de 2020. Con cursiva en el original.