Reproducimos un resumen de la autora, después de asistir a un Encuentro de Médicos sin Fronteras en septiembre pasado. La conversación fue con Mario López, responsable de Salud Mental y referente de Pediatría en Moria, y Raquel González, responsable de Relaciones Exteriores de MSF.
Por África Gómez Lucena
Desde 2016 están atrapadas en Moria miles de personas que huyen de guerras, de la miseria y de la represión política. Actualmente hay casi 13.000 personas y llegó a haber hasta 19.000. El 40% son menores, niñas y niños que no comprenden, que responden al desamparo en que se encuentran con conductas autolesivas, intentos de suicidio, ataques de pánico y enfrentamientos con sus mayores que les han llevado hasta allí. No ven ese “futuro” por el que han dejado sus países también en conflicto. ¿Un año de viaje para esto? ¿Es que no hay salida?
No existe política humanitaria alguna y las ONGs están criminalizadas. Trabajan sobre el terreno ONGs locales y otras de ámbito internacional de Grecia, Noruega, España, etc., pero son pocas para lo que se necesita.
Tampoco existen las mínimas condiciones de higiene (WC, aseo, etc.), alimentación, intervención sanitaria. Es un encierro. La pandemia por COVID ha empeorado aún más la situación, si es que cabe empeoramiento, y el invierno que se acerca, amenazando lluvias, sin luz, con el agua del mar para lavarse y poniendo en riesgo la vida principalmente de 5000 menores, provocará una aún más terrible situación en la nueva reubicación.
El nuevo Pacto de Asilo y Reubicación de la UE será más de lo mismo. Quienes tengan “suerte”, solicitarán asilo y las demás,se verán obligadas a volver a sus países con el eufemismo de “retorno voluntario”. El Pacto que está en trámites habla de lo de siempre: seguridad de fronteras, retornos, etc., que no se ajustan al Derecho Internacional Humanitario.
La ciudadanía podemos hacer mucho para que los Derechos Humanos (DDHH) se respeten con las personas refugiadas.
En primer lugar, no dar por ciertas las informaciones falsas. No es cierto que las personas migrantes y refugiadas lo sean en un número que ponga en peligro a los países de acogida. Han ido disminuyendo desde 2015 y permite hacer unas políticas humanitarias.
En segundo lugar, podemos empezar “mirando” de otra forma a las personas extranjeras, con empatía y solidaridad. Cualquiera podríamos encontrarnos en una situación similar y la dignidad de todas las personas está por encima de cualquier otra consideración.
¡Nuestro silencio, las mata!