¿Quién dijo que el gobierno brasilero elegido en 2018 no tiene ningún proyecto para el país? En estos casi dos años de mandato es posible ver que, lejos de sufrir una carencia programática, el actual gobierno se mantiene firme en su proyecto de desmantelamiento del Brasil que implica, entre otras cuestiones, el exterminio de una parte considerable de la población trabajadora.

Nunca ha habido un presidente en Brasil con un proyecto de gobierno tan fuerte como el actual. Sus acciones están todas meticulosamente coordinadas con el objetivo de sofocar a la población pobre, de modo que la mayoría de los recursos públicos se dirigen a políticas que favorecen a las élites.

Empecemos con el salario mínimo. La propuesta que el gobierno envió al Congreso Nacional a finales de agosto pasado, refiriéndose al próximo reajuste, prevé que el salario pase de R$1.045,00 (u$ 186,6) a R$1.067,00 (u$190) una reducción de R$12,00 en comparación con la propuesta de R$1.079,00 (U$ 193), hecha en abril pasado.

Trabajo esclavo

A partir de 2004, no obstante, la fórmula aplicada al aumento de los salarios mínimos se basó en la restauración de las pérdidas inflacionarias del año anterior, en el Índice Nacional de Precios al Consumidor (INPC), sin desconocer el aumento del Producto Bruto Interno (PIB), también referido al año anterior. Ahora el presidente de la República ha ignorado esta fórmula causando pérdidas a la clase obrera, especialmente a aquel que recibe el SM (Salario Mínimo) o que tiene sus ganancias vinculadas a éste.

El ataque a aquellos que trabajan no comenzó allí. A finales de 2019 el presidente de la República firmó una Medida Provisional (MP) con el propósito de cambiar los contratos de trabajo. Entre los cambios se cuentan la inclusión de los domingos y los feriados como días laborables, la reducción de hasta el 34% de los cargos del empleador, la reducción del 50% de la multa de rescisión en caso de despido por justa causa. Esta MP, conocido como el Programa Verde y Amarillo, también redujo el subsidio por accidente, que solía ser el 50% del salario y aumentó al 50% de la jubilación por invalidez.

El presidente también redujo los recursos asignados a las inspecciones de trabajo. Las inspecciones de seguridad y salud, la fiscalización del cumplimiento de las obligaciones laborales por parte de los empleadores, así como la lucha contra el trabajo esclavo, por ejemplo, serán aún más difíciles de llevar a cabo, lo que representa una victoria para ciertos sectores que se benefician con el incumplimiento de las leyes laborales en el país.

No a la protección y la asistencia

Ni siquiera la pandemia del Covid-19 hizo que el presidente de la República se sensibilizara como para detener los ataques a la población trabajadora. Ignorando por completo los riesgos para la población pobre, el gobierno llevó al aire una publicidad oficial que decía que «Brasil no puede parar», en la que más del 90% de los personajes que aparecían eran hombres y mujeres, negros y negras, realizando trabajos que requieren un esfuerzo físico. Esto demostró, de hecho, la visión del presidente de quién no podía detenerse. Afortunadamente, el Tribunal Supremo Federal (STF) impidió la continuación de esa perversa pieza publicitaria.

Por si fuera poco, el Congreso Nacional propuso que durante la pandemia parte del dinero destinado a los municipios, estados y escuelas federales para comprar comida para los estudiantes, pasara a las familias de estos. Pero el presidente de la República lo vetó.

Las perversidades no se detuvieron ahí. Una ordenanza publicada por el Ministerio de Salud anuló el documento que colocaba al Covid-19 en la Lista de Enfermedades Relacionadas con el Trabajo (LETR). Según Fiocruz (Fundación Oswaldo Cruz), además de apoyar las acciones individuales y colectivas de vigilancia y promoción de la salud, el LETR establece la promoción, protección y asistencia de la salud bajo la responsabilidad del SUS (Sistema Único de Salud), así como la revisión periódica de la lista oficial de enfermedades originadas en el proceso de trabajo.

Finalmente, el presidente de la República logró reducir de R$600 (u$107) a R$300 (u$54)el monto de la ayuda de emergencia, que según el Departamento de Estadística y Estudios Socioeconómicos (DIEESE), no puede cubrir ni siquiera una Canasta Básica. Es importante destacar que el presidente se ha resistido al pago de la ayuda desde el comienzo de la pandemia. Quería dejar a los trabajadores pobres a raya. Pero terminó siendo derrotado por el Congreso Nacional.

Sería muy extenuante seguir enumerando las acciones perversas de este gobierno. Quiero recordarles, la importancia de ejercitar nuestra memoria, para no dejar que estos temas caigan en el olvido. El Brasil que está construyendo el actual gobierno es un país aún más desigual, más excluyente y más perverso de lo que siempre ha sido. Este es el proyecto que se está ejecutando.

Tenemos que detener este proyecto. Y las elecciones municipales podrían ser el comienzo de este cambio. Debemos estar atentos a los candidatos, a la coherencia de las alianzas, de las propuestas; de lo contrario, tenderemos a consolidar este modelo que, como estamos viendo, nos llevará al abismo. El Brasil que necesitamos no es un país de violencia, injusticia, abandono, indiferencia. El Brasil que debemos construir debe ser un país que se fortalezca en su diversidad, en su capacidad de integración para construir un futuro más prometedor para la sociedad en su conjunto. Y esto es posible.


Traducido del portugués por Lianet Guerrero Scull