Una observación superficial de Nueva Zelanda muestra exclusivamente una economía productora y exportadora de recursos naturales, principalmente de bienes agropecuarios. Este país, al igual que Australia, es utilizado por los publicistas del neoliberalismo como arma de defensa del modelo productivo existente en Chile. Sin embargo, se equivocan. Al igual que Australia, la economía neozelandesa tiene un interesante grado de complejidad, que se funda en un creciente desarrollo tecnológico.
El gasto en investigación y desarrollo de Nueva Zelanda (1,40% del PIB) es varias veces superior al chileno (0,40% del PIB). El número de científicos y publicaciones per cápita es más alto que en la comunidad europea, y destaca el hecho de que solo el 50% del financiamiento proviene del Gobierno, lo que ha favorecido su diversificación productiva.
El sistema de ciencia y tecnología en Nueva Zelanda incluye nueve laboratorios de investigación del Estado (enfocados en agricultura y bosques, medioambiente, desarrollo sustentable y geología), ocho universidades públicas (cinco en el norte y tres en el sur) que hospedan siete centros de excelencia (biotecnología, matemáticas, materiales y nanotecnología, entre otros). Y el sector privado se ha concentrado principalmente en tecnologías de la información, incluyendo su aplicación al cine y la televisión, y en biotecnología (Ricardo Baeza-Yates, Northeastern University, campus de Sillicon Valley).
El nuevo sector tecnológico está conformado por actividades en las que Chile jamás ha soñado: infraestructura inalámbrica, desarrollo digital, industria aeroespacial, tecnología agrícola, biotecnología, telecomunicaciones y tecnología de la salud.
Gracias al éxito cinematográfico de El Señor de los Anillos y Las Crónicas de Narnia, las industrias creativas neozelandesas se han proyectado a la música, productos multimediales y una serie de ofertas que han convertido a este país en uno de los pioneros en impulsar empresas talentosas para explotar ese nicho de mercado.
Así las cosas, la industria de contenido digital neozelandesa se ha convertido en una de las industrias creativas emergentes: softwares de juegos interactivos, animación de películas y efectos especiales, producción de comerciales de televisión y publicaciones digitales. Y las empresas del rubro exportan a más de 20 países (El boom de las industrias creativas en Nueva Zelandia, 30-11- 2012, Biblioteca del Congreso Nacional, Chile).
Por cierto, Nueva Zelanda es muy conocida por su experiencia en agronegocios, pero sus gobiernos se han dado cuenta de que es indispensable diversificar la matriz productiva del país y agregar valor a los recursos naturales.
Precisamente, en los últimos años, Nueva Zelanda ha hecho de la ciencia e innovación un motor de su crecimiento económico. Ello explica que figure en el puesto 17 del índice Global de Innovación, entre 128 países (Steven Joyce, ministro de la Educación Superior en conferencia en la Universidad de Los Andes, Colombia, 13-10-2016).
La tecnología es hoy día el tercer sector exportador del país, después de la lechería y el turismo, y con un impresionante crecimiento. En el año 2017, Nueva Zelanda exportó 37.000 millones de dólares y de estos 6.900 millones eran productos tecnológicos (con solo 1.400 millones de dólares en 2012). Se trata de una cifra interesante, con $4.400 mil millones de manufacturas de alta tecnología y $1.900 mil millones en tecnología de información y comunicaciones (Deloitte, Advanced manufacturing: Diversifying New Zealand’s exports, 2017).
El ministro de Hacienda de Chile, Ignacio Briones, más pragmático que los neoliberales, señala con razón:
“Pienso en referentes como Australia o Nueva Zelanda a los cuales podríamos aspirar, países alejados del mundo, pero integrados a él al igual que Chile. Países que sin renunciar a sus recursos naturales son capaces de diversificar su matriz productiva» (EMOL, 04-01-2020).
Efectivamente, Nueva Zelanda no renuncia a su eje productivo exportador, que es la agricultura, pero está consciente que su economía exige una permanente agregación de valor. Ello explica que se encuentre entre las más innovativas del mundo. Y lo es especialmente en genética, maquinaria agrícola guiada por GPS, identificación tecnológica electrónica, sistemas de robots para ordeñar y salud animal, entre otros avances.
El panorama descrito revela que Nueva Zelanda, a diferencia de nuestro país, apunta a la diversificación de su matriz productiva agropecuaria. Con el apoyo de un potente sistema de educación y gasto en I+D compromete sus esfuerzos en agregar valor a sus recursos naturales. Chile debe aprender de Nueva Zelanda. La industrialización de nuestro país es ineludible.