Harto de escuchar y de leer majaderías sobre el tema del pacifismo, vertidas por «culturetas» advenedizos procedentes de esa izquierda marxista que, pese a hallarse en pleno proceso de revisión, no pierden por ello esa arrogancia que siempre les caracterizó, me siento en la obligación de aclarar algunas cuestiones.
Aunque la no violencia es tan antigua como el hombre mismo (posiblemente más antigua incluso que la violencia), no se ha empezado a teorizar sobre ella hasta hace relativamente poco tiempo. Algunos autores, buscando quizás los «tres pies al gato», se entretienen intentando establecer las supuestas diferencias conceptuales entre escribirlo con guión o sin el, junto o separado cuando en realidad cada cual lo escribe, a falta de reglas ortográficas precisas al respecto, como «le nace». Otros, a su vez, haciendo alarde de un contorsionismo filosófico sin igual, hablan de una no violencia pragmática o estratégica para diferenciarse de otra a la que ellos califican de ética o moral. Es como ser o no violento según convenga… ¿Se imaginan actuando así con respecto a otros valores?… Ser o no justo en función de nuestros intereses… Ser o no demócrata dependiendo de los objetivos planteados… Eso no es pacifismo… Ni siquiera es maquiavélico… Dejémonos de eufemismos al más puro estilo orweliano… Eso se denomina oportunismo político.
Y es que tamaña incongruencia posee una sencilla explicación. Muchos de los que establecen ahora esa distinción, hace años consideraban la guerra como «la partera de la historia» y se dedicaban a insultar a los que defendíamos la metodología de la no violencia activa argumentando que con ese discurso, contrario a la lucha armada, intentábamos amansar a las poblaciones para que no se alzasen en armas tal y como ellos pregonaban, creyéndose entonces la vanguardia de la humanidad. Pero la historia coloca a cada cual en su sitio y hoy miran hacia atrás avergonzados de tanta sangre derramada inútilmente mientras se enfrentan a esa sociedad que pretendían liderar y que hoy les grita claramente que no quiere más guerras. Sumergidos en sus incultas paranoias asocian la práctica de la no violencia con determinadas corrientes religiosas de las que, por razones obvias, desean distanciarse. Pero ni la religión posee el monopolio de la Paz, ni se puede ser pacifista de 8 a 3.
Si uno es mínimamente honesto con lo que afirma defender, su comportamiento, en cada uno de sus actos, ha de acompañar a tal propósito.
Pero su necedad no conoce límites y, tratando de adaptarse a las aspiraciones de la sociedad actual en lo que a metodología de lucha se refiere, eludiendo el reconocer su dramática equivocación, optan entonces por mantener esa tibieza frente a la violencia, tan característica de la incoherencia y la hipocresía. No nos dejemos engañar con eso del pacifismo pragmático… Los verdaderos pacifistas somos aquellos que trabajamos por ir superando la violencia, empezando por nosotros mismos. Es decir, asumiendo una ética personal consecuente con ese anhelo. Lo demás… Permitanmé la expresión… Son «pajas mentales».
Luis Bodoque Gómez es activista social, miembro del Partido Humanista, de PODEMOS, y escribe y desarrolla talleres sobre el consenso, como herramienta de cambios sociales profundos.