Entrevista con Adonella Marena, una documentalista de Turín que hizo un corto documental sobre los posibles estragos que estaban a punto de causar los Juegos Olímpicos de Invierno em Turín. Creo que podría ser una buena advertencia para Milán-Cortina y el riesgo de los delirios que se producirán…
Adonella, ¿en qué año fueron los Juegos Olímpicos de Invierno en Turín y de cuándo es tu documental?
Las Olimpiadas fueron en 2006 y yo realicé el documental en 2003, a petición tanto de Cinema Ambiente, uno de los festivales internacionales más importantes sobre el tema, como de las asociaciones medioambientales.
¿Cuáles fueron los principales problemas?
En primer lugar, lo que me impresionó inmediatamente fue esta exasperación por la competencia, viendo al deporte desde este único punto de vista. La organización y las construcciones ya transmitían esta atmósfera, esta filosofía detrás de ella, creando un mundo de fuerte competencia, donde se gastaba mucho dinero para demostrar que merecían ser los vencedores. Ganar, cueste lo que cueste. Otra cosa que me llamó la atención fue el contraste entre estas construcciones que se estaban realizando y la montaña, la falta de respeto por su cultura, por sus tiempos. Eran dos mundos separados que se enfrentaban.
Usted ha casi como una profetisa, como ha pasado a menudo en los últimos años. Los movimientos anunciaron, predijeron y se alarmaron por lo que podría suceder. ¿Qué ha ocurrido?
Seguramente se vio que los costos, que eran cuantiosos, no bajaban como se había prometido; se habló entonces del «legado olímpico», diciendo que todos estos gastos y este esfuerzo tendrían un impacto positivo en el territorio. Habría mejoras en las estructuras, instalaciones, un aumento en el turismo. De hecho, hemos visto los desastres que han tenido lugar y a un costo muy alto. Le daré dos ejemplos muy importantes: el trampolín de salto de Pragelato, donde destruyeron una montaña, también arruinaron las aguas del torrente Chisone, poniendo en riesgo la morfología del lugar, y luego la pista de trineos de Cesana Torinese, donde deforestaron una parte de la montaña, construyeron una pista que, también desde el punto de vista técnico, era muy costosa, con el objetivo de utilizar estas estructuras más adelante, lo que no ocurrió. Ahora están desarmando la pista de trineos, lo que es otro enorme gasto, y lo mismo ocurrió con el trampolín de salto. Incluso los costos de mantenimiento después de las Olimpiadas eran altos y eran cubiertos principalmente por los municipios.
En Turín fue un poco mejor, las estructuras fueron mejor utilizadas y reutilizadas.
¿Qué consejos darías a los movimientos ambientalistas y territoriales que se preparan para acoger las Olimpiadas de Milán-Cortina?
En primer lugar, hacer todo lo posible para reutilizar las instalaciones ya existentes. Esto puede parecer trivial, pero en nuestro país no se hizo, ya sea justificado por el espíritu competitivo o para explicar gastos en contratos fragantes. Teníamos instalaciones existentes, pero se descuidaron, a pesar de que las asociaciones ecologistas lo mencionaron una y otra vez. Usar las instalaciones existentes hubiera sido algo bueno.
Traducido del italiano por Estefany Zaldumbide