por Fabián Scorpino
En el Barrio Acuba, de Villa Caraza, Municipio de Lanús, nos encontramos con un grupo de mujeres, mujeres guerreras que tienen un arma que destruye todos los muros de una sociedad que ha sido muy injusta con ellas y que, a la vez, construye una nueva realidad llena de solidaridad, amor y sin violencia. Les presentamos a las “Guerreras de Rossana”.
¿En qué situación comenzaron a ayudar a los vecinos?
Celeste: Nosotras pertenecíamos al comedor “Los Risueños” desde hace muchos años, este estaba conducido por Rossana Palavecino y funcionaba muy bien, pero cuando ella fallece, el marido se fue con los del PRO y empezó a vender mercadería y otras irregularidades. Nosotras hicimos la denuncia y nos echaron. A partir de esta situación no quisimos abandonar a la gente del barrio porque tenían mucha hambre y el 30 de marzo comenzamos por nuestra cuenta.
Valeria: Yo trabajaba de mantera en Lanús y ellas me avisaban lo que pasaba. Cuando comenzó el aislamiento, la policía no dejaba salir del barrio a la gente con las carretas para que vayan a juntar cartón o a hacer changas, entonces a Romina se le ocurrió organizar una olla. Con las compañeras empezamos a pedir donaciones en todas las casas del barrio. Primero una olla, después una vecina nos donó este lugar, ¡la gente pasaba y nos aplaudía! ¡El primer día fue emocionante, gracias a las donaciones de comerciantes y vecinos y servimos 130 raciones! y ahí dijimos ¡Tarea cumplida! Estábamos honrando a la compañera Rossana que murió en la pobreza y le daba de comer a 300 personas. “Sentimos que estábamos haciendo justicia”.
Cuando vino la vecina a decirnos que nos donaba este lugar, lo pintamos, ¡”no nos para nadie” !, dijimos. Nosotras éramos vendedoras de la feria de Caraza y con el aislamiento se vació, entonces nos imaginamos agregar un roperito en este local, vendemos todo muy barato para poder reponer la mercadería para las ollas. Nos tratan de vagos y no es que la gente no quiere trabajar, la gente no tiene recursos, no tiene salida, y los hombres vienen con vergüenza a traerte el tupper con sus hijos, eso a mí me mata. Cocinábamos los lunes, miércoles y viernes, entre 150 y 180 viandas. Los comercios del barrio también nos donaban algo o nos vendían más barato.
Los chicos nos venían a preguntar si los martes también íbamos a cocinar, entonces martes y jueves empezamos a hacer merienda. A veces terminábamos tan cansadas que nos poníamos a llorar. ¡Y nos dijimos que no podía ser, que lo teníamos que disfrutar! Y entonces, nos empezamos a sacar fotos para reírnos de nosotras mismas, y en esas sonrisas encontramos lo mejor de nosotras…, y a partir de ese momento se instaló la alegría en las guerreras. Empezamos a viralizar las fotos y así nos conocieron en la Red provincial de mujeres. Esta red está formada por 30 organizaciones de todo el conurbano, su representante es Claudia Carpintero y vino desde la Plata con viandas, frutas, y nos sumó a su tribu. ¡Nos aman!
¿De quiénes reciben ayuda?
Valeria: Toda la gente que se acerca, colabora. Grandes y chicos. El gobierno de la provincia de Buenos Aires nos ayuda lo suficiente como para tener continuidad, pero a veces no alcanza. Del municipio de Lanús no nos llega nada. Vemos pasar las camionetas, pero van a otros destinos, porque acá politizaron la pandemia, politizaron el hambre, a los que piensan a su manera les bajan jamón, frutas, y nosotras y muchas otras organizaciones somos invisibles.
También nos unimos al movimiento “Lanús libre de hambre”. Somos un movimiento fuerte, logramos que se dicte una “ordenanza municipal de ollas” y se aprobó en el consejo deliberante el 30 de julio, pero no nos registran. La ordenanza salió, pero para reglamentarla nos piden que formemos una ONG, ¡esto no está en la ordenanza!, esta solo pide que tengamos alcohol y elementos de protección. El compañero Martin Mosqueda y yo le pedimos que excluyan a la ONG de los requisitos y que nos agreguen más mercadería. Ahora estamos esperando la respuesta.
¿Qué las motiva a poner en marcha la olla?
Analía: La empatía, solidaridad… Empezó la pandemia, me quedé sin trabajo y vi que se podían hacer muchas cosas para ayudar. Es eso, dar una mano a la gente que realmente lo necesita. Me contaron sobre el proyecto y le dije a Valeria que quería participar, estar, ayudar; vine, enganché onda con las chicas y empecé a participar.
Lorena: La necesidad. Veíamos a la gente que se iba a trabajar y la policía los hacía volver y no tenían nada para comer y nos empezamos a juntar nosotras con Romina. Y empezamos a decir que podíamos hacer una olla y empezamos a conseguir las ollas. El primer día fue relindo porque primero pensamos que no venía nadie, eran las 19 y no venía nadie y después vimos en la esquina que había un montón de gente con sus tuper y nos pusimos a llorar de contentas porque teníamos una olla llena y pensábamos que no iba a venir nadie y al final nos quedamos justo. ¡Ese día vinieron 30 familias y nos fuimos a dormir recontentas!
Jessica: Hay días que viene mucha gente y le queremos dar a todos. Hay comedores que cerraron o solo le dan a los que son del lugar. Acá no, a los que vienen si les podemos dar, les damos. No los dejamos afuera por ser de otro comedor. Los que vienen a buscar la comida sean de este comedor o de otro siempre se llevan su comida.
¿Cuál es la reacción de sus parejas ante la cantidad de tiempo que le dedican a la organización de la olla?
Celeste: Mi pareja me ayuda y me acompaña en todo lo que tiene que ver con el comedor.
Valeria: Mi ex marido era muy complicado, venía borracho a y a querer pegarme. No hice perimetral y a veces viene y habla pavadas, pero ya no molesta.
Analía: Sufrí violencia de parejas anteriores, pero no de la pareja actual, nos llevamos muy bien, desde un principio me vio muy entusiasmada con venir a este grupo, no solo acompaña, sino que ayuda, busca donaciones, me trae, me viene a buscar a la noche y hasta nos hace mantenimiento en el local.
Valeria: Se dieron vuelta los roles. ¡Ahora la olla la paramos nosotras! ¡Y para todo el barrio! Nos ponemos en acción, nos organizamos y colaboramos. ¡Está buenísimo porque honramos a nuestros viejos que nos enseñaron esa lucha!
¿Qué les pasa internamente? ¿Qué sienten en este recorrido?
Valeria: Estas emociones no tienen precio, porque todas tenemos problemas y a nadie le sobra nada. Tus problemas pasan a un segundo plano, valorás todo lo que tenés y lo material va perdiendo valor. Me llena más la sonrisa de esa criatura o el recibimiento del alma cuando llego. Valoro la salud, el poder hacer, estuve 3 meses postrada con tumores y ahora veo la vida de otra manera y ellas me enseñan todo el tiempo. El barrio también es solidario, es muy especial, acá se generó algo que en otros no sucede. Nos ayudamos entre todas, lo aprendí de ellas, no lo vivo en otro lado. Acá la gente se saluda, es solidaria.
¿Cómo se sienten miradas por el resto de la sociedad?
Analía: Se estigmatiza al pobre. En todos lados hay de todo, lo que no hay acá es hipocresía. O te quieren o no te quieren. Me cansé de escuchar en la tele que el pobre elige ser pobre porque es un vago y no le interesa trabajar. Yo tuve la suerte de haber tenido todo, nunca pasé hambre ni frio, mis padres me dieron todo. Estudié… pero quise ser rebelde. Vengo acá y encuentro que ellas tienen que poner una energía tremenda para poder criar a sus hijos. No hay lavarropas, acá se lava a mano, hay que ir a busca el agua a una canilla, tenés que ir a buscar todo lejos, cortan la luz, no hay agua corriente, garrafa fiada, ¿dónde está la vagancia?
¿Qué es lo que hace que no abandonen?
Lorena: Si me quedo en mi casa pienso en la cara de los chicos, la cara de la gente y digo “hay que hacerlo”, la gente espera nuestra ayuda. Vas a comprar y los chicos ya te preguntan. ¿Hoy hay comedor, hoy que van a cocinar? Tenés que hacer algo sí o sí. Eso te da más fuerza porque sabés que ellos te están esperando. Aunque tengas el peor día, hay que estar. Con el Covid aprendimos a turnarnos, a delegar las tareas, siempre hay alguien acá. Los vecinos vienen a ofrecerse para ayudar y se suman vecinos cuando alguna de nosotras no puede. Una vez vinieron a preparar empanadas. Fue por voluntad y agradecimiento. Se generan esas cosas que nos emocionan, lloramos de alegría.
¿Qué le pedirían a la gente que va a leer la nota?
Analía: Solidaridad y empatía, ¡Una cocina y un horno industrial! Para poder hacer comidas al horno, aprovecharíamos mucho más las donaciones de materia prima, zapallitos, polenta a la pizza, pastel de papa, para no cocinar siempre lo mismo. Ahora pedimos una donación de lácteos, vamos a ver si tenemos suerte. Pedimos ¡EMPATIA! Ponerse en lugar del otro. Y que cuando la situación lo permita, se acerquen.
¡El domingo a las 17 festejamos el día del niño! Organizamos una rifa y con esa plata compramos juguetes y golosinas. Juntamos 4000 pesos. Pedimos donaciones, pero no tuvimos mucho éxito. Son 40 niños y 40 niñas. Hicimos una torta grande como la mitad de la mesa, nos donaron barbijos, cuentos de la Editorial Chirimbote, hicimos un paquetito humilde, pero con mucho amor. Lo nuestro sale con amor. Nuestra intención es que todos los chicos se vayan con una bolsita, un globito, una porción de torta, se sientan reconocidos, que se vayan felices, y así salió, fue un día maravilloso.
Valeria: Nosotros tomamos el legado de Rossana Palavecino, el día del niño del año pasado estuvimos con ella y quisimos honrarla después de su fallecimiento.
¿Cómo imaginan el futuro?
Valeria: Hay que seguir. Hay mucha incertidumbre, no sabemos cuándo termina esta situación, mi hermana de España tuvo que parar por los rebrotes. ¡No queremos jugar con el hambre, con el hambre no! Tenemos nuestras convicciones y no queremos recibir mercadería si nos ponen condiciones partidarias.
Queremos un futuro sin violencia. Estamos haciendo un curso de “Promotora territorial de violencia de familia y género” con Beatriz Fontana de la asociación civil “Activar” y avalado por la Red Provincial de Mujeres. Sufrimos violencia y estamos aprendiendo que las mujeres unidas somos un valor importante. Ayudamos a otras mujeres víctimas de violencia y esa es nuestra forma de hacer política. No nos gustan los referentes ni los caciques. Las mujeres unidas podemos cambiar la realidad.
Las “Guerreras de Rossana” son: Celeste Britos, Lorena Miño, Jessica Olivera, Analía Vaca y Valeria Brito. Tienen su comedor, merendero y ropero comunitario en el barrio Acuba, del Municipio de Lanús, Provincia de Buenos Aires. Argentina. Nos podemos contactar con ellas a través de la página de Facebook, “Las guerreras de Rossana” o al teléfono de Valeria, 1138859459.