En estos tiempos de pandemia, hemos estado viendo una altísima proporción de la población girando de sus cuentas previsionales individuales el 10% de sus fondos. Digo 10% porque es la cifra mágica, pero quienes tienen pocos fondos pueden llegar a sacar el 100% de lo que disponen, así como quienes tienen acumulados sobre cierta cantidad podrán sacar mucho menos del 10%. Al respecto me han llamado poderosamente la atención hechos que me parecen contradictorios. Haré referencia tan solo a dos de ellos.
Uno, que la atención mediática se haya concentrado en la compra de televisores plasma o automóviles. No es para menos. Mal que mal la ley que autorizó disponer de los fondos previsionales fue hecha bajo el supuesto que la gente estaba perdiendo sus trabajos, viendo disminuidos sus ingresos, y que por lo mismo necesita recursos frescos para cubrir sus gastos esenciales. Las imágenes y videos que se han visto en los medios de comunicación así como en las redes sociales, dejan la impresión de que la mayoría se habría lanzado a las grandes tiendas para arrasar con productos que difícilmente se podrían calificar de primera necesidad. Sería interesante conocer algún estudio o encuesta confiable que permita identificar el destino que han dado o están dando los afiliados que han hecho uso de la opción de sacar parte importante de sus fondos previsionales. Espero, que la gran mayoría haya recurrido a tales fondos para sortear una emergencia que no encontraba otra salida. La reflexión que me hago apunta en dos direcciones. Por un lado, curiosamente, quienes más objetan este comportamiento son aquellos cuya ideología es más afín al neoliberalismo que supuestamente promueve las libertades individuales, y por otro lado, la ausencia de una educación y cultura previsora por parte de algunos que hacen uso de sus fondos previsionales destinados a la futura vejez para satisfacer necesidades que no son apremiantes.
Dos, así como no pocos han visto mermados sustantivamente sus ingresos, otros los están viendo aumentados fuertemente a punta de horas extraordinarias, del aprovechamiento de la oportunidad caída del cielo. Me refiero a los pagos por horas extras por parte de jueces de policía local amparados en normas legales. El municipio de Las Condes, en lo que va del año ha destinado más de $ 3 mil millones de pesos al pago de horas extras, en tanto que el municipio de Santiago ha destinado más de $ 2 mil millones por el mismo concepto. Los beneficiarios no son personas necesitadas con bajos ingresos ni mucho menos, son profesionales con ingresos de varios millones de pesos mensuales que, gracias a la pandemia, los ven incrementados en otros millones más. Como puede verse, el sacrificio por el teletrabajo, fuera de jornada laboral, tiene jugosas compensaciones que cualquier mortal se quisiera. Todo legalmente, amparado por la ley. La reflexión que me hago es será legal, pero es una vergüenza reveladora del individualismo reinante, de la ausencia de solidaridad, de los privilegios de unos sobre otros que se ha impuesto en el país y que la pandemia delata y pone sobre la mesa. En estos tiempos, no pocos profesionales y trabajadores, particularmente en el sector salud y educación han tenido que deslomarse, trabajar horas extraordinarias sin que ellas se vean reflejadas en sus ingresos porque legalmente no están contempladas.
Es el colmo que mientras el país está en ascuas, en emergencia sanitaria, económica y social, conductas que no obstante ser legales, rayan en la inmoralidad. Conductas reveladoras de que algo anda mal a pesar de ser todo legal.
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