Este mes de agosto, el jueves 6 y el domingo 9, se cumple el 75 aniversario de los bombardeos atómicos sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki. Humanistas de todo el mundo conmemoramos esta página triste y vergonzosa en la historia de la humanidad, que refuerza nuestro profundo compromiso para trabajar por la paz y la no violencia, un anhelo compartido por todos los pueblos del mundo.
Todas las justificaciones dadas en 1945 fueron irrelevantes ante el horror de más de 210.000 muertos y 328.000 mil víctimas entre heridos y afectados por la radiación, el dolor causado durante décadas y la devastación más absoluta, sin diferenciar población civil de objetivos militares. Además de expresar nuestra total repulsa a estas agresiones de 1945, las y los humanistas lanzamos un llamado a la conciencia de nuestras sociedades, y reclamamos la urgente necesidad de la prohibición de todas las armas nucleares. Igualmente denunciamos la locura armamentística afianzada en las élites en el poder y su lógica mercantil y depredadora.
La única lección histórica aceptable del infierno nuclear que se desató sobre la población japonesa hace 75 años, es que nunca más ningún país pueda justificar legalmente la posesión de armas que tienen el poder de destruir la civilización humana y la vida en el planeta. Por eso es urgente la inmediata destrucción y prohibición de las armas nucleares, cuya existencia no tiene justificación ética, representan una amenaza intolerable para la humanidad y su supuesto poder disuasivo pierde el sentido ante su proliferación y el avance tecnológico. Es urgente que las naciones del mundo comprometidas con la paz ratifiquen el Tratado de Prohibición de las Armas Nucleares que está abierto a la firma desde el 20 de septiembre de 2017 y que ya ha sido ratificado por 40 países, como un gran paso en la humanización del planeta. Debe destacarse que ninguno de los nueve estados nuclearmente armados, ni los miembros de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) estuvieron presentes en las negociaciones previas y obviamente Estados Unidos y Rusia (potencias nucleares que acaparan el 90% del arsenal atómico) rechazan el Tratado.
Hoy en día está en juego la vida humana y así como fueron prohibidas las armas químicas, biológicas, de racimo o las minas terrestres, cuyo poder de destrucción es incontrolable, igualmente deben ser prohibidas todas las armas nucleares, sean de largo, medio o corto alcance y de “alta o baja intensidad”.
En 2006 humanistas de todo el mundo lanzamos un mensaje a través de un spot grabado por Silo, fundador del Movimiento Humanista y en el que ya advertíamos… “Para evitar la catástrofe atómica futura, debemos trabajar superando la violencia: Retirar las tropas invasoras, devolver los territorios ocupados y desmantelar los arsenales. Estas son las urgencias del momento. Esta es la causa de las mujeres y hombres valientes”. Este mensaje sigue vigente. Las y los humanistas sabemos que la sociedad civil de todo el mundo manifiesta sus ansias de paz, su apoyo al desarme y su oposición a las guerras. Los pueblos quieren vivir en paz y que se inviertan los recursos en su beneficio, no en su posible destrucción. Hiroshima y Nagasaki deben estar siempre en nuestra memoria y en los corazones de todas las personas de bien, para que nunca más vuelva a reinar el sin sentido y el horror más absoluto.
Equipo de Coordinación Internacional PHI