POEMA

 

Mi sentido no está muerto.

Todavía lo mantengo encendido como una antorcha

En el pecho y en la conciencia.

Se enciende a sí misma frente a las injusticias que veo,

Las mentiras que observo, la ignorancia

Que rige en este tiempo en el que existo.

Mi sentido se durmió un rato,

Porque este tiempo a veces nos borra, nos descolora,

configura una impotencia que, para nada,

Nos pertenece.

Mi sentido tan solo perdió el aliento y la audacia

Creativa que un verdadero sentido puede tener.

Frenó la velocidad con la que emprendia

Las reformas del ser y empañó, por un buen momento,

La clara visión que tuve de mi fe

En la más pura alegría creciente.

¡Mi sentido vive!

Y más vale que sepas que he vuelto más fuerte, más confiado…

Porque, tenía una carta de triunfo,

La de poder fracasar una y otra vez…

En el desesperado mundo de las conquistas estúpidas.

Mi sentido levantó sus ojos, abrazó la resurrección

Y ha vuelto a insuflar las esperanzas.

Y quienes ya le creían muerto se asustaron.

Y que este susto sirva de lección a cualquiera que dude

De la vida contenida en el sentido ajeno.

Mi sentido ha reencontrado a los amigos,

Estos que llevan los sentidos incandescientes

En sus pechos.

Y cuando los encontró de nuevo, se abrigó en la generosidad…

Que solo un dios, como el verdadero ser humano

Puede dar.

Mi sentido calmó mis ansias y atenuó

Mis miedos, haciéndome sentir importante

Y posible otra vez.

Miro de nuevo a mis semejantes con las ganas

De que se encuentren y se eleven todos a la dimensión

De las grandes personas.

Mi sentido me hace creer que actuar y construir

Son herramientas que operan sobre lo que,

A los ojos de los que no tienen sentido,

Parece ser irremediable.

Pero no lo es.

No lo es.