Pressenza Colombia y Pressencia Francófona han decidido abrir sus redacciones a todas aquellas personas que deseen compartir sus historias y reflexiones inspiradas de este periodo de confinamiento.
Continuamos esta serie con un relato lleno de sentimiento, escrito por Alicia Muñoz, una periodista colombiana que vive en el municipio de Chía, situado en el departamento de Cundinamarca. Alicia hace parte de la redaccion de Pressenza en Colombia.
Alicia Muñoz: A través de mi ventana
Diariamente me levanto escuchando acerca de cuántos casos existen en el mundo de covid-19, cuántas muertes y recuperados, tantas son las versiones que resulta difícil encontrar un camino por el cual asumir una verdad, así que, decidí hablar de mi propia realidad, la que miro a través de mi ventana, en aquel municipio al norte de Bogotá con 129.652 habitantes, la ciudad de la Luna (Chía) nombrada así por mis ancestros Chibchas.
Miro por mi ventana una realidad que no pareciera estar ocasionando caos en el mundo, siento tranquilidad al ver la luz tocando mis mejillas, al ver las montañas a lo lejos y las flores color magenta que se despiertan a mi lado cada mañana, veo aquel tronco que las sostiene delgado y un tanto desgarbado para sostener a tan hermosa planta, en la que se posan cada mañana aves con su melodioso cantar; esta combinación inexacta que me sacia y me despierta para hacerme recordar lo viva que estoy y lo bien que se siente poder apreciar tan simple maravilla, pero que con el afán de los días no percataba.
Mi realidad no parece ajena a lo que muchos viven en el mundo, encerrados, trabajando desde casa, viendo series que jamás pensaban ver, algunos pelean por estar juntos, otros valoran el tiempo con sus seres amados, unos se quejan por la incomodidad ante lo que sucede, (es que como no afanarnos si el mundo sigue girando y en los bolsillos de muchos la plata escasea), otros mantienen la paz esperando que todo mejore.
Yo me siento en la división de ambas circunstancias, en la incomodidad frente a lo que nos pasa en las narices, pero manteniendo aquella paz que poco me caracteriza pero que he aprendido a trabajar día tras día, y es que soy de esas personas que se desespera al ver pasar las horas, sin embargo, veo en las noticias los delfines que nadan libres en un mar atropellado por el hombre, veo los animales recobrando su espacio, un espacio robado por el ser humano, observo que pueden salir sin estar encerrados en una frontera ficticia creada por nosotros, me hace sentir que si vale la pena estar en casa.
Puedo salir solo un día a la semana a comprar víveres (en ocasiones me doy el gusto de comprar una que otra chuchería que ya no puedo ver en las tiendas a diario) y es que todo parece normal pero a la vez tan extraño, las rutinas cambian, lo que ayer parecía normal hoy se convierte en todo un deseo humano, el salir a la calle, observar los autos pasar, la gente, ver la cara familiar del señor de la tienda, del vecino que con el afán de los días ni saludaba y hoy saludo y hasta le tiendo una mano para ayudar.
Algunos dicen que lo que está ocurriendo en el mundo cambiara la historia de la humanidad, no sé qué pasará en este mundo un tanto extraño, pero mi verdad, es que cambio mi realidad. Detuve el sonar del reloj para sumergirme dentro de mí, recordando aquellos que están y otros que se fueron, me he dado la oportunidad de reír, pero también de llorar, aquellas emociones básicas pero que no nos permitimos sentir por la vida laboral o los problemas del diario vivir.
Saque a mi viejo y paciente amigo de cuatro cuerdas, siempre a mi espera, tan fiel, nos acompañamos en nuestra soledad, nos amamos en silencio a nuestra manera, él siempre a la espera a pesar de que yo lo abandone, ahí está, mi extensión, mi violín.
Me di a la tarea de sacar la canción que mi padre tanto me pedía unos meses atrás y no había querido por las emociones que con ella traía. Hoy día, me di el tiempo de meditar y sobrepasar aquellas sensaciones para encontrarle sentido, aquel sentido de las circunstancias por las que se convirtió una canción importante para mi papá; es que la vida y la muerte están a tan solo un paso. Se revivió aquel sentimiento que me hacen mirar a mi viejo y ser feliz de que aún esté conmigo y de que mis seres amados están acompañándome y los pueda abrazar.
En estos tiempos del coronavirus florece ese gran temor del ser humano que es la muerte. Con esta experiencia me permití verla más allá, incluso dejar de temerle tanto. Esta cuarentena me ha permitido enfrentar aquellos desafíos que tenía guardados hace tiempo, yo estoy creciendo y espero que cuando el ser humano salga de sus casas también vean su mundo diferente.
En ocasiones soy pesimista frente a lo que va a pasar luego de esta pandemia y lo que hará el ser humano, si realmente será promotor de cambios o ¿tendrá la naturaleza que sacudir más fuerte?, hoy tengo 25 años, pero sueño con llegar a anciana y poder ver a través de mi ventana aquellas montañas y el sonido majestuoso de las aves que me despiertan cada mañana…
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