La cubana Myrna Padrón está convencida, a sus 50 años, de que nunca dejará de pagar el precio por asumir a la luz del día que ama a otra mujer.
«Soy abuela y ahora me estoy viendo dentro de otro clóset. Siempre tengo el temor de qué van a pensar en la guardería de mi nieta, cuál será el momento y la manera adecuada para que conozcan que soy lesbiana y activista, cómo tratarán a la niña cuando lo sepan», confiesa Padrón, en diálogo con SEMlac.
Esta comunicadora cultural e integrante del Proyecto Arcoíris, que se declara independiente y anticapitalista, supo mantener a su hija junto a ella cuando salió del armario y vivió otra vez el proceso con la niña de su actual pareja, que en los inicios de la relación tenía cinco años y hoy es una adolescente de 13 años.
Pero el ciclo volvió a comenzar con la llegada de la nieta.
Las mujeres lesbianas, sobre todo las que son madres, suelen enfrentar un largo camino de discriminaciones desde el momento en que reconocen su orientación homosexual, públicamente.
Activistas y fuentes científicas aseguran que ellas son doblemente discriminadas, por su género y orientación sexual.
Por esa razón, muchas nunca salen del clóset ni engrosan las filas de activismo por el respeto a la libre orientación sexual e identidad de género, un movimiento que gana más fuerza en Latinoamérica desde que logró el matrimonio igualitario en Argentina, Uruguay y Brasil.
Ese fenómeno se vive por igual en todo el continente, coincidieron grupos de mujeres lesbianas y bisexuales que participaron en la VI Conferencia Regional la Asociación Internacional de Lesbianas, Gays, Bisexuales, Trans e Intersex para América Latina y el Caribe (ILGALAC), celebrada del 6 al 9 de mayo en Varadero.
El Centro de Convenciones Plaza América, del balneario cubano, a 121 kilómetros al este de La Habana, acogió a representantes de más de 200 organizaciones de ILGALAC, Europa y Estados Unidos en esta cita, primera de su tipo realizada en el Caribe, donde todavía 11 países condenan la homosexualidad.
La mexicana Gloria Careaga, cosecretaria de Ilga, consideró que «las lesbianas siempre van detrás de alguien en el movimiento LGBTI (de lesbianas, gays, bisexuales, transgéneros e intersexuales)». A su juicio, la lucha de las mujeres tiene que visibilizarse más en el continente.
«No podemos obligarlas a todas a salir del clóset porque es una decisión personal. Pero mientras muchas más luchen por sus derechos, el avance será más importante», indicó Careaga a SEMlac, al opinar sobre el activismo lésbico y sus carencias respecto a recursos humanos y materiales.
Además, insistió en la importancia de eliminar la fuerte discriminación social, que les impide a las personas «caminar libremente» y asumir sin miedos su orientación sexual e identidad de género.
La diseñadora gráfica Anaís Morales, integrante de la Corporación Femm, de Colombia, dijo a SEMlac que en el activismo LGBTI «siempre se hacen sentir más los hombres gays». Por ello, la joven no sabe decir exactamente «en qué lugar» están las mujeres. Sí está segura de que «no estamos bien».
En la conferencia de ILGALAC, mujeres lesbianas y bisexuales identificaron entre los desafíos regionales la necesidad de capacitar y empoderar a más mujeres no heterosexuales, ganar en liderazgo, acceder a la justicia, tener trabajos dignos y reducir la violencia de género y los crímenes de odio.
Otras metas a seguir son la urgencia de continuar luchando por el matrimonio igualitario y la adopción, crear políticas públicas inclusivas y que en más países las parejas de mujeres tengan servicios de reproducción asistida.
La representación cubana indicó que en la mayor de las Antillas se sufren limitaciones similares.
«Hay mucha invisibilidad de la realidad de las mujeres lesbianas. No tenemos espacios amigables donde podamos sentirnos tranquilas y conversar sobre temas afines», reveló a SEMlac Teresa Fernández, coordinadora nacional de la Red Social de Mujeres Lesbianas y Bisexuales.
Aunque la filóloga de formación no aspira a crear guetos, lamentó que en muchos espacios públicos las parejas lesbianas «suelen ser acosadas o reciben todavía las miradas incómodas de mujeres y hombres heterosexuales que no nos aceptan».
Para ella, esa es una causa de la poca participación femenina en los grupos por los derechos LGBTI. «No sé si es que falta valor. Pero la gente no se expone y falta conciencia de la importancia de militar en ese sentido», valoró.
Hoy casi un centenar de activistas engrosan ocho grupos lésbicos en Cuba que reciben el acompañamiento del estatal Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex).
Todos se enlazan en la red coordinada por Cenesex, que representó a Cuba en la conferencia de ILGALAC junto al Proyecto Arcoíris, la no gubernamental Sociedad Cubana Multidisciplinaria para el Estudio de la Sexualidad e iniciativas asociadas a otras entidades estatales como el Centro Nacional de Prevención para las ITS y el VIH/sida.
Las primeras en organizarse fueron, en 2003, Las Isabelas, en la oriental provincia de Santiago de Cuba. Además existen actualmente Oremi en La Habana, Fénix en Cienfuegos, Caucubú en la ciudad de Trinidad, Sancti Spíritus; Atenea en Ciego de Ávila, Venus en Granma, Labrys en Villa Clara y, en 2014, nació un grupo en la central Camagüey.
Para Marcelina R. Carracedo, trabajadora de la industria tabaquera y coordinadora de Caucubó, el activismo cubano en general necesita obtener un gran logro. «Nos hace falta el matrimonio legalizado. Se debe tomar un acuerdo serio porque llevamos mucho tiempo luchando y hablando sobre el tema», compartió.
Esta mujer, que todos la conocen por Chuchi, se refirió a la propuesta de unión legal entre personas del mismo sexo incluida en el anteproyecto de nuevo Código de Familia, un documento que todavía el parlamento cubano se resiste a analizar y discutir.
Mariela Castro, diputada y directora del Cenesex, dijo en la conferencia de ILGALAC que justo la unión legal es el elemento más conflictivo de la propuesta, encaminada en general a atemperar la ley al escenario actual y las necesidades de la familia cubana.