Mientras que el covid-19 barre el planeta habiendo sido aparentemente reducido a números manejables en China, los gobiernos y los líderes mundiales están luchando para llegar a un acuerdo con la nueva realidad. Ha quedado claro que todo lo que creíamos saber sobre el funcionamiento de la economía es falso. ¡En realidad podemos sobrevivir sin los mercados! ¡Podemos reducir el consumo! ¡No tenemos que estar todo el tiempo en el trabajo! ¡Podemos reducir la actividad humana a lo esencial del suministro de alimentos y la atención sanitaria! No es la forma más divertida de vivir, ¡pero podemos hacerlo!
Ha llegado un nuevo día.
Y, sin embargo, ¿será capaz la especie humana de unirse en su hora de necesidad global y arrebatar el poder a la élite financiera y a los poderes militares que han subyugado a la humanidad a vidas llenas de sufrimiento e indignidad para la gran, gran mayoría?
Es evidente que habrá que volver a trazar las prioridades y que tendrá que surgir una nueva sociedad basada en los siguientes principios, entre otros:
Una verdadera democracia en la que los representantes elegidos representan verdaderamente al pueblo que los vota y no a los intereses financieros que pagaron sus campañas, un modelo democrático que asigna la representación proporcionalmente a los votos emitidos.
La plena aplicación de los derechos humanos existentes, tal y como se esboza en la Declaración de las Naciones Unidas, y su posterior desarrollo en nuevas áreas.
Un sistema descentralizado en el que las decisiones se delegan lo más cerca posible de las bases de la sociedad, permitiendo que las comunidades asuman la responsabilidad de su propio desarrollo y bienestar, pero permitiendo que las regiones trabajen juntas para hacer frente a situaciones que son demasiado grandes y complicadas para tratarlas solas.
Un sistema económico que compensa el verdadero trabajo productivo realizado y los servicios prestados, en contraposición a un sistema impulsado por la especulación, la usura y el mero juego; un sistema en el que el pueblo decide sobre la creación de dinero, y no los bancos privados; un sistema en el que el pueblo decide sobre el costo de los bienes, las materias primas y los servicios y no los «mercados» que se han instalado en la conciencia pública como fuerzas de la naturaleza fuera del control de los seres humanos.
Un sistema económico que también proporciona un ingreso básico para todos y que permite a cada ser humano tener sus necesidades básicas cubiertas, de manera que no tenga que temer por su salud, su vivienda y sus gastos de servicios públicos, desde que nace hasta que muere.
La propiedad común de los medios de producción para todo lo que es esencial para proporcionar el bienestar humano.
Un sistema global en el que todas las naciones tienen igual voz en unas Naciones Unidas refundadas, eliminando el poder de veto de ciertos países que creen tener el poder de mandar a chantajear al mundo entero.
La eliminación de las fronteras para que las personas puedan viajar a donde quieran, entendiendo que en un mundo equitativo y sin desigualdades, se eliminará la presión sobre las comunidades para que emigren a grandes distancias en busca de un futuro mejor, y, aunque las personas jóvenes y mayores siempre tendrán el deseo de viajar, a la mayoría de las personas les gusta establecerse en comunidades en las que comparten el paisaje social y cultural por el que sienten afecto, cerca de donde viven su familia y sus seres queridos.
Un planeta desarmado en el que seguirá habiendo necesidad de fuerzas armadas para funciones humanitarias y misiones de resolución de conflictos – porque siempre habrá desastres naturales y conflictos – pero estas fuerzas responderán a la comunidad mundial, y las naciones no podrán someter por la fuerza a sus poblaciones a situaciones de vida inhumanas.
Reciclar todo para detener la continua extracción de materias primas del planeta, dándonos cuenta de que nuestro planeta es finito, y que es nuestra responsabilidad desarrollar una forma de vida que sea sostenible no sólo para las próximas generaciones, sino para un millón de generaciones más. Somos realmente los guardianes del planeta y tenemos que tomar esa responsabilidad con la seriedad que se merece.
De la misma manera tenemos que proteger nuestro medio ambiente ahora y devolver a la naturaleza todo el espacio que podamos. Convertir toda la energía en fuentes renovables, porque eliminar la combustión de hidrocarburos y la energía nuclear es una parte esencial de nuestro mundo futuro también.
Una cultura de la noviolencia, porque la violencia que experimentamos cada día en nuestras sociedades: física, económica, psicológica, sexual y racial, entre muchas otras, no es propicia para una sociedad que favorezca el desarrollo de la vida humana y la extraordinaria capacidad de conciencia de la que hemos sido dotados.
Nada de lo anterior es nuevo. Hay legiones de personas en todo el mundo trabajando en estas y muchas más áreas.
Pero ahora tenemos una ventana de oportunidad, porque con el colapso del sistema global como resultado del covid-19 podemos hacer lo que Guillermo Sullings escribió en su excelente libro «Encrucijada del futuro del ser humano«, del cual se han tomado muchos de los puntos anteriores. Como él señala, hay una necesidad de cambiar todo al mismo tiempo:
“Hay que comprender que no será posible cambiar una parte sin cambiar el todo, porque cada parte responde a la lógica del sistema mayor que la contiene. No sirve pensar cada parte por separado para engendrar un monstruo como el de Frankenstein, que sólo podría cobrar vida en la ficción. Es por ello que el proyecto de la Nación Humana Universal, aunque parezca paradójico, es más realista que los proyectos de cambiar solo una parte e insertarla en el sistema actual.”
Pero también dice:
“Sin embargo, nada de esto ocurrirá mientras no despierte en el interior del ser humano ese espíritu adormecido que lo conectará con su sentido evolutivo. Ese contacto con su interior desde el que surgirá la necesidad de ser coherente y de tratar a los demás como se quiere ser tratado. Pero cuando esto ocurra, todo comenzará a cambiar, y ese momento está próximo, porque la saturación que produce en el ser humano este vacío que avanza, tarde o temprano será detonante de su renacer.”
El Coronavirus está creando este vacío creciente dentro de los seres humanos, ya que estamos físicamente aislados unos de otros y del sistema económico que nos exige ser los esclavos de una élite todopoderosa. ¿Estamos a punto de ver un renacimiento de la civilización humana basado en la necesidad de tratar a los demás como queremos ser tratados? Esperemos fervientemente que sí.