Desde varias partes del mundo algunos humanistas han reflexionado sobre el momento actual y han elaborado este documento y esta campaña a la que Pressenza adhiere.
La salud es un derecho universal.
Por sobre las leyes del mercado y la especulación financiera.
Con esta convocatoria respondemos a los llamados a asumir nuestra responsabilidad que se nos han hecho llegar. Usaremos todas nuestras fuerzas para superar esta emergencia. Y lo haremos como podamos: quedándonos en casa, continuando con nuestro trabajo si es necesario y ayudando a los que están en dificultades de todas las maneras posibles. Seremos responsables e intentaremos convencer a los que nos rodean de que también lo sean.
Seguiremos siendo responsables incluso cuando esta situación haya pasado y se llegue a resultados de la catástrofe que pagarán millones de personas, además de la pérdida de tantas personas afectadas en condiciones inhumanas, de gravísimas consecuencias sanitarias y económicas.
Pero también exigimos responsabilidad a ustedes, nuestros representantes, personas a las que hemos delegado decisiones muy importantes, y en quienes también estamos confiando nuestras vidas y las de nuestros seres queridos en este momento.
No somos ingenuos y sabemos perfectamente que no estamos únicamente experimentando un accidente, sino que estamos pagando las consecuencias de prioridades completamente erróneas y opciones inaceptables.
La salud, la investigación científica y la vida misma de las personas se han subordinado a otras cosas: al mercado, a las opciones financieras y al respeto de los parámetros económicos que no tienen nada que ver con el bienestar de la comunidad.
Este virus no ha creado las contradicciones que estamos experimentando, sino que sólo nos ha ayudado a verlas. Hoy, las consecuencias están a la vista de todos. Es evidente que los mecanismos que han regulado nuestra sociedad hasta ahora no garantizan nuestro bienestar e incluso amenazan la supervivencia.
La dificultad, falta de coordinación, lentitud y la indecisión con que nuestros gobiernos han respondido a esta emergencia nos han mostrado claramente cómo sus manos están atadas por los mercados, el sistema financiero y el chantaje de la economía mundial. Decirnos que esto es inevitable es admitir que nuestra democracia ya no tiene razón de ser. Y ello resulta inaceptable, inmoral y va en contra de la evolución humana. Exigimos que nuestros gobiernos representen los intereses del pueblo y no los de los mercados.
Reconocemos los errores que hemos cometido. Ingenuamente pensamos que seguir ciertas recetas económicas, someterse a ciertos chantajes, nos salvaría de la situación en la que se encuentran millones de personas en los llamados «países en desarrollo». Ingenuamente creímos que podíamos salvarnos a nosotros mismos. Pero hoy, ante esta crisis, ante la amenaza de nuevas guerras, nuevas posibles pandemias y desastres ecológicos, nos damos cuenta de que nadie puede sentirse seguro si no se garantiza el bienestar de todos, al igual que comprendemos que ya no hay pueblos separados sino una sola gran familia humana.
La solidaridad que se está expresando, la ayuda mutua entre individuos, regiones, estados, señala la dirección en la que debemos movernos.
Ya no seremos manipulados por campañas de odio que sólo sirven para dividirnos.
Ninguno de nosotros está aislado, ninguno es prescindible y nadie puede salvarse a sí mismo.
El progreso de unos pocos termina siendo el progreso de nadie.
Pedimos a todos los gobiernos de nuestros países que inmediatamente:
– Se hagan todos los esfuerzos para superar esta crisis, dándole prioridad logística y económica absoluta hasta que se supere el peligro. La vida humana es el valor más importante.
– Las instalaciones de salud pública se fortalezcan, adaptándolas adecuada y permanentemente a las necesidades reales. Sus parámetros de funcionamiento ya no deben medirse en función de la productividad, sino de su capacidad para mejorar la salud pública y la prevención. Este fortalecimiento debería abarcar también la investigación y la capacitación del personal.
– Se disponga de un financiamiento masivo, adecuado y no reembolsable para apoyar a las personas, las familias y las empresas productivas que se verán muy afectadas por esta emergencia. Estos fondos no deben ser compensados de ninguna manera por nuevos recortes en el gasto de los servicios públicos, sino que deben provenir de la riqueza que se ha concentrado en manos de unos pocos individuos, bancos y fondos especulativos en las últimas décadas. Por ejemplo, gravando las inversiones especulativas, gravando los ingresos de las grandes empresas que actualmente no pagan impuestos en los países en que operan. Es necesario recortar urgentemente otras partidas presupuestarias como las relacionadas con los gastos militares, especialmente las misiones en el extranjero y la compra de nuevos suministros y equipos.
– La creación de un fondo de emergencia internacional gestionado por las Naciones Unidas para apoyar a los países más frágiles económicamente (como el África subsahariana), en los que esta pandemia corre el riesgo de tener consecuencias más devastadoras. Esta ayuda no debe convertirse de ninguna manera en una nueva deuda.
En cuanto a nosotros, ya no seremos sólo espectadores pasivos.
Sentimos la necesidad de encontrarnos con nosotros mismos y con el otro en profundidad. Redescubrimos lo esencial de la vida y lo estamos convirtiendo en la base de nuestra existencia. Cambiaremos nuestras prioridades y cultivaremos nuestras mejores aspiraciones. Somos muchos, de todas las generaciones y culturas, y nuestra fuerza será tal que no será posible ignorarnos.
«Estamos al final de un oscuro período histórico y ya nada será igual que antes. Poco a poco comenzará a clarear el alba de un nuevo día; las culturas empezarán a entenderse; los pueblos experimentarán un ansia creciente de progreso para todos entendiendo que el progreso de unos pocos termina en progreso de nadie. Sí, habrá paz y por necesidad se comprenderá que se comienza a perfilar una nación humana universal». Silo
Humanistas por #saludunderechouniversal
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