Una puerta se ha abierto y merece la pena trabajar en un nuevo impulso por la humanización del mundo. Si podemos silenciarnos en este aislamiento, tal vez avancemos hacia el despertar del ser humano, hacia la llegada del León Alado.
Hoy se hacen evidentes los grandes temores que han acompañado al ser humano a lo largo de su existencia: el temor a la soledad, a la vejez, a la enfermedad y a la muerte, temores que han movido en gran medida nuestra acción compensatoria en el mundo.
Estos miedos han dejado de actuar en la copresencia individual y colectiva para hacerse presentes por las circunstancias excepcionales que vivimos. Un virus hace que nos aislemos físicamente y la soledad sicológica se acreciente para tratar de evitar el contagio y, como consecuencia, la enfermedad y la muerte. Para qué hablar del temor a la vejez cuando vemos que los ancianos son precisamente el colectivo más vulnerable en esta crisis planetaria que recién comienza. Una soledad acrecentada por el individualismo salvaje que ha vertebrado nuestras relaciones y que hoy pasa su factura.
En este aislamiento obligado, se nos abren algunos caminos: el de la desesperanza y falta de fe en nosotros y en el futuro, el de la tensión, la violencia, el sinsentido, la contradicción y la locura (manifestaciones de lo cual ya están, en forma de mayor pobreza, el desequilibrio sicológico y social…), el de la fuga –mientras podamos mantenerlo y permitírnoslo– en forma de ocupar el tiempo con juegos, tv… o la posibilidad de revisar desde otra perspectiva el momento actual y las prioridades que nos han traído hasta aquí.
Tal vez podamos reconocer que el dinero, el poder y el prestigio –valores que han movido esta última etapa de la humanidad– no nos aíslan de un virus que se ha colado en nuestras vidas casi sin darnos cuenta.
Y quizás en este estar solos con nosotros mismos, en algún momento nos preguntemos por el mundo en el que vivimos, qué hacemos en este mundo, qué pasa después de la muerte… cuál es el sentido de todo lo existente.
Puede ser que tengamos que recorrer como humanidad todo un proceso, que pase por vivir el desastre psicosocial que va a quedar cuando la crisis sanitaria pase – y que empezamos a observar-, para pasar a sentir un gran fracaso, el fracaso a esta cultura que nos está conduciendo a la destrucción y la muerte –no solo del cuerpo sino también del espíritu–… Y será entonces, tal vez, cuando se abra la posibilidad de cierto tipo de experiencias trascendentales, que solo el silencio externo e interno permiten manifestarse.
Es posible que estemos ante la caída de una etapa como humanidad y en esa caída podamos ver ese paisaje de formación1 que nos ha movido en los últimos miles de años. Es posible que en esta soledad la conciencia individual y colectiva se observen a sí mismas y se atrevan a mirar esos temores.
Estaríamos entonces ante la posibilidad de salir de una repetición sufriente no elegida, y de comenzar a caminar por las enormes avenidas de la libertad, de la liberación del dolor y el sufrimiento.
Para ello necesitamos –en esta soledad impuesta y convulsa– parar, aceptar este momento, no oponernos a él y buscar la raíz del problema social y personal que vivimos y que es el mismo para todos. Es fundamental que en esta adversidad nos adentremos un poquito en nosotros mismos, nos calmemos, atendamos y observemos sin culpas el estilo de vida que nos ha llevado a este punto.
Y entonces, si muchos nos ponemos en ello, es posible que podamos observar la ilusoriedad de nuestros temores y un clamor individual y colectivo se abra paso, un clamor en forma de pedido verdadero por retomar el sentido más profundo de nuestra existencia, por ganar en fe profunda en nosotros y en el proceso humano, por experimentar que la muerte no detiene el futuro, por dejar de sufrir… Entonces, quizás, podamos vivir todo ello y comprender que necesitamos y podemos reconstruir el tejido social, el Nosotros, y alegremente nos entreguemos a humanizar este mundo “tratando a los demás como queremos ser tratados”2 … Un pedido que anuncie la llegada del León Alado.³
¹ Autoliberación. Paisaje de Formación. (Epílogo). Luis A. Ammann, pág. 232.
² Se refiere al principio universal, base de todo humanismo, que Silo precisó en su libro La Mirada Interna e incluído en El Mensaje de Silo (2002) como «Si tratas a los demás como quieres que te traten, te liberas».
³ El día del León Alado, Silo.