A juicio de Josef Braml, del think tank Sociedad Alemana para Política Exterior, el presidente de Estados Unidos debe tener mucho tacto en su breve gira por Asia, pese a que no dispone de mucho espacio para maniobrar.
El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, comenzó su recorrido por cuatro países asiáticos –Japón, Corea del Sur, Malasia y Filipinas– asegurando que la Casa Blanca no tiene nada en contra de que China amplíe su área de influencia, pero insistiendo también en que esa expansión no debe consumarse a expensas de los aliados de Washington en el Océano Pacífico. Con esas palabras, el mandatario norteamericano buscaba tranquilizar a quienes serán sus anfitriones durante una semana.
Pekín tachó de “miope” a Estados Unidos por pretender “enjaular” al gigante de Asia, pero Obama ha respondido con diplomacia hasta donde ha podido –quizás use un tono más severo para persuadir a Corea del Norte de no realizar otra pruena atómica– para no causar sobresaltos en una región de por sí cargada de tensiones. DW habló con Josef Braml, de la Sociedad Alemana para la Política Exterior (DGAP), sobre los retos que esta gira asiática le depara al hombre fuerte de Washington.
Deutsche Welle: ¿Qué tan difícil es la misión diplomática de Obama, que comenzó este miércoles (23.4.2013) en Tokio?
Josef Braml: La gira asiática de Obama es una misión difícil. Es una misión delicada que se ve complicada por la crisis de Ucrania. Los asiáticos están a la expectativa; quieren ver si Estados Unidos está en capacidad de honrar sus compromisos cuando promete proteger a sus socios. Washington y Kiev firmaron un acuerdo que estipulaba la entrega del arsenal atómico ucraniano –de los tiempos cuando la Unión Soviética todavía existía– a cambio de que Estados Unidos garantizara la integridad territorial de Ucrania. Si Estados Unidos no puede cumplir esa obligación, los asiáticos se preguntarán qué valor tiene la Pax Americana para Asia.
Estados Unidos tiene una relación compleja con Japón y Corea del Sur porque hay muchas tensiones entre estos dos países asiáticos. ¿Cómo puede posicionarse Obama para que ninguno de ellos se sienta desfavorecido?
Los intereses en juego parecen un juego de mikado. Por un lado, a Estados Unidos le conviene que Japón y Corea del Sur se entiendan bien, lo cual es difícil de conseguir. Por otro, a pesar de sus diferencias, Japón y Corea del Sur tienen intereses en común que están en conflicto con ciertos intereses de Washington. Por ejemplo, las cuestiones monetarias y de divisas. En ese ámbito, Japón y Corea del Sur están alineados con China porque ni Tokio ni Seúl quieren continuar acumulando sus reservas de dinero predominantemente en dólares estadounidenses.
Es decir, Japón y Corea del Sur ya no quieren seguir comprando cantidades enormes de bonos de la deuda estadounidense y eso es malo para Estados Unidos porque esas compras son las que permiten sostener el nivel de vida de su población y financiar su deuda soberana. Lo que Tokio y Seúl quieren es dejar sus reservas financieras en su propio espacio económico. Japón y Corea del Sur están cada vez más orientadas hacia China también en materia comercial. No obstante, los japoneses y los surcoreanos esperan que los estadounidenses los protejan, y eso tiene su precio.
Estados Unidos va a intentar atraer a Japón y a Corea del Sur hacia su esfera económica a través del Acuerdo Estratégico Trans-Pacífico de Asociación Económica (TPP, sus siglas en inglés), y simultáneamente buscará dejar por fuera a China. Yo dudo que Washington alcance ese objetivo porque incluso dentro de Estados Unidos hay una gran resistencia a ese pacto de libre comercio.
Aunque China es importante para Estados Unidos, ese país no está en la lista de los Estados que Obama va a visitar. ¿Qué mensaje le envía la Casa Blanca a China al excluirla de la gira asiática del presidente?
Creo que la señal más fuerte está dirigida a los países que esperan protección de Estados Unidos. Sin embargo, Washington y Pekín deben negociar y llegar a acuerdos porque Estados Unidos depende de China. No olvidemos que la inmensa deuda estadounidense es financiada principalmente por China. Eso significa que, en realidad, estamos ante una fuerte dependencia mutua. Es bueno mirar más allá de asuntos como las políticas de seguridad para entender que el bienestar de Estados Unidos está estrechamente ligado al bienestar de China. Así que a los estadounidenses no les conviene asumir una actitud provocadora de cara a Pekín.
A China debe haberle molestado el hecho de que Obama le asegurara a Japón que Estados Unidos garantizaría el cumplimiento de lo estipulado en el tratado de seguridad de 1960, por un lado, y que ese tratado incluía las islas Senkaku o Diaoyutai. ¿Qué efectos puede tener esa afirmación de Obama sobre las relaciones sino-estadounidenses?
En ese caso se han hecho interpretaciones contradictorias. Yo creo que Pekín conoce el grado de independencia con que actúa Estados Unidos y también la propia vulnerabilidad de China. Ambas partes están condenadas a entenderse de alguna manera. Y, a mi juicio, esa circunstancia tiene más peso que las pequeñas querellas del entorno.