Las causas de esta crisis no está en los jóvenes que evadieron. No está en los millones que se movilizaron. Las causas están en un modelo económico brutal que se basa en la desigualdad. Este modelo se basa en que muchos trabajen a bajo costo para que unos pocos, dueños del capital, se beneficien a niveles intolerables. Este modelo depredador, que regala el agua, el litio y el mar, tiene desesperado a millones que ya no aguantan que les digan que deben tener paciencia, que deben seguir esperando. Ahí están las causas de esta crisis.
Hasta el 28 de octubre pasado nuestro país tenía que tragarse las brillantes declaraciones de un ministro de Hacienda que mandaba a los chilenos a rezar y les proponía comprar flores. Ese día asumió el actual ministro Ignacio Briones, y palabras más, palabras menos, siguió con los mismos parchecuritas que viene ofreciendo el gobierno desde el comienzo de las movilizaciones sociales: bonos, subsidios y aumentos mínimos en los ingresos y pensiones que en nada resuelven decenios de abusos, maltratos y postergaciones. Ni un cambio de fondo al modelo económico.
¿Qué se puede esperar, si el ministro es parte de un gobierno que ha insistido una y otra vez en las bondades de un modelo que, claro, ha resultado maravilloso para unos pocos, pero a costa de la angustia y la postergación de una inmensa mayoría? ¿Qué cambios se pueden esperar cuando el presidente Piñera notificó al país que “lo peor ya pasó”?
El problema es que lo peor no ha pasado. La semana pasada conocimos las cifras de endeudamiento. Las familias gastan 3⁄4 partes de su sueldo solo en pagar deudas. No les alcanza para nada. ¿Cómo esos padres, y sobre todo esas madres, van a poder pagar el gasto en alimentación, transporte, medicamentos, cuentas, con apenas un 25% de su ingreso? ¿De dónde pueden sacar recursos esas familias cuando la mitad de los chilenos recibe sueldos de $400.000 o menos? No pueden, no les alcanza. ¿Cuánto más deben esperar?
Cuando se habla de la necesidad de mayor equidad siempre se nos responde con palabras como “hay que ser serios”, “hay que ser responsables” y siempre se nos dice que estos son problemas muy complejos y demoran muchos años en ser resueltos, pero cuando se trata de favorecer a los poderosos, el gobierno estaba disponible para una reforma tributaria que les significaba a esos pocos un beneficio de más de 800 millones de dólares.
¿Por qué siguen rechazando que el agua sea un bien público de todos los chilenos? ¿Por qué se oponen a un royalty de verdad en vez de la miseria que aportan las multinacionales de la minería? ¿Por qué nos hablan de ser responsables para no mejorar sueldos y pensiones, pero no dicen nada del nivel obsceno de los gastos militares, el segundo más alto per cápita en la región? ¿Por qué no reducimos drásticamente ese despilfarro si, aunque el presidente no lo crea, NO estamos en guerra?
El único modo en que las familias han podido sostenerse ha sido con un endeudamiento creciente, asfixiante. Porque como las familias no llegan a fin de mes, tienen que volver a endeudarse. Y ahí los bancos aprovechan de renegociar, cobrándoles interés sobre interés. En cualquier país civilizado eso está al filo de la usura. En Chile es totalmente legal.
Los chilenos contraen deudas para pagar deudas. Y así se les va la vida. Y cuando les llega el momento de jubilarse, después de aportar lo mejor de sus vidas al país, economistas con el mismo sello del ministro Briones les dicen que no han ahorrado lo suficiente, que tienen lagunas y que ahora tendrán que conformarse con recibir pensiones de hambre.
Y aunque cueste creerlo, este es el modelo económico que llevó al presidente Piñera a decir que Chile era un oasis. Oasis imaginario, que a los pocos días mostró ser en realidad el pantano de la desigualdad y el abuso.
Pero además el costo social de este modelo no lo pagan solo los trabajadores, lo pagan también sus hijos. Porque en Chile los niños y niñas no tienen derechos sociales asegurados. Son “cargas” de sus padres, como los considera el sistema de salud. Si tienen enfermedades graves, el Estado revisa si esa enfermedad es parte o no de una lista cerrada. Y si no es parte de esa lista, los padres deben realizar bingos para que la caridad les dé lo que el Estado les niega.
Las causas de esta crisis no está en los jóvenes que evadieron. No está en los millones que se movilizaron. Las causas están en un modelo económico brutal que se basa en la desigualdad. Este modelo se basa en que muchos trabajen a bajo costo para que unos pocos, dueños del capital, se beneficien a niveles intolerables. Este modelo depredador, que regala el agua, el litio y el mar, tiene desesperado a millones que ya no aguantan que les digan que deben tener paciencia, que deben seguir esperando. Ahí están las causas de esta crisis.
Es hora que el gobierno de una respuesta seria. Unos pocos han ganado demasiado; esto no da para más. Es urgente construir un país con equidad, sin abuso, con dignidad. Este modelo se cae a pedazos y el presidente está más preocupado de las pérdidas materiales que de las personas. Deben asumir de una vez por todas que su modelo de acumulación desenfrenada está asfixiando a millones y el presidente deberá entender que lamentablemente, para millones de chilenos lo peor NO ha pasado.