La convocatoria circulaba por todos lados y la sola idea de festejar el Año Nuevo en la Plaza de la Dignidad, entusiasmaba a mucha gente. Pero la realidad superó la imaginación de cualquiera. Un día antes, efectivamente el Intendente Guevara afirmaba que movilizaría 1.000 efectivos de Carabineros como «control preventivo» del espacio. Pero desde el Poder Judicial algún juez señaló que el derecho a manifestación es inalienable, que incluso la actual Constitución lo garantiza, que nadie podía llegar a impedirlo si se trataba de un acto pacífico. La noche era espléndida, cálida, si bien oscura porque la alcaldesa de Providencia se negó rotundamente a reponer las luminarias que durante estos meses han desaparecido por completo de la zona cero de la protesta social.
Como en toda fiesta importante, hubo primero una cena. Fue cocinada allí mismo, por quienes voluntariamente llevaron además todos los ingredientes y utensilios necesarios, las enormes ollas, donde principalmente guisaron pollo con diversos acompañamientos. Instalaron mesones y sillas, pisos o banquetas. Cubrieron las mesas con plásticos o manteles, organizaron los puestos, los servicios, hasta colocaron velas. Una cena de lujo. Y los comensales, más todavía. Se invitó a cenar del modo más digno que se pudo, fundamentalmente a quienes han estado ya 74 días defendiendo este espacio, poniendo el propio cuerpo en lo que se ha venido a llamar «la primera fila». Aquellos que se han enfrentado cotidianamente con Carabineros para permitir que el resto se manifieste sin sufrir la represión, sin ser heridos, sin que les baleen un ojo ni tengan que arriesgar sus vidas. Ellos la arriesgan por todos. Se han convertido en los héroes de la Plaza de la Dignidad. Por eso se los homenajeó. Cenaron orgullosos, gustosos de compartir, sin capucha, dejando por una vez de lado sus improvisados escudos protectores. También fueron parte de esta cena compartida los voluntarios que han estado atendiendo en los improvisados puestos de salud.
Luego fueron llegando quienes habían comido en casa, una verdadera multitud. Miles de personas, decenas de miles, todas entusiastas, felices. Y ningún carabinero en las inmediaciones, si bien en las pequeñas calles aledañas más de algunas lacrimógenas dispararon. Los punteros láser, los bombos, las consignas, letreros, lienzos, la protesta no-violenta clamando por un cambio de modelo, un cambio completo en la forma en que concebimos la sociedad. Desde la terraza superior de un edificio, Galería CIMA transmitiendo en vivo por streaming y miles más conectados. Entonces vino el momento para los artistas y músicos, como la rapera Anita Tijoux, que hicieron sus presentaciones desde uno de los balcones de los edificios aledaños. La fiesta fue escalando, focos de colores transformaron el espacio en enorme discoteca y a la media noche, los fuegos de artificio que los mismos manifestantes llevaron, los abrazos, deseos de unos y otras, deseos para que el despertar de Chile nos permita tener muchas más celebraciones así, sin ninguna entrada que pagar, sin auspiciadores ni nadie que venda nada, todo hecho por la gente, voluntariamente, en paridad humana total, valorando la existencia de cada uno y construyendo el futuro común. El año nuevo con mayor dignidad que hemos podido tener.
Los vídeos y fotos son de Claudia Aranda y otros fotógrafos que han puesto sus imágenes en redes sociales: