La investigadora del Laboratorio de Anatomía Comparada y Evolución de los Vertebrados del Museo de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia y responsable de la revista de divulgación Carnotaurus, nos habló sobre cómo se apasionó por la paleontología y acerca del rol y los desafíos de las mujeres en la ciencia.
Por Matías Ortale/Agencia TSS (Tecnología Sur Sur)
Julia D’Angelo es licenciada en Ciencias Biológicas y doctoranda en Paleontología por la Universidad Nacional de La Plata. Se desempeña en el equipo del Laboratorio de Anatomía Comparada y Evolución de los Vertebrados del Museo de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia, donde además es jefa editorial de Carnotaurus, la primera revista de divulgación del museo. Es también coautora del libro «Naturalistas: Historia de mujeres científicas, talentosas y rebeldes» (2024, El Ateneo), junto con las investigadoras Laura de Cabo, Laura Chornogubsky y Laura Cruz. En esta entrevista, D’Angelo aborda la importancia de acercar la ciencia a las nuevas generaciones, la representación femenina en una disciplina como la paleontología y el impacto del desfinanciamiento estatal en la investigación científica.
—¿Cómo comenzaste a trabajar en el museo?
—Estudiaba en la Universidad Nacional de La Plata cuando conocí a quienes ahora son mis colegas. Me invitaron a sumarme al equipo, tenía 21 años y trabajaba cuando podía, entre las cursadas. Siempre me tuvieron mucha paciencia y me dieron la posibilidad de formar parte del grupo que tenemos hoy.
—¿Cómo es el trabajo dentro de este espacio?
—Tengo la posibilidad de formar parte de un equipo donde compartimos enfoques y trabajamos en construir algo desde este lugar. Nuestra política es mantenernos siempre abiertos, muchos chicos llegan interesados por la temática de los dinosaurios pero luego pueden descubrir otras ramas de la ciencia. La idea es que sientan que tienen un lugar al cual acudir. También es un espacio de formación y comunidad, donde muchos estudiantes dan sus primeros pasos en la investigación antes de terminar la carrera. Además, hay oportunidades para personas que no pudieron acceder a la educación formal, pero que aportan desde otros lugares con su experiencia y conocimiento.

Tapa del primer número de Carnotaurus, la revista digital del Museo Argentino de Ciencias Naturales
—¿Cómo empezó tu pasión por los dinosaurios?
—Crecí en una época en la que Discovery y National Geographic acercaban la ciencia a la gente. No todo el mundo tenía televisión por cable pero gran parte de la población sí, y eso permitió el acceso popular a este conocimiento. Veíamos documentales que mostraban cómo se hacían los hallazgos, explicaban teorías y acercaban la paleontología al público de una forma muy atrapante. En ese contexto, empezaron a surgir ciertos descubrimientos acá en la Argentina, lo que llamó la atención de la comunidad científica internacional. Nuestro país siempre tuvo hallazgos alucinantes en paleontología y crecer viendo esos documentales, donde se hablaba de fósiles encontrados en nuestro propio territorio, fue algo que despertó mi pasión por los dinosaurios.
—¿Sentís que esos documentales fomentan el interés por la ciencia?
—Sí, y también es importante que en las películas aparezcan paleontólogas mujeres. Por ejemplo, en Jurassic Park se mostraban científicas apasionadas y aventureras, y esos modelos importan mucho. Cuando doy clases en secundaria y les pido a estudiantes que dibujen a personas que hagan ciencia, la mayoría de las veces los representan como hombres blancos, con bata y lentes. Pero después, cuando hablamos sobre sus intereses, muchas chicas me dicen que les gustaría dedicarse a la ciencia. Entonces, ¿por qué no dibujaron científicas? La ciencia sigue siendo un ámbito masculinizado y cambiar esas representaciones es necesario para que más personas se animen a acercarse a estas disciplinas.
—¿Esa falta de visibilización es la que te llevó a escribir el libro de las mujeres pioneras del museo?
—El libro del que soy coautora sigue a mujeres que trabajaron en el museo y de las que no se sabía nada. Durante años, estas mujeres quedaron fuera de los registros oficiales. Hubo científicas que dedicaron su vida a la institución y de las que no quedó ni una foto en los archivos. Hay una invisibilización de las mujeres en la ciencia argentina.
Cuando pensamos en mujeres científicas, nos viene a la cabeza Marie Curie, que ganó dos premios Nobel. Una excepcionalidad. A las mujeres se nos exige el doble para ser reconocidas. ¿Y el resto? Las que no vamos a ganar un Nobel, ¿qué hacemos? Sin reconocimiento, muchas mujeres quedan en el olvido.
—Esa falta de reconocimiento se refleja en muchas historias de vida que aborda el libro. ¿Cuáles fueron algunos de los casos que más te impactaron?
—Uno de los casos que más me conmovió fue el de Rita Schiapelli y Berta Gerschman de Pikelintenian, dos aracnólogas que compartieron un único cargo en el museo porque no se les podía pagar dos sueldos. Pese a eso, siguieron adelante. Su relación fue una historia de colaboración, viajaban juntas, criaron a la hija de una de ellas y fundaron la primera institución dedicada al estudio de arañas en la Argentina. Rita falleció en 1976 y Berta en 1977, con apenas meses de diferencia. Aún en la actualidad sus trabajos son referencia internacional. Otra historia es la de Elvira Siccardi, una investigadora expulsada por razones ideológicas en 1966, en la Noche de los Bastones Largos. Como se quedó sin empleo, terminó trabajando como costurera para mantenerse, pero nunca dejó de colaborar con el museo hasta su muerte.
—¿Cómo es el acceso de las mujeres a la ciencia hoy en día?
—Cada vez hay más becarias, pero el techo de cristal lamentablemente sigue presente. Las mujeres no llegan a los cargos de poder. Además, en los últimos años, la inscripción femenina en la carrera de paleontología comenzó a disminuir. Hay que resistir y reafirmar lo que se consiguió. La dificultad no es solo académica, sino que también enfrentamos la carga de cuidados que impacta en el desarrollo profesional. Aunque las mujeres no tengan hijos, muchas veces deben cuidar a sus padres, porque culturalmente se espera que sean ellas las que asuman ese rol. Varias de las pioneras del museo pudieron dedicarse a la ciencia porque había otras mujeres sosteniéndolas desde ese lugar.

«Hoy, prácticamente todos los programas de financiamiento están pausados o discontinuados, dice Julia D’Angelo.
—¿Qué rol tienen las políticas públicas en el desarrollo de la ciencia en este sentido?
—Hay mucho trabajo por hacer en cuanto a ese tema. Tener un espacio para dejar a tus hijos cuando vas a congresos es una de las formas y es algo que todavía no se implementa en todos lados. El Estado tendría que estar ahí para generar estos lugares que son fundamentales en lo cotidiano de las mujeres.
—¿Cómo afecta el desfinanciamiento estatal en tu labor y cuál es la situación actual de la investigación científica?
—El CONICET no es algo común en otros países y nos permite hacer proyectos a largo plazo con cierta estabilidad. O al menos nos lo permitía antes.
Hoy, prácticamente todos los programas de financiamiento están pausados o discontinuados. No todos tienen la posibilidad de conseguir apoyo del exterior. Antes había más subsidios, hoy en día hay que rebuscársela. También en nuestro espacio tenemos la infraestructura y la gente nos conoce como referentes. Pero, aun así, para sostener nuestro trabajo el equipo del museo está formando una asociación civil que nos permita recibir fondos de particulares.
Mientras hablamos con Julia, llega la noticia de que lograron aprobar uno de los certificados necesarios para obtener la personería jurídica. Hay un pequeño festejo en la oficina, un momento de felicidad dado que en el contexto actual, cualquier avance es una victoria.
—Carnotaurus¹ se lanzó recientemente como revista digital. ¿Cómo surgió la idea?
—En un principio era solo un boletín de comunicaciones internas. El Carnotaurus es uno de los dinosaurios carnívoros más singulares descubiertos en el país y uno de los más famosos a nivel mundial. Es un ícono y lo tenemos acá en el museo. Es el único ejemplar conocido y vienen a investigarlo de todas partes del mundo. Por eso nos parecía un buen nombre que representa nuestra esencia. Creemos que además de la publicación científica también es importante la divulgación de noticias. Ese es el camino que nos proponemos. Todo lo que hacemos lo comunicamos porque nos paga el Estado, y el Estado son las personas. Tenemos la responsabilidad de informar para que la sociedad esté al tanto de nuestro trabajo.
—¿Cómo fue la respuesta de la gente?
—Hubo muchos comentarios en las redes sociales, no solo de personas cercanas al ámbito científico, sino de la gente en general, que se alegraba de tener este contenido en digital. Sentimos que era un espacio que necesitaba ser ocupado y estamos orgullosos de hacerlo. Más adelante nos gustaría imprimir la revista en formato físico para acercar más la ciencia a los chicos que vienen a visitar el lugar.
—¿Qué le dirías a los jóvenes que les interesa la ciencia y quieren comenzar a involucrarse?
—A las nuevas generaciones les diría que hacer ciencia es elegir, una y otra vez, maravillarse con lo desconocido, cuestionar lo que damos por sentado y abrir puertas para quienes vienen después. También es importante la apertura a nuevas formas de pensar.