Ante nosotros se abren claramente dos caminos: Paz creciente o destrucción creciente.
En Europa, los gobiernos, especialmente del Reino Unido y Francia, están pujando por el rearme, bajo la presión de una elite financiera que quiere salir de la crisis mediante el aumento de los gastos militares y la guerra, arrastrando a la gente hacia el terror y la pobreza. Sin embargo, alrededor del 60% de la población europea está en contra de la guerra y del envío de tropas y armas a Ucrania, y prefiere en cambio una solución negociada. Sólo el 20% apoya la continuación del conflicto, mientras que el 20% restante se muestra indeciso. Considerando sólo a la Unión Europea, ¡se trata de 270 millones de personas!
La dictadura de la minoría
La paradoja es evidente: la mayoría de los ciudadanos europeos quieren la paz, pero su voluntad no encuentra un canal para expresarse: es un grito sin voz. Las instituciones y los medios de comunicación se alinean con una narrativa que favorece la lógica bélica, ignorando cualquier alternativa diplomática. Esta brecha entre los ciudadanos y la política plantea una pregunta crucial: ¿Quién debería decidir sobre el destino de un conflicto y de la vida de las personas en una democracia?
La necesidad de la convergencia
* La conciencia de que la mayoría de la población está en contra de la guerra y el rearme abre nuevas perspectivas. Si somos mayoría, no debemos desperdiciar nuestras energías en discusiones interminables tratando de convencer a una pequeña minoría. Por el contrario, nuestras fuerzas deben orientarse hacia la acción y la convergencia con otras fuerzas pacifistas, humanistas y verdaderamente democráticas.
* La convergencia no es un simple cálculo de conveniencia ni una cuestión de números. Es la clave para romper el hechizo de la fragmentación. Se trata de adoptar una nueva mentalidad, lejos del «yo tengo razón, tú estás equivocado». Es la semilla de una nueva cultura.
Converger significa abandonar la vieja lógica de los personalismos, los cálculos oportunistas, el individualismo y la competencia.
La convergencia no sólo es necesaria: es revolucionaria y humanizadora.
* Un movimiento por la paz, convergente y horizontal, debe surgir de la red de activistas, asociaciones y partidos políticos. Las poderosas acciones no-violentas que se desarrollarán (las manifestaciones no son suficientes) se convertirán en puntos de referencia para una población que busca formas concretas para expresar su propia voz. Estas organizaciones tienen la responsabilidad de iniciar y apoyar este proceso de transformación.
Incluso los ejércitos tendrán que elegir: ¡ser un instrumento al servicio de una minoría de locos o defender a la mayoría, o sea la vida y los derechos de toda la población!
Una elección personal
En tiempos de crisis como el actual, necesitamos despertar en nuestro interior la necesidad de actuar.
¡Comencemos a hablar con otros sobre la necesidad de emprender iniciativas! A partir de uno mismo, se pueden desarrollar actividades incluso en lugares donde el activismo hoy parece ausente.
Por otra parte, incluso los grandes movimientos nacieron de la acción de uno o unos pocos individuos. Rompemos así otro gran hechizo: el que nos quiere aislados e indefensos, como hormigas sin voz.
Y si formamos parte de una organización, presionaremos para que colabore con el resto de la sociedad civil, contribuyendo a este gran proyecto de paz.
Hacia un futuro de paz
La convergencia no es simplemente un cambio de estrategia, sino una nueva forma de sentir y ver el mundo. Es un despertar de conciencia. Sólo así podemos crear una onda capaz de difundirse en todos los estratos de la sociedad. Una onda psicosocial capaz de oponerse a esta avalancha amenazante que parece imparable.
¡Unamos nuestras fuerzas, hagamos oír nuestra voz, elijamos el camino hacia un futuro de paz y solidaridad!