Por Dr. Allan Astorga Gättgens(*)

Vivimos en un momento crítico de la historia de la humanidad, un punto de inflexión en el que nuestras decisiones determinarán no solo el futuro del planeta, sino nuestra propia supervivencia. Desde hace décadas, la comunidad científica ha advertido sobre los efectos de la crisis climática y la degradación ambiental. Sin embargo, nuestra civilización sigue avanzando en la dirección equivocada, ignorando las señales de alarma y gestionando sus actividades de manera opuesta a lo que se necesita para restaurar el equilibrio de la ecosfera terrestre.

Este comportamiento no es nuevo. La humanidad, salvo contadas excepciones, ha sido históricamente una fuerza depredadora de su entorno. Sin embargo, hasta el año 1800 d.C., el impacto acumulado de nuestras actividades era relativamente bajo. Fue con la llegada de la Revolución Industrial cuando la situación cambió drásticamente. Desde entonces, el daño ambiental se ha acelerado de manera exponencial, en paralelo con el crecimiento de la población humana y la expansión descontrolada de nuestras actividades económicas.

Hoy, el daño ambiental es ubicuo: afecta no solo los ecosistemas terrestres, sino también los océanos, las capas de hielo y la atmósfera. Durante las últimas cuatro décadas, este impacto se ha intensificado a niveles sin precedentes. Todos hemos sido testigos de estos cambios: el aumento de temperaturas extremas, la intensificación de los desastres naturales, la desertificación de vastas regiones y la disminución alarmante de la biodiversidad. Y lo más preocupante es que, aunque sabemos lo que está ocurriendo, seguimos sin tomar medidas efectivas.

Un planeta enfermo y un sistema que lo ignora: lo novedoso de la situación actual es que nunca antes habíamos tenido acceso a tanta información sobre el estado del planeta. Gracias a los avances en tecnología satelital, inteligencia artificial y modelos científicos, hoy podemos monitorear con precisión los signos vitales de la Tierra. Instituciones como la NASA, la Agencia Espacial Europea y centros de investigación como el Instituto Potsdam para la Investigación del Impacto Climático han recopilado datos contundentes:

Ocho de los nueve límites planetarios han sido sobrepasados, poniendo en riesgo la estabilidad de los sistemas que sostienen la vida en la Tierra.
La concentración de CO₂ en la atmósfera es la más alta en los últimos 800,000 años.
Los océanos están perdiendo oxígeno, lo que amenaza la biodiversidad marina y la seguridad alimentaria de millones de personas.
Las temperaturas globales han aumentado más de 1,2 °C desde la era preindustrial, acercándonos peligrosamente al umbral de los 1,5 °C que desencadenaría cambios irreversibles. El año 2024 fue el más caliente y se alcanzaron los 1,5°C, algo que parece que va a prevalecer.
En otras palabras, nuestro planeta está gravemente enfermo. Hemos alterado el equilibrio ecológico de tal manera que nos acercamos rápidamente a un punto de no retorno, un colapso ambiental que amenaza la continuidad de nuestra civilización tal como la conocemos.

La paradoja del gasto militar vs. la inversión en salvar el planeta: en este contexto, resulta alarmante observar las prioridades de los gobiernos y las grandes potencias económicas. La Unión Europea, que alberga algunos de los científicos más prestigiosos del mundo y cuenta con una fuerte tradición ambientalista, está decidiendo destinar 800 mil millones de euros en fortalecer su capacidad militar.

¿Cómo es posible que, en plena crisis climática, las naciones más desarrolladas decidan invertir semejantes recursos en armamento en lugar de destinarlos a la restauración del planeta? Lo que se requiere es disminuir, al menos, los presupuestos militares de USA, Rusia y China, a la mitad, como ha sugerido el Presidente Trump, recientemente.

Esta decisión es un reflejo de la desconexión entre los modelos económicos y políticos actuales y la realidad ecológica de la Tierra. Mientras el planeta colapsa, muchos líderes mundiales continúan atrapados en dinámicas de poder, conflictos geopolíticos y crecimiento económico insostenible.

Pero aquí está la paradoja más inquietante: 800 mil millones de euros es la cantidad exacta que se necesita para implementar una acción global efectiva que ralentice el punto de no retorno.

La alternativa: el SISTEMA SALVETERRA®: ante la falta de respuestas contundentes por parte de los gobiernos, la humanidad necesita soluciones alternativas que sean factibles, escalables y de impacto global. Una de ellas es el SISTEMA SALVETERRA®, una iniciativa que busca restaurar el equilibrio de la ecosfera terrestre a través de una estrategia integral basada en:

La regeneración de cientos de millones de hectáreas de bosques tropicales para capturar carbono, restaurar suelos y recuperar ecosistemas degradados.
El reordenamiento territorial para planificar el desarrollo humano de manera sustentable y evitar la destrucción de áreas clave para la estabilidad climática.
La conversión de los seres humanos en guardianes del planeta, en lugar de sus destructores, generando millones de empleos en las regiones tropicales más afectadas por la pobreza y la crisis climática.
La protección y restauración de los océanos, incluyendo arrecifes de coral y ecosistemas marinos esenciales, para recuperar la biomasa marina a niveles sostenibles.
El impulso de una economía sustentable, basada en la regeneración de la naturaleza y el uso inteligente de los recursos, en lugar de su explotación indiscriminada.
Si los gobiernos del mundo están dispuestos a gastar billones de dólares en armamento, ¿por qué no pueden invertir esos recursos en salvar el único planeta habitable que tenemos?

La respuesta no es solo una cuestión política, sino también de conciencia colectiva. La sociedad civil debe exigir que los recursos se dirijan a lo que realmente importa: garantizar el equilibrio de la Tierra para las futuras generaciones.

El tiempo se agota: el SISTEMA SALVETERRA® ofrece una hoja de ruta viable para enfrentar la crisis ecológica de manera estructurada y efectiva. No se trata de un sueño utópico, sino de una estrategia basada en ciencia, planificación territorial y economía regenerativa.

Pero para que esta propuesta se convierta en realidad, necesitamos que más personas se sumen al movimiento. No podemos permitir que el mundo continúe ignorando la emergencia climática mientras se gasta dinero en armas en lugar de soluciones.

El momento de actuar es ahora. Para conocer más sobre cómo podemos restaurar el equilibrio del planeta, te invitamos a visitar www.salveterra.info.

El planeta no necesita más discursos vacíos ni falsas promesas. Necesita acciones concretas y urgentes. Depende de nosotros decidir si queremos seguir el camino de la destrucción o el de la regeneración.

 

(*) a.astorga.g@gmail.com; www.allan-astorga.com; www.salveterra.info