Desde la Red Humanista de Noticias de Salud REHUNO Salud ponemos en marcha un lugar de intercambio donde encontramos una nueva mirada sobre la vida cotidiana basada en una psicología experiencial y existencial (la Psicología del Nuevo Humanismo), y que da unas propuestas concretas de trabajo personal para llegar a un sentido pleno de nuestra existencia y a una vida libre de sufrimientos innecesarios. No es, por tanto, una psicología terapéutica ni que trate sobre ninguna patología, sino que va dirigida a cualquier persona que quiera comprenderse a sí misma y tener herramientas, si así lo desea, para iniciar un cambio positivo en su vida. El bienestar psicológico es sin duda una de las bases de la salud integral, por ello es un aspecto al que hay que atender.
Te invitamos a poner en práctica estas propuestas y también a que te comuniques con nosotros y nos cuentes tu experiencia. ¡Escríbenos!
Por Jordi Jiménez
Al parecer hay múltiples intentos, en diferentes campos, para encontrar una explicación (supongo que científica) a “qué cosa” es la conciencia, recurriendo como en tantas otras cosas a los titulares sugerentes (léase, sensacionalistas) en los que se afirma alegremente que la conciencia humana sigue siendo una especie de “misterio” insondable.
Tal vez desde el punto de vista fisiológico, o sea, puramente material, sea difícil de delimitar la actividad de ese algo que somos, pero desde la experiencia interna y personal, ¿cómo va a ser un misterio algo que utilizamos y percibimos todos los días a todas horas, incluso durmiendo?
Parece que el problema es más sencillo de abordar desde una perspectiva descriptiva, desde una psicología de los registros internos, que va dando cuenta de los fenómenos observados y registrados desde la propia experiencia. Claro, desde una observación interna de esos registros tan personales no se puede demostrar que lo observado sea común a todo ser humano y, por tanto, no se podría generalizar. Sin embargo, el intercambio de las propias experiencias entre distintas personas y la observación del comportamiento de los otros permiten inferir mecanismos comunes. En todo caso, nuestro interés tampoco está puesto en demostrar, sino en describir para comprender.
Todo ser vivo se encuentra inserto en un medio con el cual mantiene un intercambio. Del medio llegan señales y el ser vivo da respuestas a esa señales. Este ser cuenta con aparatos que permiten la captación de esas señales. En nuestro caso son los sentidos: la visión, la audición, el tacto, etc. Estos sentidos, además, transforman la señal captada en impulsos químico-eléctricos que van a otro aparato que los interpreta. Ya sea la señal externa una onda electromagnética, una vibración sonora o una vibración táctil, toda esa variedad de señales se convierten en impulsos eléctricos que se dirigen al mismo aparato central que los registra. Al recibir esos impulsos de distintas fuentes los integra y sintetiza creando una “imagen” o representación de aquellas señales.
Al mismo tiempo, tanto la percepción de los estímulos externos, como la integración de ellos y la representación final, toda esa actividad queda registrada en otro aparato fundamental llamado memoria. Esta memoria, de la que ya hemos hablado, tiene dos funciones básicas: grabar toda actividad y suministrar esas grabaciones en cualquier momento. De esta forma, el aparato que integra las señales que provienen del medio cuenta con una información muy valiosa para interpretarlas que es la grabación en memoria de la experiencia anterior.
Pues bien, lo que llamamos conciencia es este aparato coordinador de impulsos y generador de respuestas sintéticas gracias a su capacidad de representación. A medida que este coordinador se va desarrollando, y gracias al apoyo constante de la memoria, aparece un epifenómeno de la conciencia al que llamamos “yo”.
Hay otros circuitos muy importantes que envían impulsos al coordinador. Se trata de los impulsos de sentidos internos, es decir, todas las señales que llegan desde la cenestesia corporal (tensiones musculares, presión sanguínea, respiración, acidez…) y desde la kinestesia (movimientos y posición espacial del cuerpo). Los impulsos que envían estos sentidos internos al coordinador son fundamentales en la interpretación de las señales externas y en la elaboración de las respuestas.
Por último, las imágenes o representaciones que elabora el coordinador salen al medio a través de los centros de respuesta: centro motriz, centro emotivo y centro intelectual. También hay un centro vegetativo que da respuestas hacia el interior del propio cuerpo. De las respuestas que se dan al medio también hay un registro que llega al coordinador y que, desde luego, se graba en memoria. Sin este circuito de registro de la respuesta no sería posible el aprendizaje.
Como hemos dicho, lo que llamamos conciencia no es más que ese coordinador o integrador de impulsos y respuestas. En el caso del ser humano, este mecanismo se ha hecho tan complejo que ha llegado a generar, como hemos dicho, una entidad propia llamada “yo”. La capacidad de almacenar en memoria toda la experiencia a lo largo del tiempo y disponer de esas grabaciones en cualquier momento acaba por configurar ese registro de unidad e identidad que llamamos “yo”. Ese yo se independiza del propio coordinador dejando la sensación de que es algo diferente, aunque se pueda comprobar que en cuanto fallan los mecanismos de memoria, el “yo” se desestructura y desorganiza.
El coordinador, es decir la conciencia, dispone de otras herramientas como su capacidad para atender a ciertos impulsos, sean de entrada o de salida, y su capacidad intencional para dirigir las respuestas en cierta dirección. Todo este mecanismo de coordinación, además, funciona en distintos niveles, desde la vigilia atenta hasta el sueño profundo, como ya se ha explicado en otros artículos.
Hasta aquí hemos mostrado un esquema muy básico y sencillo con el simple objetivo de afirmar que la conciencia no es ningún misterio si se la intenta describir desde un punto de vista fenoménico, desde los fenómenos que diariamente todos registramos. Hay que decir también que absolutamente todo fenómeno mental o psicológico tiene como base al sistema nervioso central y sus conexiones con otros sistemas (como el endocrino). No se da ningún fenómeno mental “en el aire”, no hay nada que flote por encima de nuestra cabeza y que produzca efectos en nuestro psiquismo. Es por esto que buscar la conciencia en la base material parece lógico. Ojalá las descripciones fenomenológicas puedan ayudar en ese empeño.