No es necesario compartir todas las convicciones, estrategias o tácticas de quienes conforman el nosotros, vale con asumirlas y sumarlas.

Avisos a navegantes: 1. En una época de malestar y de desmotivación, es necesario recuperar esperanzas y utopías. 2. Estando la izquierda tan debilitada como está y con la ultraderecha más fuerte que nunca, no es momento de ponerse estupenda y renunciar a lucha alguna. 3. Es importante reconocer tanto las aportaciones (po)éticas de nuestros aliados como los apoyos de progreso que podamos identificar fuera.

Comienzo, pues, una serie de columnas en defensa de una izquierda polifónica y plural que se reconozca diversa y se fortalezca, así, en esta época de monstruos. Para empezar, propongo detenernos, dejándoles hablar a ellos, en dos trayectorias de vida humanista que han marcado las primeras décadas del siglo XXI y que echaremos de menos cuando ya no nos acompañen. Se canta lo que se pierde.

Paco Cano/ctxt

Tras pasar 13 años en la cárcel en la que lo encarceló la junta militar, Pepe Mujica, podría haberse convertido en un cínico descreído, falto de esperanza y sometido a la idea de que la pulsión del tánatos siempre gana. Sin embargo, salió de prisión más defensor de la vida y más apegado a la tierra que antes. De su recorrido, tras abandonar la lucha de los tupamaros, y de su humanismo potenciado en prisión, se extraen algunas guías vitales, que tienen mucho que ver con las tres ecologías de Guattari. Una ecosofía intuitiva y puesta en práctica, sin teorías previas.

Por un lado, la ecología mental que desarrolló su resistencia y que, desde una situación crítica como es la falta de libertad, permitió que crecieran en él la compasión, la bonhomía, el saber estar en contacto con uno mismo y la sabiduría de no necesitar más que lo justo. “Pobre es el que precisa mucho, la felicidad no es tener cosas sino vivir con intensidad” De la misma manera, potenció una ecología social y de relaciones basada en el rechazo al odio: “Tengo multitud de defectos, soy pasional, pero en mi jardín hace décadas que no cultivo el odio porque aprendí que el odio termina estupidizando… El odio es ciego como el amor, pero el amor es creador y el odio nos destruye”. “¿Sabés qué es un individuo pobre para los aymara? El que no tiene comunidad, el que está solo”. Mujica defiende una convivencia armónica incluso en el espacio de confrontación política, sin dejar de reconocer siglos de injusticias y de desigualdades. La tolerancia, dice, es el fundamento para convivir en paz entendiendo que somos diferentes. Y también, desarrolló una ecología medioambiental de respeto a la vida, crecida desde la observación directa de los procesos naturales. No en vano, en la cárcel se dedicaba a observar a las arañas y a las hormigas y entabló amistad con una rana. “Es posible un mundo con una humanidad mejor, pero tal vez hoy la primera tarea sea salvar la vida. Piensen que la vida humana es un milagro, que estamos vivos de milagro y que nada vale más que la vida”. Cuánto conocimiento desde la intuición, cuánta capacidad para crear nuevos sentidos y cuánta música en su manera de vivir sobria, elegante y comedida. ¿Acaso no es la mesura un gesto revolucionario? Enlazo todos los vídeos que puedo para que los revisen y disfruten, porque además de mucha sabiduría encontrarán mucha ternura y sencillez en ellos.

Esa misma ecosofía –ecología mental, social y medioambiental, propuesta por Guattari– atraviesa la trayectoria papal de Francisco. En plena pandemia, me sorprendí al leer Fratelli Tutti, la encíclica que acababa de publicar el papa y con la que me sentí rápidamente identificado al encontrarme afirmaciones como estas: “La fragilidad de los sistemas mundiales frente a las pandemias ha evidenciado que no todo se resuelve con la libertad de mercado y que tenemos que volver a llevar la dignidad humana al centro y, sobre ese pilar, construir las estructuras sociales alternativas que necesitamos”. El papa hablando del fracaso del capitalismo, de poner al pueblo en el centro y de crear instituciones alternativas a las existentes. Parecía que estaba leyendo el programa político de uno de los partidos post 15M. Ecología mental.

Sin ser creyente y repudiando el comportamiento histórico de la Iglesia católica, me interesa la visión de una teología del pueblo; esa categoría que Bergoglio ha traído a la agenda eclesial y que propugna una vuelta de la iglesia al servicio de los más necesitados. Me interesa su concepto de comunidad, la creencia en una existencia que trabaja, en común, por la superación de las condiciones de desigualdad. “Solidaridad es pensar y actuar en términos de comunidad, de prioridad de la vida de todos sobre la apropiación de los bienes por parte de algunos. También es luchar contra las causas estructurales de la pobreza, la desigualdad, la falta de trabajo, de tierra y de vivienda, la negación de los derechos sociales y laborales”. “Esa misma solidaridad se vive en algunos barrios populares, donde existe el espíritu del “vecindario” por el que cada uno siente espontáneamente el deber de acompañar y ayudar al vecino. En esos lugares que conservan valores comunitarios, se viven las relaciones de cercanía con notas de gratuidad, solidaridad y reciprocidad, a partir del sentido de un nosotros”. También podría, aquí, mencionarse su postura acogedora ante los derechos de las personas migrantes. Ecología social.

En otra encíclica anterior, Laudatio si (2015), Francisco profundizaba en los problemas medioambientales: “Hay un consenso científico muy consistente que indica que nos encontramos ante un preocupante calentamiento del sistema climático. La humanidad está llamada a tomar conciencia de la necesidad de realizar cambios de estilos de vida, de producción y de consumo, para combatir este calentamiento”. Francisco aborda con actitud ecologista, los problemas de lo que llama la casa común, la tierra: la crisis climática, el capitalismo devorador o la crisis del agua: “Mientras se deteriora constantemente la calidad del agua disponible, en algunos lugares avanza la tendencia a privatizar este recurso escaso, convertido en mercancía que se regula por las leyes del mercado. Este mundo tiene una grave deuda social con los pobres que no tienen acceso al agua potable, porque eso es negarles el derecho a la vida radicado en su dignidad inalienable”. Ecología medioambiental. Recomiendo a los encargados de redactar las propuestas políticas de los partidos de izquierda para las próximas elecciones que lean detenidamente ambas encíclicas. Sacarán estupendas ideas.

Francisco no habrá cumplido nuestras expectativas de progresistas radicales –su actitud respecto a la comunidad homosexual ha sido ambigua, sus gestos respecto al papel de la mujer en la iglesia han sido tibios y a su posición ante los abusos a menores le ha faltado determinación reparadora– pero teniendo en cuenta el espacio desde dónde vienen sus palabras y teniendo en cuenta el momento en que nos encontramos, alguna utopía concreta sí que hemos encontrado en él. Recordemos que a Reagan y a Thatcher les acompañó Wojtila, quien encubrió a los Legionarios y quien tanta culpa tuvo en la extensión del sida en África, entre otras miserias. Asusta pensar qué pasaría si Trump, Meloni y Orbán pudieran, además, apoyarse en un papa de su cuerda. El papa es el papa y la Iglesia es la Iglesia, pero en el caso de Francisco, dado su alcance universal, lo poquito o mucho que pueda aportar para desmantelar discursos de odio, negacionistas y extractivistas, hay que bendecirlo.

Mientras escribía a trompicones esta columna, aparcada entre copla y copla de carnaval, me topé con un artículo de Santiago Alba Rico donde hace un lúcido acercamiento a la figura del papa y su trascendencia contemporánea. Dice Santiago Alba: “(…) Me representan algo o nada Sumar y Podemos, pero quiero que sean lo bastante fuertes para que siga siendo posible un gobierno de coalición en España. No me gusta la posición de Lula y Petro sobre Ucrania ni la de Boric sobre los mapuches ni la de Sheinbaum sobre el poder judicial. Ninguno de ellos me representa del todo, pero en este contexto quiero que estén ahí (…) puedo decir que el papa, sumados sus logros y sus sombras, es, de todos los gobernantes del planeta, el que mejor me representa: el que me parece más ‘de izquierdas’”. No se trata de hacer un ejercicio literario a lo Plutarco estableciendo paralelismos de vidas. Las personas no están para ser comparadas, ni para ser medidas. Aceptar nuestra pluralidad de izquierdas, implica aceptar batallas, comportamientos y saberes que nos resultan ajenos, pero que no son, por ello, menos valiosos. No es necesario compartir todas las convicciones, estrategias o tácticas de quienes conforman el nosotros, vale con asumirlas y sumarlas. Ahora, más que nunca, nos toca aprender a existir en plural, aceptando lo coyuntural, lo diverso y también lo impuro. Llamadme naif, poeta o cantautor.

NB: Discurso del presidente Mujica ante la ONU

Carta Encíclica Fratelli Tutti

Carta Encíclica Laudatio si

El artículo original se puede leer aquí