Diferentes organizaciones pacifistas y la Coordinadora de ONGs española contra el Rearme y la Guerra han lanzado el Manifiesto «No nos resignamos al rearme y la guerra en Europa«.
Desde Pressenza nos sumamos, llamando la atención sobre el grave momento que estamos viviendo, en el que se está construyendo un relato falso e interesado desde la dirigencia de la Unión Europa y los gobiernos de la misma -apoyados por ciertos medios de comunicación- para apoyar tal rearme y generando miedo en las poblaciones con el fin de decidir sin transparencia, por vía de urgencia y sin contar con las mismas. Un relato que habla de supuestos enemigos, de una posible invasión ¿?… todo ello para justificar el incremento de los gastos militares, lo que se va a traducir en grandes beneficios para ciertas élites económicas y menos inversión en educación, salud… y libertad de expresión, como ya está pasando.
Aquí el enlace directo para firmar, https://forms.komun.org/manifiesto-contra-el-rearme-y-la-guerra-en-europa
Manifiesto
‘No nos resignamos al rearme y a la guerra en Europa’
¿Hay alguien, en Europa o en cualquier otra parte del mundo, que no quiera defender a sus seres queridos de una posible amenaza? ¿Que no desee alejar la sombra terrible de la violencia de su vida y la de los suyos? ¿Que no sueñe con un futuro en el que sus hijos e hijas, los de sus amigos y vecinas puedan vivir en paz, desarrollarse como personas, tener trabajos dignos, habitar un planeta habitable, tener un techo sobre sus cabezas, disfrutar de la cultura o de las relaciones sociales enriquecedoras y constructivas y vivir vidas libres de todo tipo de violencias? La sociedad necesita la seguridad que da una sanidad y educación públicas de calidad para todas las personas, la juventud necesita una casa donde vivir, nuestros mayores no quieren ver peligrar su pensión y, sobre todo, no queremos que nuestros hijos y nietos vivan el horror de la guerra.
¿En qué medida exactamente contribuye a ese futuro en paz el aumento desenfrenado del gasto militar que se proponen aprobar los gobiernos europeos sin debate ciudadano, sin transparencia ni detalle y con urgencia? ¿Qué parte de esos miles de millones va destinada a mejorar la educación, la sanidad, la terrible situación de la vivienda, la precariedad en la cultura, la armonía medioambiental o la solidaridad internacional? ¿No sería necesario invertir en mayores esfuerzos políticos y diplomáticos que ante las amenazas de agresión busquen caminos de diálogo todavía no explorados?
¿Es estúpido, simplista o naif desear esto, defender la paz y la justicia social? ¿Es quizá más inteligente, elaborado y maduro creer que los vientos de guerra, el lenguaje belicista y la apuesta por las armas traerán un futuro mejor?
No, no nos resignamos a la guerra. El rearme de Europa no traerá la paz, no contribuirá a la distensión, sino que nos acercará aún más a la guerra. Los contextos militaristas suelen ir acompañados, además, de retrocesos en derechos, libertades y políticas sociales, originan miedo y alarma social, escenario idóneo para normalizar mecanismos de represión y de autoritarismo, como ya se está empezando a ver.
Nos preocupa que esta estrategia lleve a una larga guerra con Rusia, que sabemos que no es para defender el Derecho Internacional Humanitario, la libertad, los derechos humanos o para proteger a los más débiles. De ser así, la actitud frente a Netanyahu sería la misma que frente a Putin. Esta Europa que calla o, peor aún, apoya a Israel en su genocidio en Gaza y Cisjordarnia e incluso persigue a quienes lo denuncian, necesita redefinir claramente cuáles son esos valores comunes cuya defensa se plantea como justificación para el rearme.
La ciudadanía de nuestro país ha demostrado sobradamente en el pasado su compromiso con la paz y con las políticas antibelicistas. Forman parte de nuestra memoria colectiva reciente las multitudinarias manifestaciones en contra de la guerra de Irak impulsada de manera ilegal por el Gobierno de José María Aznar, el movimiento de rechazo a la permanencia de nuestro país en la OTAN que llegó a movilizar más del 43% del voto emitido en aquel lejano referéndum, o el movimiento de lucha contra el servicio militar obligatorio hasta su eliminación en el año 2001.
El aumento del gasto militar europeo -hasta 800.000 millones de euros en cuatro años- anunciado por la presidenta de la Comisión Ursula von der Leyen, se va a realizar a través de un mecanismo de excepcionalidad que evitará el debate en los parlamentos y, en general, la información clara y detallada a la ciudadanía europea.
No podemos ni queremos aceptar que el dinero de nuestros hospitales públicos, nuestras escuelas y nuestras Universidades públicas, nuestro sistema de atención a la dependencia, nuestras políticas de protección y de cobertura social para los momentos de dificultad, de lucha contra el cambio climático, la violencia machista, el racismo o de protección frente a emergencias, de cooperación, vaya a ser destinado a comprar tanques, fusiles, cazas y misiles para la guerra, porque así lo hayan decidido las élites belicistas que gobiernan actualmente Europa y los EEUU.
La verdadera seguridad que necesitamos es la seguridad vital que nos aportan con su sola existencia nuestras pensiones públicas, nuestros médicos y médicas de atención primaria, nuestros tratamientos gratuitos en hospitales públicos contra cualquier dolencia o enfermedad que nos afecte, nuestra formación garantizada en escuelas y Universidades públicas que nos dotan de igualdad, nuestro sistema de becas, nuestras prestaciones por desempleo en caso de necesidad, el Ingreso Mínimo Vital, nuestros bomberos y bomberas apagando incendios en nuestros montes o rescatando gente en nuestros pueblos y ciudades cuando se desata una emergencia, o el desarrollo y puesta en práctica de políticas públicas feministas que avancen en la defensa y protección de los derechos de las mujeres y en la lucha por la erradicación de las violencias machistas.
Los climas bélicos se diseñan en cómodos despachos, pero son los pueblos quienes pagan las consecuencias. Por ello, este momento es de extrema importancia para disipar la tensión creciente y defender un modelo de paz, de bienestar social y de ampliación de derechos para todos. El momento presente requiere de responsabilidad, políticas audaces, altura de miras y cultura de paz.
No nos resignamos a la guerra, porque no queremos la paz de los cementerios, porque la historia nos demuestra que el único camino realista para conseguir la paz no es militar, sino político. Pónganse manos a la obra y trabajen por la paz, se lo exigimos.