El viernes 28 de febrero se cumplieron dos años de la terrible colisión entre un tren de pasajeros, que transportaba principalmente estudiantes, y un tren comercial, ambos pertenecientes a Hellenic Train. La tragedia ocurrió poco después de Larisa, a la altura del valle de Tempi. Los dos trenes circularon por la misma línea durante más de 15 minutos sin que nadie se diera cuenta. La colisión frontal fue violenta, ya que los trenes circulaban a más de 160 km/h. Provocó una explosión y temperaturas que fundieron el hierro de los vagones. El balance final fue de 57 muertos y decenas de heridos, la mayoría jóvenes. La sociedad griega quedó conmocionada por el suceso y por los documentos de audio que se hicieron públicos. «No tengo oxígeno», “no puedo respirar”, “vamos a morir”.

En las horas inmediatamente posteriores se produjo una alteración del lugar de la colisión, con la retirada de importantes materiales de los alrededores y el bloqueo del terreno. Este acto minó la confianza de la población en las autoridades políticas y judiciales. También contribuyó a ello:

  • una excesiva confianza en la temprana declaración del Primer Ministro, Kyriakos Mitsotakis, de que se trataba de un «error humano»,
  • la falta de responsabilidad política, especialmente del Ministro de Infraestructuras y Transportes, que hacía sólo unas semanas había declarado en el Parlamento que los trenes eran seguros,
  • la propaganda desplegada por los medios de comunicación con el claro objetivo de encubrir cualquier error u omisión gubernamental en el propio incidente y el intento de reforzar la fe en la seguridad de los trenes en Grecia

Hace tiempo que la confianza en este gobierno se tambalea por la forma en que gestionó la pandemia, el hundimiento del barco en Pylos, el escándalo de las escuchas. Pero también ha flaqueado hacia gobiernos anteriores. Basta recordar la gestión del incendio de Mati, el referéndum y su anulación en 2015, la crisis de los refugiados, la crisis económica, los Memorandos de Entendimiento, la deuda que se nos pide que paguemos y que pesará sobre las generaciones futuras durante al menos los próximos treinta años.

Pero volvamos a la cuestión de Tempi. Las familias de las víctimas, al ver la lentitud de las investigaciones y al no tener confianza en las autoridades, han recurrido a abogados para buscar las causas y presionar para que se establezcan responsabilidades. Las madres y los padres de los menores que murieron aquella noche han persistido durante dos años y han encontrado el valor para dar la batalla «hasta que se determinen las responsabilidades y se haga justicia». Dos años después, no está claro quién ordenó la alteración de la zona donde tuvo lugar el conflicto. Un gran volumen de registros no se incluyó en el expediente del caso. Los ministros del gobierno han vilipendiado a los familiares de las víctimas que exigen responsabilidades en declaraciones en paneles de televisión y han intentado sistemáticamente caracterizar las protestas por el accidente como antigubernamentales e instigadas por los partidos de la oposición para derrocar al gobierno.

A pesar del cultivo sistemático del miedo por parte de los medios de comunicación y de la existencia de tres días de vacaciones en los próximos días, la participación de la gente en la huelga de ayer, así como en las movilizaciones, no tuvo precedentes. Aparte de los organismos habituales que participan en las huelgas, se publicaron anuncios de participación de grandes cadenas de supermercados, discotecas, teatros, cines, taxistas que se unieron para transportar a la gente a las concentraciones… El volumen de participación en cada ciudad no tuvo precedentes, de 264 en Grecia y 125 en el extranjero, desde Nueva Zelanda hasta México y desde Islandia hasta Japón. Se podía ver asociaciones de alumnos y estudiantes, familias con niños en cochecitos, trabajadores, pensionistas, personas en silla de ruedas.

Para empezar, vale la pena señalar al menos dos puntos. En primer lugar, que la gente no salió a la calle empujada por ningún organismo político, sino más bien lo contrario. La inmensa mayoría no tenía afiliación partidista, reconociendo el gran vacío opositor que existe en Grecia en este momento, o quizá incluso motivado por él. Vivimos en la era de la oposición social, como decía un amigo. En segundo lugar, que a pesar de los problemas económicos y el estancamiento al que se enfrenta la gente, han salido a exigir justicia por un crimen del que fueron víctimas nuestros hijos. Por mucho que el Estado intente reducirlo a un accidente, las estrechas relaciones del Primer Ministro con los grupos empresariales, la entrega a éstos de las infraestructuras del país, los problemas estructurales y la degradación del sector público han contribuido en gran medida a la creencia de que este acontecimiento podría haberse evitado si existiera un gobierno hoy -y a lo largo de las últimas décadas- que realmente se preocupara por el presente y el futuro de la gente de este país.

Foto: Olga Pateraki.