Contexto de aceleración creciente

Mundialmente vivimos un momento social, político y económico que viene acelerando su devenir en un ritmo exponencial, que no bajará de velocidad, sino que irá en aumento.

Por ejemplo, “hoy” cada nueva tecnología tiene en su motivación central, aportar a la mejora en acelerar los tiempos de respuesta a la necesidad o área específica de su operación. En simultaneo, la cantidad de líneas de investigación, desarrollo e implementación tecnológica crece día a día, hora a hora, minuto a minuto; en una expansión sin control, y con insuficientes vasos comunicantes, generando una “torre de Babel”; que deja con frecuencia a productos obsoletos, antes de llegar a ser comercializados, porque otra tecnología paralela “cambió el mundo” hacia otro concepto y forma de vivir la cotidianidad en que tal producto “ya no va”. El fenómeno aplica en todas las áreas del quehacer humano.

Un mundo desconocido que no podemos asir

Resulta imprescindible atender al contexto de aceleración de época y sus implicancias, al analizar la coyuntura social, política y económica, en las escalas mundial, continental o nacional. Tal contexto, se manifiesta en una creciente perplejidad de la población y de sus “líderes” ante el cambiante escenario, y se acuñan términos como, “escenario líquido” y otros por el estilo, que son eufemismos de: “no sabemos qué está pasando, ni por qué, ni que pasará a corto, mediano y largo plazo”.

Así, nos enteramos que los “desarrollos nacionales exitosos” ya no están ligados a la democracia liberal (Casos de China, India y Rusia). Que la ultraderecha está implementando la reducción sistémica del Estado Nación con el beneplácito de las mayorías ciudadanas, o como hoy se denominan: público o consumidores (Casos de EE.UU., Argentina y pronto la UE en su plan de “salvación” militarista). También conocimos, que ya no habrá “libre comercio”, ni soberanía, ni democracia liberal como fueron hasta ahora; y que el comercio será dominado desde el respaldo militar de cada súper potencia, y que se intervendrán, invadirán y se usurparán territorios ajenos por la fuerza, y que el liberalismo será “protegido”, restringiendo a la prensa, a la organización y las personalidades disidentes, que son peligrosas para el occidente liberal.

En el mismo contexto, se nos aclara que la postura política por la diplomacia para detener la guerra y construir la Paz, es en verdad solo una apariencia que esconde el antisemitismo, el apoyo a Putin y el deseo de destruir la democracia occidental, y, por tanto, esas voces pacifistas deben ser sacadas de los medios masivos de noticias, de las redes sociales, perseguidas, encarceladas y finalmente exterminadas en nombre del bien común del “mundo civilizado”.

También hemos sido informados que las agendas reivindicativas para detener los atropellos vitales de mujeres, disidencias sexuales, pueblos originarios, niñas, niños y adolescentes, es en realidad un “exceso identitario” inaceptable, que atenta contra las bases tradicionales, religiosas e históricas de la nación, por tanto, en base a “la legítima defensa” se usa la violencia para acallar, degradar y eliminar a sus referentes, como protección del bien común de la sociedad nacional afectada.

El Estado y su proceso de desintegración

Tomemos como ejemplo a el Estado en Chile, país donde el neoliberalismo avanzó a ultranza cobijado por la dictadura cívico-militar. Hoy ese país vive un proceso de desintegración estatal, donde se desmantela y desfinancia diariamente los servicios y entidades públicas, trasladando las responsabilidades ejecutivas a empresas privadas, las que concentran el poder económico y político, subordinando los derechos y la vida social a las supuestas leyes del mercado, que son ciertamente los intereses de la elite. Así, los temas centrales del país y los servicios básicos de la sociedad chilena se vienen privatizando, fenómeno que va en aumento y es un pilar de la doctrina neoliberal implantada, quedando la manija en manos de grupos económicos que sólo crean y hacen negocio con las necesidades de la población. En tal escenario el Estado va quedando reducido a una entelequia usada para salvar los intereses de los ricos, en momentos de sufrir sus crisis económicas.

Actualmente en Chile el “Estado empresarial” se ha adjudicado el manejo de la electricidad, del agua, la banca, la salud, la educación, los fondos de pensiones, la telefonía móvil, los medios radiales, televisivos y digitales, del transporte, la actividad farmacéutica, la seguridad privada, las actividades pesqueras, silvoagropecuarias, mineras y de construcción, la producción y comercialización de alimentos esenciales, entre otras más.

En este contexto, donde la economía es regida por el mercado y la empresa privada abarca todos los ámbitos de la vida humana, el Poder estatal, es decir, la injerencia y factibilidad de accionar del Estado es mínima, reduciendo su rol solamente a regular el mercado y corregir problemas de asignación de recursos, por eso se habla hoy de “La Administración”.

Cada gobierno, en cualquier latitud, con programas que colocan en el centro de la sociedad la sostenibilidad de la vida, el cuidado de las personas y comunidades, chocan con el statu quo haciendo inviable el producir transformaciones profundas al modelo político, económico y social.

El signo de los gobiernos en una época de izquierdas desdibujadas

Banderas y estandartes flameantes, como antes, levantados y sostenidos por la militancia de partidos de las izquierdas que logran llegar a los gobiernos a cambiarlo todo, para no cambiar nada. Las izquierdas de la región, centro y suramérica, que han llegado al poder, con proyectos, discursos y relatos bastantes desdibujados e híbridos, y con el cáncer de la corrupción en el corazón.

En el caso de Chile, las esperanzas y expectativas del pueblo se han visto defraudadas por un conglomerado que se planteó como la generación de renovación y recambio. Que llegó para dar un nuevo impulso al Estado, después de años de jibarización y desmantelamiento en manos de la pseudo izquierda concertacionista por 30 años, con la co-gobernanza de las derechas, transformando al Estado en un “botín” de los políticos de turno, junto a la corrupción e impunidad de los poderosos como el “pan de cada día”; propiciando ciclos político electorales pendulares muy cortos, que oscilan entre ellas y las derechas (económica, política y ahora libertaria), cuya misión es arrebatar y despojar a los pueblos de los pocos derechos que aún tienen y los cuales se mantienen, a pesar incluso, de la poca o nula defensa que se hace de ellos por las izquierdas que llegan al poder.

Así, este tipo de izquierdas con sus malos gobiernos vienen dando pie al destape de liderazgos caudillistas de las derechas cavernarias, cortoplacistas y pragmáticas. Estas derechas 2.0 del siglo XXI se manifiestan con formas y estilos mesiánicos, que llegan enarbolando las falsas banderas de la seguridad y la entrega de la salud, educación y pensiones en manos de privados (especuladores financieros) como solución a todos los males contemporáneos. Con discursos y práctica de violencia, que profundiza el abandono, la desidia y desamparo de la gente y sus necesidades vitales.

El paradigma en construcción

Sabemos que este es un momento de crisis, que podría significar el fin de un capítulo de la historia humana y la apertura de una posibilidad futura, que, si lo intencionamos en la dirección correcta, permitiría la construcción de un nuevo momento para la humanidad.

Hoy es un momento de mucha producción de riqueza. La Tecnología ha generado que los niveles de producción planetaria sean mayores que en ningún otro momento de la historia. Esta riqueza se ha producido históricamente mediante la esclavitud de muchas personas y el saqueo de la naturaleza en distintos lugares del mundo, sobre todo en Asia, África y América Latina. Es el modelo extractivista y la precarización del empleo, lo que ha generado una acumulación importante de riqueza en los Estados Colonialistas y ciertos grupos de la elite de la sociedad, y ante lo cual hemos sido muy críticos.

A su vez, la tecnología ha aumentado los niveles de desempleo, puesto que ha ido reemplazando puestos de trabajo que antes hacían las personas, lo que ha provocado una desestabilización en esa dimensión laboral de la vida y al mismo tiempo, un aumento de la riqueza acumulada en pocas manos.

Se viene un fuerte cambio y esta sociedad necesita tomar una decisión que garantice el reconocimiento de que la dignidad humana se constituye a partir de que cada persona, por el simple hecho de nacer, tenga asegurada su subsistencia en niveles que sean equiparables a tal condición. Esta es la búsqueda que guía al Humanismo Universalista, la construcción de una propuesta de salida a este modelo que se cae a pedazos. Y también la convicción de la necesidad de un camino para alcanzar la Nación Humana Universal, el mundo sin fronteras al que aspiramos, la visión de futuro que motiva a las y los humanistas, junto a toda la gente buena de todos los lugares del planeta.

Redacción colaborativa de M. Angélica Alvear Montecinos; Guillermo Garcés Parada; César Anguita Sanhueza y Ricardo Lisboa Henríquez. Comisión de Opinión Pública