Siete reflexiones sobre el desprecio y el oficio periodístico

Kiñe | Uno 

El desprecio

Cuando era chico viví varias situaciones de desprecio, especialmente protagonizadas por mi propia familia. Un día, por ejemplo, una de mis tías (paterna) fue hasta la heladera y sacó un yogurt, me miró y me dijo: “no quedan más, sólo tengo para mis hijos (o algo así)”. Cuando terminó de hablar, se fue con una sonrisa burlona difícil de comprender, mientras yo la miraba en silencio. Estábamos nosotros dos en la escena, dentro de la casa de mi abuela. Yo solía viajar solo, durante las vacaciones de verano. Ella se fue para otra habitación, donde estaban mis primos y yo me quedé mirando la heladera. Ella lo podría haber hecho en otro momento, mientras yo no estaba o simplemente se podría haber limitado a no decir nada. Sin embargo, el comentario fue la frutillita del postre, contenía un disfrute especial. Representaba el remate de toda la acción. Yo tendría unos seis o siete años.

Esa escena, haciendo una lectura retrospectiva, es una fotografía trascendental en mi memoria; influyó, junto a otras situaciones similares, para que tuviera una mirada particular del mundo, una desconfianza singular hacia las personas; comprendí, en pocas palabras y a una corta edad, como se mueve dentro del cuerpo el desprecio (propagado por un familiar).

“¡Hacer diferencia!” Nuestra sociedad repudia cuando alguien “hace diferencia”. No lo tolera. Sin embargo, es habitual presenciar en el espacio público o en el ecosistema digital algún tipo de gesto repudiable con esta base genética. Existe un ADN en nuestra sociedad cargado con ese desprecio inexplicable. Ahora como adulto -y preocupado por describir las características que expresan los diferentes tipos de violencias que se ejercen dentro de las instituciones- comprendí que ese gesto de desprecio y burla proviene de una matriz fundante: un racismo sólido, antiquísimo, el más rancio; un racismo explícito y desprejuiciado que pondera a un grupo de personas sobre otro. Yo soy y siempre fui el “negro” de la familia.

Epu | Dos

“Tendencia periodística”

Estas experiencias familiares provocaron que en la adolescencia me alejara bruscamente de los grupos sociales que demostraban estar conformes y cómodos con la hipocresía cotidiana, para acercarme (fotográficamente) a causas sociales, vinculadas concretamente a las injusticias perpetradas contra la integridad de la vida. Hace ya más de veinte años que me ocupo de cubrir fotográficamente y de forma autogestiva casos de violencia institucional: delitos de lesa humanidad, desapariciones forzadas, despojos territoriales, gatillo fácil, femicidios.

Nunca trabajé para ningún medio en relación de dependencia. Nunca recibí un sueldo por mi labor, no porque no lo haya deseado o pretendido, sino más bien porque este oficio es uno de los más corruptos y bastardeados de los que tenga conocimiento. Los que pagan no quieren que denuncies mucho (y tampoco pagan tanto) o peor aún los dueños de los medios casi siempre están vinculados económicamente a los verdugos del pueblo: te dicen qué decir, cómo decir y en beneficio de quién decir. A esta altura del partido creo que todos, en la Argentina, sabemos cómo funciona la cosa dentro de los medios de información.

El fotorreportero freelance no elige serlo por propia voluntad, capricho o “tendencia laboral”. Un fotorreportero se dirige hacia ese camino fundamentalmente por qué las empresas informativas lo condicionan, le recortan la información, le colocan bozales para hablar de determinados temas y de otros no, y/o le pagan miserias (cuando le pagan).

Realizo esta aclaración porque escuché a una conductora de C5N decir que Pablo Grillo era un fotorreportero freelance comprometido, dando por sentado que salir a la calle, con la cámara en mano, arriesgando la propia vida, sin tener acceso a una cobertura médica básica, forma parte de una decisión personal.

Hay que dejar de romantizar el fotoperiodismo y llamar las cosas por su nombre: precarización laboral.

Por otro lado, mientras en la Argentina hay periodistas que no tiene dinero ni para cargar la Sube (mayormente el dinero con el que viajan proviene de otra fuente económica) otros periodistas (fundamentalmente los que hoy se han volcado a la transmisión por streaming y pertenecen a los medios masivos de comunicación de Buenos Aires) se jactan de hacer millonarios viajes a Estados Unidos, el caribe o Europa. Incluso teniendo la misma formación la disparidad es inmensa. Ya lo hemos problematizado en referencia al cupo femenino, ahora también sería importante hacerlo en relación al cupo indígena. ¿Conocen algún periodista indígena que conduzca un programa que se transmita en el prime time televisivo? En contraposición a este dato, ¿qué rasgos (hegemónicos) poseen los hombres y mujeres que conducen los programas con mayor rating en el país?

¿Cuántos Pablo Grillo existen en la Argentina, arriesgando su vida diariamente, en diferentes coberturas, sin recibir un sueldo, sin tener una cobertura médica, sin poder pagar una jubilación mínima? Vivimos en una era mediatizada en donde los presidentes son elegidos en función de su exposición mediática, mientras que los obreros de prensa como Pablo Grillo, son alcanzados por las balas del desprecio y el ninguneo. En este contexto, ¿qué reconocimiento tiene un obrero–fotorreportero como Pablo Grillo por semejante sacrificio? ¿Qué tiene que suceder para que sea reconocida su labor y el rol que ocupa en la sociedad; una sociedad hipervigilada y digitalizada?

¿Cuántos fotógrafos que arriesgan su vida en cada cobertura nunca han cobrado según este tarifario?

A través de este enlace pueden acceder a un cuestionario para registrar y documentar la precariedad laboral dentro de la profesión periodística. 

Kvla  | Tres

Caerse encima de una bala 

Patricia Bullrich mintió desde un primer momento. Inclusive siguió mintiendo cuando todas las pruebas gráficas la contradecían. Patricia Bullrich miente y no se le mueve un pelo cuando lo hace. Ya está acostumbrada, tiene la cara de hierro. Con tal de defender a las fuerzas de seguridad de la nación es capaz de argumentar que las víctimas se cayeron encima de las balas que los policías gatillan con eficiencia, responsabilidad y prudencia. Y es, de hecho, lo que está haciendo en el caso de Pablo Grillo y la teoría del rebote de el cartucho de gas lacrimógeno. Ya había propuesto algo similar (con el mismo ADN de desprecio) en la Doctrina Chocobar.

Patricia Bullrich mintió con respecto a la dirección y trayectoria que realizó la bala que hirió de muerte a Pablo Grillo. Este fue uno de los primeros hechos que se develó, incluso con pruebas contundentes, especialmente con una serie de reconstrucciones fílmicas y fotográficas de un dron, en donde se pudo dilucidar quién fue el policía que disparó. Un aporte suministrado, por un lado y llamativamente por periodistas del diario La Nación y el canal TN Noticias, los principales defensores y propagandistas del proyecto libertario mileista. Por otro lado, la red “Mapa de la policía», a partir de los aportes de diferentes personas y reporteros presentes en Plaza de Mayo, pudo reconstruir el recorrido de la bala que hirió a Pablo Grillo.

Patricia Bullrich quedó en evidencia y se expuso con sus mentiras, que ya forman parte de un modus operandi vergonzoso. Mintió en el caso de Rafael Nahuel, afirmando que los Albatros, que lo fusilaron de 114 disparos, se limitaron a repeler una agresión, a ultimar una amenaza. Mintió también en el caso de Santiago Maldonado, cuando afirmó en conferencia de prensa, que se había ahogado solo, que estuvo 77 días sumergido en el río y que no va a “tirar por la ventana a ningún gendarme”.

Años después, se volvió a utilizar este discurso y modus operandi, en el asesinato de Facundo Castro Astudillo (2020), esta vez protagonizado por la oposición: varios dirigentes kirchneristas (entre ellos Axel Kicillof y Victoria Tolosa Paz) junto a periodistas amigos  afirmaron insistentemente que Facundo se había ahogado solo, criminalizando (aún hoy lo siguen haciendo) a la madre y a los abogados de la familia, con el único fin de (como Patricia Bullrich) encubrir a los agentes y a las altas cúpulas de la policía bonaerense, principalmente el accionar del ex-ministro de seguridad Sergio Berni.

Al respecto, el discurso del periodista Pablo Dugan fue uno de los más representativos, en donde se pudo ver la dimensión del desprecio y el cinismo que puede pronunciar y elucubrar un periodista, en este caso, contra la familia Castro. Es impresionante ver cómo el mismo negacionismo que utiliza hoy Patricia Bullrich para proteger a la gendarmería, ayer lo utilizó Dugan para resguardar a la bonaerense.

Meli | Cuatro

¿Políticamente correctos o sigilosamente cómplices? 

El 16 de febrero de 2025 Carlos Guajardo publicó en el Diario Río Negro la nota “El adios a las señales de humo: los ‘mapuches’ de Chubut le compran a Elon Musk y usan IPhone”, en referencia a la detención de una joven activista social (Victoria Dolores Fernández Núñez) acusada y vinculada a los incendios de Bariloche y El Bolsón. Resulta redundante explicar que la nota (incluido el título) está cargada de un racismo explícito repugnante, como suele suceder y vomitar este diario regional.

Así como sucedió con “Los binoculares de Santana” y la campaña de estigmatización feroz que ejecutaron muchos medios hegemónicos de la Argentina contra la familia Huala, es importante remarcar que la misma produjo víctimas fatales y que, hasta el día de hoy, los responsables de los mismos no han sido juzgados; la campaña de estigmatización contra el pueblo mapuche dirigida por Jorge Lanata, Eduardo Feinmann y Luis Majul costó la vida de Fausto Huala quien se suicidó, entre muchas razones, por todo el hostigamiento mediático que sufrióeron él y su hermano, desde que se comenzó a construir la figura del enemigo interno en la Argentina.

No sólo los disparos por la espalda matan. Las palabras mal usadas y las mentiras también.

Al respecto, nunca hubo una toma de posición por parte de los periodistas del Diario Río Negro, ni por parte del Sindicato de Prensa del Alto Valle. Ni cuando se descalificó la opinión de Matías Santana por afirmar que vio con unos binoculares como los gendarmes perseguían a Santiago Maldonado antes de asesinarlo, ni ahora más recientemente para volver a estigmatizar la versión mapuche –que le está costando la libertad de Victoria Núñez y a Facundo Huala–. Pero si ese mismo colectivo interno del diario y parte del gremio, salen a marchar por Pablo Grillo y/o se reúnen para conmemorar un nuevo aniversario del asesinato de José Luis Cabezas; es decir, si son delitos que se cometen contra periodistas de Buenos Aires acompañan, se pronuncian, y se muestran públicamente sensibles, comprometidos y empáticos, pero si son delitos cometidos por compañeros de trabajo locales, fingen demencia, hacen como que no ven ni escuchan, justo ellos, los reinvindicadores del periodismo comprometido.

“¡Hacer diferencia!” o como se dice ahora: “bajar el precio”. La hipocresía políticamente correcta.

Kechu | Cinco

Calidad pericial

Patricia Bullrich, en conferencia de prensa y a través de varias entrevistas televisivas, afirmó, cada vez que le mostraron una fotografía de la posición recta y horizontal de los tiradores, que las mismas (las fotografías) “carecen de calidad pericial”. Sin embargo, cuando Patricia Bullrich armó “el informe RAM” (2017), que promovió públicamente con el Comando Unificado Patagónico, recopiló exclusivamente las fotografías de los allanamientos ilegales que realizó a familias y comunidades mapuche, muchas de estas fotografías repetidas hasta el cansancio y describiendo herramientas de trabajo rural como armas de guerra.

Una de las virtudes de las fotografías documentales y/o los archivos fotográficos es que son reveladores en un proceso judicial y representan una prueba irrefutable, ya que incluso en este tiempo del desarrollo de la inteligencia artificial, no pueden ser alteradas.

Un ejemplo contundente de la relevancia de una fotografía es la serie de Alejandra Morasano, publicada en Página/12 y desarrollada en el Mapa de la Policía, que permitió conocer el nombre del gendarme agresor de Pablo Grillo.

Cayu | Seis

La huella

Ser despreciado, ninguneado, bastardeado es una experiencia que deja huellas y permite experimentar la matriz de ese dolor, detectando rápidamente cuando se ejerce, incluso de forma aparentemente imperceptible. El racismo, como el desprecio, se mueve sigilosamente en nuestra sociedad.

Todos sabemos, fundamentalmente los que pertenecemos al mundo de la comunicación y el periodismo, que siempre se hizo diferencia mediática entre los casos de Santiago Maldonado y Rafael Nahuel; mientras uno tiene repercusión nacional, el otro se mueve por los canales más alternativos que puede producir la comunicación popular, sabiendo que ambos jóvenes estuvieron y fueron parte de un mismo contexto político y homicida.

Lo mismo ocurrió con Matías Santana, quien estuvo detenido (desde febrero de 2024 hasta octubre de 2024) injustamente, con una desmovilización nacional digna de un manual antiperiodístico.

Hoy Pablo Grillo, dentro de la gravedad de su cuadro, está mostrando signos de fortaleza y lucha. Su agresora, Patricia Bullrich se mandó a guardar y se mantiene en silencio, omitiendo realizar un pedido especial para la familia Grillo: nunca se disculpó, ni se acercó a la familia. Todo lo contrario: reivindicó, desde un primer momento y en varias ocasiones, el obrar del agente estatal que ya fue identificado: cabo Guerrero.

¡El disparo de Guerrero estuvo cargado de desprecio! Argentina ya tiene experiencia con respecto a las consecuencias que producen este tipo de municiones (cartuchos de gas lacrimógeno): todo el país vio en 2007 como quedó la cabeza de Carlos Fuentealba al recibir un impacto directo y a corta distancia. Cada uno de los policías que dispararon (marzo 2025) en línea recta buscaban herir, dejar una huella imborrable, destrozar a su posible oponente, no por una razón en particular, simplemente porque ese otro les produce aversión, desprecio. A pesar de que Pablo Grillo no les hizo nada en particular, pasó a ser un enemigo inminente por estar ahí y estar desarrollando una labor repudiable que puede exponer la filosofía intrínseca de los verdugos.

El desprecio radica también en el miedo que produce la posibilidad de verse reflejado en los registros documentales capaces de exponer la materialización del pensamiento y los deseos de los autores intelectuales.

Cada fotografía capturada, un horrible viaje hacia el dolor y el espanto. Ese es nuestro compromiso, esa es nuestra incómoda presencia e interacción con la realidad.

Regle | Siete

Tierra azul

El desprecio es ingenioso. Se actualiza, supera barreras etarias. Puede expresarse en un gesto de ternura no brindado, como puede también ser desplegado a través de 114 disparos gatillados por la espalda; puede quedar demostrado en la acción tortuosa de sumergir la cabeza de una víctima en un río congelado, como puede vislumbrarse en una mentira planificada y repetida hasta el cansancio, con el fin de doblegar, hasta ver que la voluntad de la persona asediada no soporta un día más de vida. El desprecio es ingenioso, no perece ante el paso del tiempo, y el paso de los gobiernos, está más allá de los modelos políticos y de las ideologías; responde a un deseo humano centenario y colonial de colocar al otro en lugares imposibles de describir, imposibles de soportar, imposibles de reproducir.

Pablo Grillo viajó hacia la tierra azul y volvió. Conoció a Rafael Nahuel y Santiago Maldonado. Tocó el agua del río Bueno. Pero no prosiguió viaje, por el Océano Pacifico, junto a la ballena azul que conduce los espíritus hacia el infinito. Agazapado entre la bondad y el compromiso, Pablo se quedó refugiado en el calor del misterio, merodea como un puma las brasas candentes que cocinan la bronca y la indignación generalizada de un pueblo que lucha obstinadamente para defender la pronunciación del pasado, en detrimento de la destrucción parcial o total de la vida en comunidad.

Es innegable, la sangre de Pablo se multiplicó: habitan en él una veintena de voluntades y fortalezas; como Namuncurá, un ejército de espíritus lo acompañan, organizado con cascos y máscaras de gas, preparado para resistir la balacera que llueve contra los desposeídos, caminando lento, aunque convencido de avanzar hacia el territorio de la sabiduría, formando un círculo que vuelve y nos aleja, cada vez más, de los visionarios del mundo que sólo se dan maña y se las ingenian para construir tanquetas y munición letal destinada a proteger su ambición criminal, su indiferencia putrefacta.