Por Leticia González Escalona*

Durante el siglo pasado los movimientos feministas y sufragistas lograron que se reconocieran los derechos políticos de las mujeres. Algunas alcanzaron gobernar con el voto popular ya muy entrado el siglo XX, pero repitieron el modelo del ejercicio del poder en el que prevalece la autoridad y el poder de los hombres y lo masculino; basta recordar a la ex primera ministra británica Margaret Thatcher apodada “dama de hierro” por la prensa soviética por su fuerte discurso anticomunista, por su política exterior belicista en el caso de las Malvinas y por impulsar el neoliberalismo en sus políticas públicas durante su gobierno que abarcó de 1979 a 1990. Con este ejemplo quiero decir que los modelos de gobierno masculinos tanto de derecha como izquierda fueron tendencia durante los últimos siglos y se caracterizaron en su gran mayoría por el colonizaje, las invasiones y guerras, explotación, saqueo, violencia cuyos “efectos colaterales” (así se les llama también a las víctimas en el lenguaje dominante) son el hambre, dolor, pobreza, enfermedad y pérdidas humanas, pero debemos decir que todo análisis que pretenda justificar la ley del más fuerte y a este tipo de gobiernos belicosos cae en los terrenos pantanosos de la supremacía patriarcal, machista, determinista y misógina que se imponen por la fuerza de las armas y la violencia en todas sus formas. Dos grandes próceres logran la excepción de la regla: el presidente sudafricano Nelson Mandela y el presidente uruguayo José Mujica, quienes supieron valorar a las mujeres en su dimensión transformadora e hicieron ese reconocimiento no sólo en el discurso, sino que fueron coherentes en su acción mientras el mito de la cultura sexual estereotipada se derrumbaba.

En ciertos momentos de la evolución humana las mujeres pusieron las condiciones para la paz entre las primeras comunidades prehistóricas; así mantuvieron el fuego y descubrieron la agricultura, avivaron la llama de la sabiduría y la bondad, alimentaron el espíritu y conectaron con lo sagrado, mucho antes de que aparecieran las religiones. Miles de años después, en la era cristiana, la virgen actúa como mediadora frente al Dios padre para interceder por el hijo, la mujer como centro gravitacional defiende los bosques, pone por delante el nosotros frente al yo omnipotente, las mujeres hacen comunidad, ponen el interés colectivo por encima de los intereses individuales, cuidan también de los animales y de los ancianos, y sin caer en las arenas movedizas del maniqueísmo (el hombre-malo y la mujer-buena), hoy estamos viviendo una encrucijada: los hombres también se han cansado de ser los “fuertes” y con las nuevas masculinidades se van configurando nuevos modelos de vida que revaloran lo humano más allá del género.

Es Tiempo de Mujeres, más que un slogan es una tendencia. Juntas llegamos es una afirmación de lo colectivo, no depende de una sola persona. Para eso, haremos una analogía muy utilizada: el ajedrez político, para poner de relieve el importante papel que juegan las mujeres en los proceso de cambio, de transformación y en el ejercicio del poder. Lo femenino cobra relevancia si las mujeres que gobiernan se dirigen hacia ayudar o mejorar las cosas para los demás, proteger, cuidar y proveer bienestar pero también de guiar a los pueblos hacia el camino correcto de la historia humana. En esa frecuencia las nuevas generaciones se hacen presentes y los jóvenes cobran consciencia del relevo generacional.

En el ajedrez la reina es la pieza más poderosa porque representa la unidad y la inteligencia en el tablero. No es una figura decorativa, sino es una pieza clave para lograr el triunfo.

En el ajedrez político tomamos una figura inspiradora, la dama o la reina es una analogía de nuestra presidenta la Dra. Claudia Sheinbaum Pardo, pero aclaro que decimos reina o dama sin hacer apología de las monarquías, haciendo referencia en todo momento al juego de ajedrez, a sus estrategias y movimientos. Como podemos observar la soberanía ahora tiene un rostro femenino y son las mujeres quienes han tomado la estafeta para defenderla.

La reina juega un papel esencial: defender al rey (en este caso al pueblo soberano y no el monarca). El pueblo de México la eligió con un amplio margen sobre sus competidores, en el firme compromiso de ser un gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo. La reina se convierte en mujer de Estado, Presidenta de México y  Comandanta Suprema de las Fuerzas Armadas de tal manera que ejerce el poder para acatar el mandato recibido del pueblo. La reina (en este caso Presidenta con A), humaniza a las fuerzas armadas como su predecesor Andrés Manuel López Obrador dándoles nuevos roles y sacándolos de los cuarteles para hacer obra social, ejemplo: el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles AIFA, el tren Maya -el tren suburbano que conectará a la ciudad de México con otros estados usando las vías férreas que fueron abandonadas durante la oscuro etapa neoliberal-, además de ser científica es esposa, madre, hermana, abuela, cuida su entorno, es ambientalista. En el tablero y en la arena política sus movimientos son transversales, rectos, diagonales, con estrategia y se mueve tranquila, íntegra, con cabeza fría pero con el corazón cálido entregada a su país y a su gente. Claudia, como le llaman muchos desde los años estudiantiles, asume que el segundo piso de la transformación será humanista.

Foto del Gobierno de México

Gambito de Dama

La reina (Sheinbaum) en apariencia sacrifica a un peón para darse su tiempo, en una jugada de apertura habla por teléfono con su homólogo estadounidense, con cabeza fría negocia y aplica la jugada Gambito de Dama, “cede” una posición, frente a Trump, acepta mandar 10 000 efectivos de las fuerzas armadas a la frontera, persuade y avanza firme frente a un poderoso e insolente Goliat, con la fuerza de la razón logra un primer acuerdo, una pausa arancelaria. Gana tiempo. Todos expectantes, anhelamos un desenlace justo para ambos países.

La reina en ajedrez  se mueve de forma similar a la torre y al alfil, pero sin limitación de movimiento. Su única limitación es que la dama no puede saltar piezas como el caballo.

La reina trabaja en equipo

La dama se vuelve especialmente eficaz cuando trabaja en equipo con otras piezas, como la torre, el caballo o el alfil cuidando los flancos. Esta combinación permite desarticular amenazas y riesgos múltiples que el oponente tiene más dificultad para defender. No se puede exponer sin la actuación de otras piezas: ahí los alfiles, caballos y torres (Secretarios de Estado) deben mantenerse alertas ante cualquier amenaza o riesgo.

Ejemplo: la reina y una torre en la misma fila o columna pueden coordinar ataques y abrir el camino hacia un jaque mate con diplomacia, con dialogo, en lugar de confrontar persuade. Donde la dama (presidenta) y una torre (en este caso el secretario de economía Marcelo Ebrard) avanzan sincronizando cada movimiento hacia el siguiente nivel de la transformación con el pueblo mismo, incluyendo a los 38 millones de mexicanos que radican en los Estados Unidos y obligan al adversario a moverse hacia el borde del tablero.

Foto del Gobierno de México

La reina domina el centro

Desde el Zócalo en Palacio Nacional puede dominar el panorama para defender la soberanía nacional. Desde esta posición, la presidenta de México tiene un alcance óptimo para fijar posiciones y diseñar las políticas públicas con su equipo.

En las fases finales del juego de ajedrez, la reina se convierte en una pieza esencial para dar jaque mate al rey del vecino país del norte. Los aranceles no impedirán que los sueños de tanta gente se hagan realidad.

 

*Activista humanista y defensora de los derechos humanos socio ambientales.