Con el doctor Kiko Pebles en la memoria, un cristiano y revolucionario ejemplar.
Surge en el debate nacional en Chile de la posibilidad de erigirle al expresidente Sebastián Piñera un monumento en la Plaza de la Constitución. Sorprende que la idea esté prendiendo entre sus más fieros detractores que, al plegarse a esta iniciativa, seguramente quieren asegurarse su propio monumento con el correr de los años. Con su trágico fallecimiento, muchos se olvidan de que se trató de un ser ávido por el dinero y que varias veces traspasó la línea roja de la ley en su afán de convertirse en un multimillonario, incluso durante su administración. También se lo acuso severamente de violar los derechos humanos, por la responsabilidad que le cupo como gobernante por las trágicas víctimas derivadas de la represión policial.
Todos los expresidentes chilenos tienen algún monumento que los destaca para conocimiento de las nuevas generaciones. Sin embargo, son pocos los que se ubican en la Plaza de la Constitución, ese centro neurálgico en torno del palacio de La Moneda. Desde luego tenemos allí a Diego Portales de quien se dice que fue el fundador de nuestra república, pero antes fue un exitoso comerciante y en realidad solo aceptó cargos ministeriales desde donde gravitó mucho más que los presidentes de la república que lo designaron. Lo que sí fue el principal promotor de la guerra fratricida contra la Confederación Perú Boliviana, tanto que fue horriblemente asesinado por los militares contrarios a este conflicto.
Respecto de la democracia, Portales decía que “ésta era un absurdo en los países como los americanos, donde los ciudadanos carecen de toda virtud…”. Una figura política que promovió nuestros primeros gobiernos autoritarios al grado de decir que la “señorita Constitución había que violarla” cada vez que se hiciera necesario. A pesar de todo, hay quienes dicen que fue el gran arquitecto de nuestra institucionalidad o el estado de derecho.
Cerca de Portales se erige también la estatua de Arturo Alessandri Palma que nos heredada la constitución de 1925. Un político de origen izquierdista que, como otros en nuestro tiempo, terminó gobernando con la oligarquía, con la derecha y, consecuentemente, resultó responsable de no pocos episodios represivos contra los trabajadores y estudiantes, como aquella Matanza del Seguro Obrero en pleno centro de Santiago.
También tenemos en este gran centro cívico de la Capital el monumento a Eduardo Frei Montalva de lucida trayectoria política y realizaciones como la chilenización del cobre y la Reforma Agraria. Pero él, sin embargo, se le otorgará siempre el baldón de haber apoyado y justificado ante el mundo el Golpe Militar de 1973, mientras miles de compatriotas eran ultimados por el régimen militar.
Cerca de Frei, también se levanta la estatua de Patricio Aylwin que también respaldara la asonada militar y por largos años guardara silencio respecto de lo que acontecía en Chile. Quizás por lo mismo, Pinochet más tarde accediera a traspasarle la Banda Presidencial a cambio de continuar como Jefe del Ejército y, luego, asumir como senador vitalicio. Todo mediante negociaciones cupulares, conciliábulos secretos, nada de democráticos, y por lo que vinieron largos años de impunidad respecto de los crímenes de la Dictadura. Ya que expresamente se dejó fuera el término de “justicia” en los intentos por hacer verdad y reconciliación.
Allí mismo está, además, en monumento de Jorge Alessandri Rodríguez, hijo del león Arturo, cuyo gobierno de administración fue considerado como el de los grandes y poderosos empresarios, por lo que no constan grandes realizaciones en favor del pueblo, salvo un simulacro de Reforma Agraria que fuera motejada como la de los “maceteros”.
En un vértice de la plaza está el monumento a Salvador Allende, ultimado por la sedición militar y cuyo diseño es completamente disonante con la de sus antecesores en bronce. Un verdadero mamarracho de estatua, como ha sido calificada por algunos rigurosos clasisistas, aunque ante ésta son cientos los chilenos que diariamente se acercan a ella, le depositan flores y los mayores llevan a sus hijos allí para instruirlos en lo que fue este amargo episodio de 17 años iniciado con el bombardeo e incendio de la sede del Poder Ejecutivo.
Mucho más que la idea de convertir en un museo la casa en que vivió, mediante la onerosa compra por el Estado del inmueble a sus herederas, será aquí donde los chilenos y visitantes extranjeros le rindan sentido tributo, como ha venido haciéndolo por más de treinta años. También se venera en esta Plaza de la Civilidad el monumento a Pedro Aguirre Cerda, aunque en un grado menor por el paso del tiempo y por los pocos vestigios que quedan del partido en que militó.
Porque todavía están vivos, no sabemos si Frei Ruiz Tagle, Ricardo Lagos y Michelle Bachelet van a tener algún día su correspondiente monumento. No debemos olvidar que, los gobiernos de la Concertación y la Nueva Mayoría tanto han suspendido o retrasado la democracia que el pueblo chileno concibió en la lucha contra la tiranía, el Estallido Social y tantos episodios en pro de la justicia social, la equidad y la paz. Tampoco sabemos si las faltas a la probidad que exhibieron sus mandatos los hará merecedores de esta distinción. Mal que nos pese, lo que sigue vigente es la Constitución de Pinochet, así como el fracaso de dos procesos constituyentes durante el actual período presidencial.
Seguramente, no será fácil fundir e instalar un bronce para Sebastián Piñera, a no ser que se prolongue esta política de los acuerdos que tienen en noviazgo al socialismo democrático, al PPD, al Frente Amplio, al Partido Comunista y, ahora, a la llamada centro derecha. Muy preocupados todos de proclamar a distintos precandidatos presidenciales que bien poco se diferencian entre sí. Cuando gobierna un otrora joven y rebelde revolucionario devenido para muchos en un socialdemócrata. Encantado con la conducta de la coalición opositora Chile Vamos, después de esta conviniera con el Ejecutivo la bullada reforma tributaria.
De lo que podemos estar seguros es que, de llegar a La Moneda cualquiera de los candidatos de apellidos alemanes, se va a proponer que se levante también una estatua al mismo Augusto Pinochet. Posiblemente no en la Plaza de la Constitución, donde queda poco espacio, pero quizás al centro de la emblemática Plaza Baquedano, aunque en ningún caso montando a caballo.