El politólogo y docente de la Pontificia Universidad Católica del Perú, Eduardo Dargent, afirma en la siguiente entrevista con OjoPúblico que distintas instituciones del Poder Ejecutivo, como la Presidencia del Consejo de Ministros y el Ministerio de Economía y Finanzas, se han terminado degradando y son ahora incapaces de contener iniciativas que vienen desde el Congreso y que son dañinas para el país. Además, responde sobre los posibles escenarios que se pueden presentar en las elecciones generales de 2026.

Por Enrique Patriau Hildebrandt – OjoPúblico

RETROCESO. Eduardo Dargent sostiene que en el Perú estamos presenciando un debilitamiento democrático e institucional.

Video: OjoPúblico

Lo que ha venido ocurriendo en el Perú durante los últimos años se ha descrito de manera recurrente como una “crisis política”. Pero cada vez más voces advierten que la realidad es bastante más complicada, que en el fondo estamos frente al deterioro de nuestro sistema institucional. Eduardo Dargent, politólogo y docente de la Pontificia Universidad Católica del Perú, responde en esta entrevista con OjoPúblico cuáles son, desde su perspectiva, las claves que ayudan a explicar el declive de nuestra democracia.

De acuerdo con Dargent, el caso peruano refleja la “derrota del Ejecutivo frente al Legislativo”. Mientras que el primero, hace algunos años, podía detener algunas iniciativas que atentaban en contra del bien común, en la actualidad es el segundo el que se impone para favorecer intereses particulares. A eso hay que añadir, sostiene el entrevistado, la subordinación de instituciones, como el Tribunal Constitucional o la Defensoría del Pueblo.

Pueden acceder a la entrevista completa en nuestro canal de Youtube.

El Perú sigue cayendo en el índice de percepción de la corrupción de Transparencia Internacional. No es raro. Hay 35 congresistas denunciados constitucionalmente por la Fiscalía, por ejemplo. Eso es más de la cuarta parte del Congreso. ¿Qué dice eso, para usted, de la propia legitimidad de nuestras autoridades?

Las normas se sostienen cuando hay gente que las hace cumplir. Una regla dice: «tú no te puedes robar el sueldo de tus trabajadores”.

De nadie, en realidad.

De nadie. Y, sin embargo, en el Congreso existe una regla informal que es, básicamente: «Róbate el sueldo, porque no te va a pasar nada.» La reacción frente a eso ha sido mínima. La corrupción ahora es ampliamente tolerada o protegida desde el poder. Sabíamos que, tras las bambalinas, pasaban cosas tal vez más graves. Incluso el fujimorismo de los noventa, en términos de manejo parlamentario, era más cuidadoso.

¿Trataban de maquillar la situación?

Obviamente se robaba y el Congreso fujimorista era el guardaespaldas de ese robo, pero, de alguna manera, eran más cuidadosos. Ahora hemos llegado a un punto en el cual te dicen: “Sí, estoy robando”, hay evidencias, están las boletas de pago, y no pasa nada. No son solamente veintitantos congresistas involucrados en ese tipo de conducta. Es evidente que la gran mayoría dice: “Esto de hacer cumplir la ley mejor no lo empujo porque quizás yo seré el siguiente.» Hay algo, frente a la opinión pública, que es muy dañino: la idea de que eres impune, que no te va a pasar nada, que puedes hacer lo que quieras, que puedes usar tu cargo en la forma que quieras y no pasa nada.

 

Hay algo, frente a la opinión pública, muy dañino: la idea de que eres impune, que no te va a pasar nada».

¿Y cree que la opinión pública ya asimiló la idea de que las autoridades pueden robar impunemente, sin consecuencias?

Tengo la impresión de que la opinión pública ya ha dicho que no hay mucho que hacer. Es una ciudadanía muy despolitizada. Los espacios de interés político han caído por fenómenos globales y locales. Los grandes medios antes te podían poner en una portada “congresista ‘lava-pies’’…

Y generaban un efecto.

Un efecto inmediato. Hoy día los congresistas han descubierto que esas portadas ya no tienen el peso de antes. Es un fenómeno mundial, pero también local. La propia prensa, en algunos medios, sobre todo por su forma de actuar en campaña y frente a ciertos hechos…

¿Ha perdido credibilidad?

Ha perdido credibilidad y fuerza. El resultado es que cada vez más puedes zurrarte en lo que te digan o denuncien. Ver a Vizcarra vacunarse, el desparpajo con que se hacen las cosas, ver a Pedro Castillo…

¿Terminó por desencantar a la gente?

De que valía la pena protestar por algo. Cuando se nombraba a los amigos de los partidos en las repartijas de magistrados del Tribunal Constitucional había una reacción.

Se llegaron a parar alguna vez esos nombramientos. 

Sí, dos veces. Esta vez han hecho lo que han querido. Los que estamos interesados en política llevamos la cuenta de quién es el presidente de la Junta Nacional de Justicia, la mayoría no. Y no hay canales institucionales, ni partidos políticos fuertes, ni medios de comunicación capaces de llevar la cuenta de lo que está pasando, ya no digo de encauzar la indignación.

Varias veces escuché el argumento: “Un Gobierno tan impopular no se va a sostener mucho tiempo”. Pero ahí está. ¿Por qué?

Fue una apuesta que hizo el Gobierno. Cuando entra Dina Boluarte, decidió tomarse las fotos con el Congreso y dejar un mensaje clarísimo: “Mi rendición de cuentas es hacia ustedes”. Abandonó la idea de renunciar y eso tuvo un costo altísimo. Estamos en un problema nacional, se mató gente en el sur peruano y hasta la persona menos interesada en política comparte la sensación de que acá hay una fractura grande. Jugar para el Congreso permitió esa estabilidad (a Boluarte).

Se dejó de lado la dinámica que venía desde Pedro Pablo Kuczynski, Vizcarra o Castillo, esta degradación de la idea de la vacancia presidencial, o la disolución del Congreso, o la cuestión de confianza que son mecanismos nucleares, que se habían normalizado y que con Boluarte desaparecieron. Pero no desaparecieron porque haya bajado la posibilidad de usarlos.

¿Se pusieron de acuerdo entre ellos?

Por supuesto, se pusieron de acuerdo, pero, más que eso, el Ejecutivo se subordinó. Hoy día el Ejecutivo es una suerte de felpudo del Congreso, incluso en temas donde el Ejecutivo hizo muchas cosas buenas por este país, como el tema económico. Podemos hacerle mil críticas al Ministerio de Economía y Finanzas, por lo que no hizo, por lo que le faltó, pero desde 2001 hasta el 2021 el MEF era un limitante de los abusos congresales y controlaba, de alguna manera, la forma en que el Parlamento quería meter temas de intereses particulares. Eso ya no existe, el MEF es, hoy en día, una institución degradada, la Presidencia del Consejo de Ministros es una institución degradada. Yo no miro el mundo por likes ni seguidores, pero mira el Twitter de…

¿Del MEF?

Bueno fuera del MEF. Del (premier) Adrianzén. No lo sigue ni su familia, creo. Cada vez que pone algo ahí no tiene relevancia, ni lo ven. Cualquier influencer medianamente conocido tiene cuatro o cinco veces más audiencia. ¿Quién es Adrianzén como para dirigir una PCM que pueda controlar estas tendencias negativas que están viniendo del Congreso? No es solamente una degradación del Estado, de políticas públicas, de instituciones, sino también hay un avance de intereses desde el Ejecutivo, de estos partidos débiles electoralmente, pero fuertes por su poder institucional y por su alianza. No creo que sea un acuerdo maquiavélico, en el cual todo se mueve como un reloj.

 

El MEF es, hoy en día, una institución degradada, la Presidencia del Consejo de Ministros es una institución degradada».

No, claramente es algo muy improvisado, que ha funcionado en el camino.

Y centrado en impunidad y en algunas repartijas de temas básicos y presupuestos. Es un tema para la ciencia política fascinante, pero triste para el país.

¿Por qué es fascinante?

En una columna reciente, Carlos Meléndez decía algo así como que no exageremos, que aquí no hay un gran enemigo democrático. Efectivamente, no hay el gran populista que toma la democracia, ni el partido único que controla el Congreso. Pero lo interesante del caso peruano es esta suerte de derrota del Ejecutivo frente al Legislativo, la preeminencia del Legislativo y de acuerdos básicos de estos grupitos con intereses muy particulares.

Son políticos débiles electoralmente, pero que representan actores más fuertes del mundo informal y legal, y que han terminado llevando a un debilitamiento democrático. Tienen un Tribunal Constitucional más subordinado, una Defensoría del Pueblo claramente subordinada, un Poder Judicial puesto contra las cuerdas y un Poder Ejecutivo que, básicamente, actúa creyendo que está diciendo cosas importantes cuando, en realidad, está protegido por el Congreso. Entonces, sí hay un debilitamiento democrático e institucional.

Martín Tanaka plantea en una columna que estamos viendo el final de la hegemonía de la democracia liberal. ¿Suscribe que esto está ocurriendo en el Perú?

Son procesos distintos, pero que se engarzan. América Latina es una región bien intermedia para la democracia. No es África, donde la democracia la pasa recontra mal, ni un gran régimen autoritario como Singapur o China. A partir de los noventa, las democracias comenzaron a durar en la región, aunque queda claro que hay problemas estructurales que no se solucionan simplemente por tenerla. Hay una serie de indicadores que muestran que en tiempos democráticos nos ha ido mejor, pero, al mismo tiempo, creció la violencia criminal, una serie de servicios públicos no estuvieron a la altura de lo que se buscaba, salieron escándalos de corrupción enormes y creo que se ha llegado a una especie de hartazgo democrático.

¿Incluye al Perú en su análisis?

Por supuesto. El Perú es uno de los peores casos. La gran informalidad que existía a inicios de siglo y que arrastrábamos se mantuvo; no hubo un fortalecimiento de una serie de servicios públicos relevantes.

¿Qué escenarios posibles ve para las elecciones que vienen?

Veo tres escenarios. Uno, no menor, es que la fragmentación continúe, que tengamos ocho nuevos partidos en el Congreso haciendo pactos mínimos, distribuyendo presupuesto y respondiendo a sus intereses particulares, siguiendo un poco con la misma dinámica, con una política pública de bajo nivel. Dos, que el hartazgo produzca líderes que encuentren popularidad en sus posiciones contra el Congreso, que se ha fortalecido, aunque si algo es odiado en el Perú es el Congreso. Eso nos llevaría a la ruta latinoamericana de presidentes más populistas que buscan ganar legitimidad golpeando al Legislativo. Y el tercer escenario es creo más optimista.

Es el menos probable, entonces.

Quizás. Es que algunas fuerzas canalicen mejor las cosas y recuperen cierto peso para el Ejecutivo. ¿Por qué es difícil? Porque, si bien no creo que seamos una sociedad polarizada, sí es cierto que los grupos polarizados hoy por hoy parten con ventaja, y los que están al centro pueden terminar como sándwich. Hay que ser muy inteligente para enfrentar una campaña con las demandas que hoy día tiene la población, con las reivindicaciones por todo lo que ha pasado.

¿Le ve opciones al centro político?

Sí creo que hay buenas candidaturas al centro. Lo conozco de muy poco, pero creo que Rafael Belaunde puede pararse en un centro- derecha. O puede ser Marisol Pérez Tello, si logra la candidatura en Primero la Gente. Y desde la izquierda, creo que López Chau tiene algo que decir a favor de esta idea de recuperar cierta normalidad, cierta efectividad de las políticas públicas, cierta efectividad democrática. Es muy difícil, como digo, porque los que parten con ventaja son los polarizadores. El reto de los candidatos de centro es demostrar que votar por ellos es útil. Y la ventaja, que aplica para todos, es que en el Perú eso se logra creciendo un 6%. Con 6% ahora eres un titán.

Y con un 8% ya estás peleando la segunda vuelta.

Así es.

Dio el salto a la política militante con Lo Justo en un primer momento y luego con Primero la Gente. ¿Por qué decidió ese paso?

Por mucho tiempo he estado callado porque uno se involucra con esto y pierde distancia. Pensé que era importante construir una opción de centro, que aprenda de los errores para atraer gente que creo muy valiosa. Más que una opción personal, era meterse a construir algo.

 

Hay varios partidos a los que lo único que les interesa es pasar la valla, y están buscando alguna figura que los ayude».

¿No le interesaba postular?

Podría ser después. Con Lo Justo no se pudo, por diversas razones. Es un mundo difícil: tenías que pedir a la gente que se afilie y la gente no quiere. Luego están los comités regionales, provinciales. Fue un mundo y, al final, Lo Justo migró hacia una alianza con Primero la Gente que ahí va. Aprendí un montón.

¿Es manejable una campaña con más de 40 partidos en competencia?

Hay dos cosas. Primero, hay varios partidos a los que lo único que les interesa es pasar la valla, y están buscando alguna figura que los ayude. Y lo otro es que hay una sobreestimación de que tú puedes ser el que se saque el guachito.

Se ve más como una lotería, ¿cierto?

Exacto. Que pase algo que te ponga en Twitter todo un día y, a partir de ahí, construyas, algo que vimos en varios momentos, con Kuczynski, Verónika Mendoza, o Julio Guzmán. Me refiero a la idea de que la puedes hacer, que puedes llegar.