El 7 de enero de 1989 se reunieron más de 5 mil personas en el Campo de Marte en Florencia, Italia, para celebrar la formación de la Internacional Humanista.
Partidos Humanistas de 43 países de los cinco continentes sellaban con esto su primer congreso, decidiendo coordinar sus esfuerzos y darse una orgánica común para continuar en su tarea de “Humanizar la Tierra”.
Participaron del evento representantes de diversos gobiernos y partidos políticos de Europa, Asia, África y América.
Aquella irrupción en la arena política constituyó una nueva manifestación histórica del humanismo, y continúa, como entonces, presentándose como una “luz esperanzadora” ante un mundo convulsionado y necesitado de nuevas respuestas ideológicas y políticas, que aporten un punto de vista y un quehacer renovado frente al indudable desgaste de las corrientes tradicionales.
En esa misma oportunidad, en un memorable acto realizado ese mismo 7 de enero en la Plaza Santa Croce de la ciudad de Florencia, en ocasión del I Congreso de la Internacional Humanista, el estudioso humanista Salvatore Puledda, pronunció un homenaje a Galileo Galilei frente al edificio que guarda su tumba simbólica.
En aquel memorable discurso, el catedrático italiano reivindicó el valiente antecedente histórico de aquellos humanistas que, como Galileo, Giordano Bruno y tantos otros, se opusieron a la dictadura y el negacionismo de los dogmas eclesiásticos que impedían el avance del conocimiento.
Asimismo, en nombre de los humanistas llegados para la Internacional desde todos los rincones de la Tierra, instó a todos los científicos de la Tierra a que finalmente la Ciencia se utilice para exclusivo beneficio de la Humanidad.
“Con la voz que se quitó a Giordano Bruno y, como a él, a millones de oprimidos, con esa voz que hoy resuena en esta plaza, lanzamos este llamado: que en todas las universidades, en todos los institutos de investigación, se instituya un juramento, un voto solemne -análogo al de los médicos creado por Hipócrates en los albores de Occidente- de utilizar la Ciencia solo y exclusivamente para vencer el dolor y el sufrimiento, para humanizar la Tierra.”, exclamó.
El Compromiso Ético
Con idéntico significado, tuvo lugar años después, en 2008, la ceremonia de Compromiso Ético en el marco del I Simposio Internacional del Centro Mundial de Estudios Humanistas, en Parques de Estudio y Reflexión Punta de Vacas, centro fundacional del movimiento.
“Estamos en un mundo en el que muchos están dispuestos todavía a vender su conocimiento y su saber para cualquier finalidad. Esto ha llevado a cubrir nuestro planeta con máquinas de muerte. Otros han utilizado el propio ingenio para inventar medios con el fin de manipular, acallar y adormecer la conciencia de la gente.”, se dijo en aquella oportunidad.
“Pero también están, en distintas latitudes, los hombres y mujeres que utilizan la Ciencia y el Conocimiento para superar la miseria, el hambre, el dolor y el sufrimiento, para dar voz y confianza a los oprimidos.”
“Hoy, en los comienzos del tercer milenio, la supervivencia de la Humanidad está amenazada y sobre nuestra Tierra se cierne una pesadilla de violencia, guerra y hecatombe nuclear.
Por ello, expresamos hoy nuestro compromiso de utilizar los conocimientos solo para el bienestar y el desarrollo del ser humano.”
Tal es la actual vigencia de ese llamamiento, que más recientemente, los miles de participantes en la 3ª. Marcha Mundial por la Paz y la No Violencia recogieron el mensaje, llevándolo a los distintos rincones del planeta.
La acción, promovida por la organización Mundo Sin Guerras y Sin Violencia, otro de los organismos surgidos de la corriente del Humanismo Universalista fundada por Silo, culminó su recorrido el pasado 5 de enero en Costa Rica y llevó en sus alforjas el mismo compromiso, que fue entregado a numerosas universidades y entidades públicas para su adopción.
Las líneas finales del Compromiso Ético, coreadas por miles de personas de las más diversas culturas, dicen así:
“Me comprometo frente a mis amigos, profesores, familiares y compañeros a no utilizar jamás en mi vida los conocimientos recibidos y los aprendizajes futuros para oprimir a seres humanos, sino, por el contrario, aplicarlos para su liberación.
Me comprometo a trabajar para la eliminación del dolor físico y del sufrimiento mental.
Me comprometo a impulsar la libertad de pensamiento y el aprendizaje de la práctica de la no-violencia, buscando “tratar a los demás como me gustaría ser tratado”.
El buen conocimiento lleva a la justicia
El buen conocimiento evita la confrontación
El buen conocimiento lleva al diálogo y la reconciliación
El potente eco sigue resonando en estos párrafos, exigiendo retomar aquel rumbo con el que nacieron los saberes: aportar a la superación del dolor y el sufrimiento humano. Condición sufriente que, en un total absurdo y en absoluta contradicción con el propósito original de la Ciencia y el Conocimiento, continúa considerándose intrínseca a la existencia y afirmándose como definitiva para la especie.