En la democracia estadounidense cualquiera puede llegar a la Presidencia del país, sobre todo si milita en cualquiera de los dos partidos hegemónicos y tiene dinero o lo consigue con creces. Está claro que esto es lo ocurrido con la ascensión de Trump al poder. No importa que la justicia lo haya sindicado de facineroso, que tuviera múltiples procesos judiciales como abusador sexual, por evasión de impuestos o haya estado involucrado en el asalto al Capitolio, cuyos autores materiales reciben ahora el indulto presidencial otorgado por quien apoyó este alzamiento.
Mientras se instalaba de nuevo en la Casa Blanca este proscrito personaje reiteró sus arrogantes intenciones y agregó otras que en campaña no dejara muy explícito como su intención de establecer en la ley que solo existen dos sexualidades, la de los hombres y de las mujeres. En un país en que por mucho tiempo se efectúan matrimonios igualitarios.
Pero en su delirio, en las amenazas del nuevo mandamás norteamericano se ha mostrado dispuesto a ocupar el Canal de Panamá, agregar a Canadá como el estado 51 y tomar posesión de Groenlandia. Además de cambiarle el nombre al Golfo de México.
Ya se inició la deportación del territorio de un sinnúmero de inmigrantes y que cerrará las fronteras de su país para evitar la entrada de otros miles de latinoamericanos, asiáticos y africanos cuyos territorios son habitados por pueblos que él desprecia, por su acendrado racismo. Olvidando que los Estados Unidos son gracias a las emigraciones especialmente de negros que se han constituido en la mano de obra barata del alto desarrollo de esta potencia.
Sus audaces expresiones en realidad han causado más hilaridad que miedo en el mundo, aunque el retiro de su país de la Organización Mundial de la Salud tiene consecuencias desastrosas, toda vez que estos ahorros se destinarían a reforzar el poder militar y bélico de su imperio.
Para todos estos despropósitos cuenta con el aplauso de un Javier Milei, en Argentina, y de unos cuantos gobernantes abyectos que también lanzan escupitajos verbales que el mismo Hitler soslayó en su tiempo. Se apoya, también, en el multimillonario Elon Musk que tendrá alta influencia en su gobierno, tanto así que muchos tienen la esperanza en que sus ambiciones económicas y políticas lo hagan romper más temprano que tarde con el primer mandatario. No olvidemos que en Estados Unidos el que gobierna realmente es el poder económico, el de las grandes empresas que, como se ha visto no trepidan de eliminar a aquellos mandatarios que son disfuncionales a su voracidad. Es en este poder donde con un desquiciado como Trump podría tener fin a su vida y alucinaciones sicóticas.
Se entiende que, por el poder de Estados Unidos, muchos mandatarios del mundo guarden silencio y demuestren con ello su bajeza o indignidad. Aunque felizmente existen gobernantes como la mexicana Claudia Sheinbaun que las amenazas de su vecino gobernante no la han inquietado mayormente y que, por el contrario, dice estar dispuesta a acoger a todos sus connacionales que sean expulsados por Donald Trump.
No tan extraño es el silencio de los países europeos o de la OTAN que cuentan con los recursos de Estados Unidos para hacer frente a aquellos gobernantes con Putin resuelto a alterar en mapa en favor de ampliar sus fronteras. También puede entenderse que un jefe de estado como Gabriel Boric mantenga apretados sus labios a fin de que la visa waiver que privilegia a Chile, por ejemplo, no vaya a ser cancelada y con ello, no solo nuestros delincuentes, sino todos los que quieran viajar a Estados Unidos tengan que cumplir con los odiosos trámites de antaño.
Por otro lado, más que a Trump a nuestro gobierno debiera preocuparle la rastrera actitud del presidente argentino Javier Milei quien podría aprovecharse por su incondicionalidad ante la Casa Blanca para avivar viejos litigios con nuestro país, a sabiendas que sus pretensiones podrían contar, esta vez, con la complacencia del mandatario estadounidense.
De allí la necesidad de reforzar la alianza diplomática con los países de nuestra región que todavía no han caído en manos de mandatarios delirantes y mantienen una actitud antimperialista. Renunciando a los procesos de integración entre nuestras naciones, como dispuestos a campeonar con sus propios recursos naturales y ejércitos, e ilusionados en que su liderazgo les asegurará la adhesión de sus pueblos para cualquier aventura expansionista.