Finalizada la cuarta edición de los talleres de desarrollo humano en las prisiones de la provincia Buenos Aires, algunos de los numerosos participantes en contexto de encierro nos hacen llegar sus reflexiones.
Hernán C. del Pabellón 22 “emanando letras” de la Unidad 35 de Magdalena comenta:
“El taller nos ha invitado a reflexionar profundamente sobre nuestra esencia como seres humanos y sobre la manera en que nos relacionamos con nosotros mismos, con los demás y con nuestro entorno.
A lo largo de esta formación, hemos explorado dimensiones que trascienden lo meramente académico y profesional, centrándonos en el crecimiento personal, emocional y ético. Los talleres representan un desafío que nos impulsa a repensar conceptos fundamentales como el autoconocimiento, la empatía y la comunicación emocional.
Un aspecto central de estos talleres es la idea de que el desarrollo humano no es un destino fijo, sino un viaje continuo de aprendizaje y transformación. Este proceso nos invita a reconocer tanto nuestras potencialidades como nuestras limitaciones, a abrazar la diversidad y a trabajar en nuestro autoconocimiento para fortalecer no solo nuestras habilidades personales, sino también nuestras relaciones y nuestra capacidad de contribuir positivamente a la sociedad.
En este contexto, el curso ha llevado a cada participante a cuestionarse profundamente, promoviendo un enfoque introspectivo que permite descubrir qué significa vivir bien. Esto no se mide únicamente por el éxito externo, sino, sobre todo, por el bienestar interno y la satisfacción con la propia vida.
El aprendizaje no se limita a la adquisición de conceptos, sino que se traduce en la integración de herramientas prácticas que nos permiten mejorar la calidad de nuestras relaciones interpersonales y nuestra conexión con el entorno, fomentando así un desarrollo sostenible, tanto a nivel individual como social”.
Otro de los participantes nos comparte su experiencia al realizar una meditación guiada, describiéndola como un verdadero viaje interior que le permitió desarrollar un nuevo punto de vista sobre los problemas y las dificultades.
“Después de escuchar varias veces el audio, comencé a experimentar el viaje que proponía. Fue como entrar en un trance donde distintas sensaciones me inundaron, llevándome a entender la dimensión y el verdadero valor de cada cosa.
En un inicio, conecté con la oscuridad, en la cual solo existía mi punto de vista. Desde allí, comencé a subir por la escalera atravesando un mercado. Para mí, ese mercado representaba la obligación cotidiana de consumir distintas cosas, la exigencia de tener que cubrir las distintas necesidades. Reflexioné sobre cómo no solo consumimos bienes materiales, sino también situaciones y momentos y como estos nos impulsan, nos motivan y dan sentido a nuestra propia vida, e incluso a la de los demás.
Al llegar al cielo, experimenté de modo muy real, la sensación de estar entre las nubes. Miré hacia abajo y vi el mercado desde las alturas; desde esa perspectiva, parecía un edificio cuya estructura terminaba en una punta similar a la de una flecha. Desde allí, pude observar mis problemas cotidianos, la conexión que había entre ellos, y sus posibles soluciones. Todo parecía menos complicado desde las nubes.
De repente, tomé conciencia, de que, a pesar de estar preso y privado de muchas cosas, esos problemas ya no parecian tan graves. Al comprenderlo, una profunda tranquilidad, una paz indescriptible, me llenó. Me sentí muy relajado y conectado con la experiencia.
Encontrar a ese amigo, al cual no puedo ver debido a estar privado de libertad, me puso muy contento. Mientras nos abrazamos con alegría, pude sentir que no había preocupaciones ni problemas. Mi amigo pescó una fuente llena de delicias, que para mí simbolizaban soluciones y paz. pude disfrutar y gozar relajada y tranquilamente de ese momento.
Al despedirme de mi amigo con un abrazo, pude sentir que no estoy tan solo y que solo necesito relajar mi mente para poder encontrar soluciones. Después de la experiencia, tengo otra mirada sobre mis problemas, ya no es tan complicado solucionarlos.
Al regresar a la realidad, me doy cuenta de que no es todo tan complicado, hoy tengo una nueva perspectiva de las cosas. Puedo tomar decisiones y también puedo analizar y pensar las posibilidades y complicaciones de cada decisión tomada.
Asimilo este viaje a una epifanía, ya que me reveló aspectos nuevos y distintos de la vida. Me ofreció una nueva perspectiva, fue una especie de iluminación que transformó mi forma de pensar y me reveló cosas que no veía o no tenia en cuenta.»
Los trabajos realizados en los talleres de desarrollo humano permiten un intercambio sincero y profundo sobre temas fundamentales como son la superación del sufrimiento y encontrar un propósito que le dé sentido a nuestras vidas.
Se trata de un proyecto pionero, un ejemplo de cómo contribuir con un nuevo enfoque en la mejora de la situación de las personas privadas de libertad, en su proyección a futuro y en definitiva en la superación de la violencia social y personal, así como en la posibilidad de encender una chispa de esperanza en la población carcelaria.