por Carlos Caramello
“De la dignidad al ridículo hay sólo un paso”
Adolf Hitler
Milei no gobierna: entretiene. Muda el foco de atención. Distrae. Desvirtúa el orden del discurso político. Espanta. Provoca. Hace piruetas. Come maní. Y se sube, cuando lo invitan, al instrumento del Gran Organillero que está haciendo su propio show allá por Washington DC.
Ya no representa ninguna novedad, claro. Aunque, a la Argentina, las “películas” parecen seguir llegando muchos años después de su estreno. Con menos maquillaje pero gestos más exagerados, varios de los principales dirigentes del mundo político y corporativo han apelado a la misma estrategia: decir un disparate, llamar la atención, imponer el tema de la conversación,polarizar las audiencias, construir sobre un colectivo que lo ama o lo odia.
¿Por qué otro motivo un presidente liberal y economista (¿?) podría, si no, asistir al Foro de Davos, un ámbito eminentemente empresarial, a establecer que sus enemigos son los homosexuales, el feminismo, las políticas de equidad, el ecologismo, la inclusión y los inmigrantes, sólo por mencionar algunas de las batallas que prometió librar? Eso sí: de negocios, ni palabra. No trajo ni un acuerdo, ni un euro, ni una rupia, ni un perro verde, ¡nada!
Pasa que tanto Milei, como Donald Trump (autor fáctico de la estrategia de polarizar y capitalizar votos en 2016), como Elon Musk, como Volodímir Zelensky y tantos otros, cuenta con una de las mayores pandemias de la época: el déficit de atención social. Y eso, más la complicidad activa de los mass media, le resuelve tener que dar muchas (demasiadas) explicaciones.
Por ejemplo, su pregonada posición homofóbica. Sabido es que no hay fascista homosexual que no se manifieste homofóbico, cosa muy fácil de demostrar si se investiga en los ejércitos del mundo. Desde la Roma imperial ocurre. Las centurias integradas por parejas homosexuales eran las elegidas para combatir primeros en el frente, porque como se amaban, se protegían y eso les daba más valor y ferocidad… Pero, claro, Milei no sabe sumar, mirá si va a saber historia antigua.
Con esa suerte de impunidad canalla, con un sistema de protección mafioso implementado por los grandes periódicos del mundo (porque les cobran por su amparo) y, claro, con la falta de escucha de las mayorías, Milei y sus amigos-dueños presentan una batalla que siempre será desigual para cualquiera que quiera enfrentárseles, mucho más si el contendiente cree que se trata de una “batalla cultural” y no de la “guerra por la construcción de sentido”.
Apolíticos del mundo… uníos
“¿Para quien canto yo entonces?”, se preguntaba hace 50 años un Charly García casi adolescente, y completaba “si los humildes nunca me entienden”, anticipando, acaso, la gran cuestión que parecería atravesar esta década iniciada en pandemia y de incierto final. Por lo menos para algunos sectores bienintencionados de la militancia ligada a lo popular y lo democrático. ¿Dirigentes? Contados con los dedos de una mano.
García iba más allá -prerrogativas que tienen los poetas- y ofrecía, además, un diagnóstico: “Si los hermanos se cansan / de oír palabras que oyeron siempre”. La marosca con el tipo. Si algunos lo hubiesen contratado como asesor en lugar de andar exhibiéndolo cualcucarda, por ahí no hubiesen errado tanto el vizcachazo. Porque si algo dejaron en claro las presidenciales de 2024 es que el pueblo estaba hasta la coronilla de los discursos erráticos, edulcorados y falaces que llamaban a votar por derechos que el electorado en general sentía que no tenía y contra el “fascismo”… Lo que les sonaba más a “fasear” (“está hablando de fasooo”, diría el genio de Capusotto) que a alguna forma de totalitarismo.
El para quién sigue siendo la pregunta. Descularla es bastante más que explicar el agujero del mate. Y los partidos populares de nuestra región no han sido demasiado eficaces en ese sentido. Sobre todo en los últimas décadas del siglo XX y en lo que va de este, cuando la “corrección política” ganó espacio entre los progresistas que recién se incorporaban a las diferentes formas de la militancia siempre con un poco de culpa, siempre haciendo ejercicio de pobrismo que, seguramente, no es lo que más les encanta a los que menos tienen. Evita, que venía de dónde venía y comprendía como nadie a sus iguales, nunca dudó en vestirse, peinarse y maquillarse como una estrella de Hollywood. “La única reina que vestí fue Eva Perón”, sentenció Christian Dior.
¿Somos como somos?
En noviembre de 2019, la revista on line La Tecla Eñe, que dirige mi querido Conrado Yasenza, me publicó una nota que días después aparecería en El Cohete a la Luna, creación de Horacio Verbitsky, en la que me preguntaba por qué “cuanto más beligerante, grosero, provocador y criminal se muestra el antiperonismo, más conciliadora, educada y moderada se vuelve nuestra dirigencia”, casi anticipando lo que sería el gobierno de Alberto Fernández.
Y reflexionaba sobre las bases. Decía: “El Pueblo perdona menos (acaso porque sufre más los embates y puede mostrar en el cuero las marcas de esa violencia), tal vez sólo porque es más visceral (léase menos político). Y uno se pregunta a menudo si la razón no lo asiste. Si esos siglos de estigmatización y desprecio que, finalmente, se resumen en el título de antiperonista, no ameritan que, por una vez, seamos como dicen que somos”.
Pero no. Esta semana lo vimos con claridad los que no cerramos los ojos. Milei amenazó de muerte a millones de argentinos y prometió ir a buscarnos (me incluyo, por si el presidente todavía no se dio cuenta) “hasta el último rincón del planeta”. Sin embargo, las voces de legisladores de UxP como Paula Penacca, se alzaron por las declaraciones del libertario contra la comunidad LGBT, lo que está bien, pero da la sensación como que no alcanza. Como que el pueblo en su conjunto no se siente contenido por esos repudios. Por ahí sería bueno definir para quiénes estamos cantando antes de enojarnos cuando uno de los nuestros propone “componer una nueva canción”… aunque no lo haga Charly.
Fenómeno local
Que es un fenómeno, no está en discusión. Observadores extranjeros y analistas vernáculos están de acuerdo en esto, igual que sus fanáticos y sus detractores. Hay que determinar, entonces, qué decimos cuando lo definimos de esa manera.
La segunda acepción para la palabrita, en el diccionario de la RAE, dice “cosa extraordinaria o sorprendente” y presenta una serie desde “prodigio” a “rareza” pasando por un término definitivo: “milagro”. Sin embargo, su tercera acepción, coloquial, define “persona o animal monstruoso” con un sinónimo duro: “engendro”. Propios y ajenos consideran, entonces, al líder libertario un “fenómeno”. Pero desde significantes diferentes, al menos en términos de Lacan.
En el medioevo, los considerados “anormales” eran abominados, incluso temidos. Eso conduce a la marginación, el rechazo social y hasta a la persecución de estas personas por parte de los poderes civiles y religiosos. Locos, herejes, embrujados, delincuentes, vagos… todos convivían bajo un mismo rótulo y un mismo trato. En Francia, “se construyeron verdaderas fortalezas y ciudades amuralladas en donde se guardaban y escondían a centenares de personas con algún tipo de discapacidad”. La ya mítica Cour des miracles de Víctor Hugo es uno de los barrios en donde guarecían estos desesperados.
Por otro lado, los acólitos de Milei –casi todas personas que están vinculadas laboral o económicamente con el gobierno o que ganan millones de dólares gracias a su gestión– lo endiosan y lo idolatran, de la misma manera que algunas de las tribus más primitivas del planeta han adorado lo monstruoso, o cualquier fenómeno -incluso los naturales- que no comprendían.
Sin embargo sus mandantes, sus dueños, los patrones del libertario, esos que no tienen sentimiento alguno hacia él (aunque finjan) son los verdaderos ganadores: lo que no pudieron con los militares en 1976 porque se pasaron de sangre; lo que no pudieron con Carlos Ménem y su gobierno porque se pasaron de peronismo; lo que no pudieron con Fernando de la Rúa y sus hijos porque se pasaron de boludos; lo que no pudieron con Mauricio Macri porque se pasó de ladri, lo pueden ahora con éste que se pasa de genuflexo. Y encima barato. Pocos pesos y mucha fama. En tiempos de redes, el ego y el narcisismo cuestan casi nada. Y si sos el dueño de la red, bueno…
Gestualidades
Claro, hay mucho argentino mirando para otro lado. Para el de la China -no, no la de Mao, la China Suárez-; para el de Fátima hablando mal de Yuyito; para ese Panóptico posmoderno que venden como “Gran Hermano”; incluso para el “Sieg Heil” (saludo nazi) de Elon Musk, que fue pensado y ejecutado con una precisión que reíte de Hollywood.
Total, en una semana en la que el dólar azulado rondó los 1.250 pesos a pesar de que el Banco Central intervino en el marcado vendiendo 1.200 millones de verdes; el procesado Santiago Bausili, presidente de la entidad oficial reconoció que se gastaron “los dólares de la gente, 11.000 millones” en dicha intervención (para tener la moneda norteamericana planchadita – planchadita); se anunció el fin de las paritarias (ante la parálisis complaciente de la CGT que envió un emoji de desagrado) y se presentaron proyectos de ley para eliminar políticas de género (el ministro Mariano Cúneo Libarona, al que se le “cayó” una ex esposa de un décimo piso, declaró que el gobierno busca terminar con la figura jurídica de femicidio).
En la mismísima semana en la que el diputado radical De Loredo ofreció votarle el presupuesto “a libro cerrado” al Ejecutivo (pero llorando); se bajaron las retenciones para el campo (agarrate con el ajuste que se viene para los pobres mortales); se comprobó que la emisión monetaria se duplicó en el primer año de gobierno libertario (y la plaza está seca de pesos); un estudio del CEPA cuantificó la pérdida de puestos registrados que, sumados todos los sectores superaría los 300.000 y un economista de la Universidad Di Tella (imposible tacharlo de populista ni zurdo HdP) estimó que la verdadera inflación de este año fue del 134% (sólo por destacar algunos de los temas que deberían estar ocupando el diálogo colectivo)…
En esta trágica semana en la que Trump asumió su segunda presidencia amenazando con pretensiones imperiales, Federico Sturzenegger fue convocado por el FMI para participar como consultor de la entidad multinacional y los hermanitos Milei viajaron a Washington a trabajar de claque lo interesante, lo ineludible, lo importante que había para discutir fue si ElonMusk hacía un saludo nazi, le entregaba su corazón a los estadounidenses o se fijaba si su desodorante lo había abandonado.
A esta altura uno podría pedir el famoso meteorito y, al grito de “merecemos extinguirnos” (antes que Milei se encargue de nosotros) entregarnos a ese destino irremediable. Pero hay más. Mucho más. Por ejemplo, Santiago Caputo -el poder detrás del sillón de Rivadavia- mandó a hacer una mega encuesta (a través de una empresa que, una vez terminada, cerró su cuenta en redes), intentando establecer que el Pueblo Argentino prefiere vivir antes en una dictadura que en una democracia.
Milei no gobierna: disimula. Algunos lo aplauden, otros los ignoran, hay numerosos grupos fragmentados que lo insultan por las redes y, los menos, lo combaten con ideas y con gestión… en este tiempo de sobreactuación y plumas.
«Drag queen» es un término que describe a una persona que se caracteriza y actúa a la usanza de un personaje de rasgos exagerados, con una intención primordialmente histriónica que se inspira de las nociones tradicionales de la identidad de género y los roles de género” según Merriam-Webster’s Dictionary.