Aportando al debate sobre la crisis climática y las salidas para su superación, la Red de ecología social economía y cambio climático comparte la síntesis del estudio que hiciera el año 2023, utilizando el método estructural dinámico, con el apoyo metodológico de Jorge Pomey del Centro de Estudios Humanistas de Buenos Aires.
La catástrofe climática
Estamos viviendo, según la ONU, la era de la ebullición global, situación que nos está llevando al colapso climático y provocando graves problemas sociales y económicos que seguirán agudizándose por lo menos durante las próximas décadas; y de no tomarse las medidas adecuadas, podría llegar al extremo de poner en riesgo la viabilidad de la vida en la tierra. Existe un punto de no retorno, donde ya no será posible remediar el problema, el medio ambiente podría llegar a ser tan inhóspito que los seres humanos no nos podríamos adaptar a él.
Si bien durante toda una etapa la crisis no era evidente y no se percibían sus efectos; a pesar de las advertencias y denuncias de los científicos, así como de los grupos ecologistas, ésta se ha evidenciado como una realidad ineludible.
El origen de la crisis
La crisis climática que enfrentamos es la consecuencia de la forma en que los grupos de poder económico y financiero, en conformidad con los gobiernos de nuestros países, fueron estructurando la sociedad para garantizar la acumulación de capital, sin tener en cuenta los límites planetarios.
Históricamente el rol de la producción de energía para garantizar la acumulación de la riqueza a escalas mayores ha sido clave. Se han producido cambios científicos tecnológicos sustanciales, pero no se ha cambiado ni la lógica de acumulación ni la relación que estos grupos de poder establecen con la naturaleza y los países del “sur”. Desde los países del Sur Global se extraen los recursos naturales necesarios para que la acumulación se sostenga; estamos ante un tipo de economía extractivista y mercantilista, situación complejizada aún más con la especulación financiera y el poder concentrado en el complejo militar – industrial.
Está científicamente demostrado que el actual modo de producción industrial y agrícola, sumado al modo de consumo, impulsado por el propio sistema de producción, está calentando cada año el clima del planeta. Ya se están observando catástrofes naturales (exceso de lluvias, falta de agua en los ríos y aumento de los incendios «naturales» en diferentes partes del planeta), fenómenos que son causados y/o intensificados por la Crisis Climática.
La comunidad científica, referenciada por la ONU, evalúa que los peores efectos de la crisis climática están previstos para el año 2050[1], los mismos informes científicos señalan que los países y poblaciones más pobres serán los más afectados. Ante este panorama podemos hablar de una «Emergencia Climática», situación que exige una movilización de la sociedad para presionar a los Estados, y a sus gobernantes, para que lleven a cabo ya las políticas públicas necesarias (indicadas por la propia comunidad científica que denuncia este problema), para al menos mitigar los efectos más nocivos de la Crisis Climática.
Los grupos de poder podrían cambiar la situación, pero se resisten a abandonar sus ganancias y su alto nivel de vida y consumo, manteniendo a la población ignorante a través del control del sistema comunicacional y disuadiendo por medio de la violencia a los activistas ambientales.
Los medios de comunicación refuerzan el ensueño del tipo de vida consumista y a su vez nos hacen creer que acciones personales subsanarían la situación.
Se disparan las alertas
Las alertas y búsquedas de salidas a este tipo de relación que se ha establecido con la naturaleza desde la época del extractivismo preindustrial en el Siglo XVI y que han derivado en la crisis climática han venido desde los científicos y de los grupos conservacionistas primero y luego desde los grupos ecologistas y pueblos originarios, afectados por la degradación y contaminación ambiental. Esta forma de relación ha hecho crisis cuando el impacto ha alcanzado el ecosistema global poniendo en riesgo la vida de la especie humana sobre la tierra y requiere ser desmontada en sus creencias más profundas por parte de los ciudadanos de a pie para dejar de alimentar al “monstruo”.
Está disminuyendo la producción de alimentos y aumentando las catástrofes climáticas en la tierra lo que está generando escasez, inflación, hambre, agravando la pobreza y las migraciones, afectando mayoritariamente a los sectores más desposeídos[2]. Paradojalmente, estos sectores son los menos esclarecidos respecto al ensueño del consumismo y el dinero. ¿Qué hacer para superar la crisis?
Requerimos apostar por salir de este automatismo que viene de antaño, elevar el nivel de la conciencia humana superar los límites de nuestras creencias y valoraciones en la estructura social colocando la vida humana y su relación con el ecosistema que la sustenta como centro del bienestar de la sociedad; así como repensar la economía y orientar la función de la ciencia y la tecnología colocándola al servicio de la vida.
Serán nuestros aliados en este camino los movimientos ecologistas que cuestionan de raíz el sistema, los pueblos originarios, las organizaciones sociales, los gobiernos locales progresistas, los científicos y los empresarios que con sus iniciativas económicas de nuevo tipo apuestan por una nueva relación entre el capital y el trabajo y por recuperar la relación armónica con la naturaleza en función de la evolución creciente. Serán necesarios cambios profundos en el modo de producción, distribución y consumo; cambiar el patrón de consumo derrochador y sin límites; el desarrollo de tecnologías cero desechos al servicio del ser humano; eliminación las prácticas de obsolescencia programada; la transformación en las estructuras económicas y financieras colocándolas al servicio del ser humano; así como las apuestas de gobiernos progresistas dispuestos a realizar estas transformaciones utilizando mecanismos no violentos.
¿Qué límites del pensar necesitamos traspasar?
Desde el ejercicio de nuestra intencionalidad, los humanistas-ecologistas, considerando nuestra común aspiración de Humanizar la Tierra hacia la construcción de una Nación Humana Universal, diversa, verdaderamente democrática, pacífica y no violenta, reconocemos también la necesidad de incluir en esta bella imagen de un mundo humanizado la preocupación y valoración de la salud de los ecosistemas como un Derecho Humano básico para el bienestar de todos los seres humanos y de la vida misma.
Una esperanza, como dice Silo, es que “todo cambio es posible y depende de la acción humana”. Así que la solución está precisamente en manos de quienes generan el problema, aunque sabemos que son pocas las manos que tienen el poder político y financiero (el gran capital), pero las otras manos son la mayoría, y éstas podrían hacer su fuerza en cambiar la cultura del consumo, el estilo de vida y reclamar una participación efectiva en el poder político. Es decir, quién, de hecho, en esta organización social actual tiene el poder de decisión.
[1] Según la ONU más de 2000 millones de niños soportarán olas de calor más frecuentes en 2050 aún si la temperatura del planeta no supera el 1,7 °C, como si se produce un escenario de mayores emisiones 2,4 °C. https://news.un.org/es/story/2022/10/1516367#:~:text=El%20informe%20estima%20que%20para,de%20emisiones%20muy%20elevadas%2C%20que
[2] Según el científico Mukherji del IPCC “Casi la mitad de la población mundial vive en regiones que son muy vulnerables al cambio climático. En la última década, el número de víctimas mortales como consecuencia de inundaciones, sequías y tormentas fue 15 veces más alto en las regiones muy vulnerables”, añadió. Ver Comunicado de Prensa del IPCC, 20 de marzo 2023 sobre el “Informe Síntesis” del IPCC.