Al celebrar los aportes de Martin Luther King Jr., en particular su papel en la promoción de los derechos civiles a través del activismo no violento, recordamos la lucha constante por la igualdad racial y la justicia. Muchas personas aprovechan este día para reflexionar sobre los mensajes de King de unidad, amor y no violencia. Participan en actos de servicio para mejorar sus comunidades, encarnando el espíritu de la visión de King de una sociedad más equitativa.

Este día festivo, promulgado en 1983 por el Presidente Ronald Reagan y celebrado por primera vez en 1986, se convirtió en un día nacional de servicio en 1994. Anima a los estadounidenses a utilizar el día como un «día de trabajo, no de descanso» para ofrecerse como voluntarios y apoyar causas que promuevan la igualdad y la justicia.

En este día tan especial, reflexiono sobre mi renovado esfuerzo por combatir el nihilismo en todas sus formas, ya que asola nuestra vida cotidiana. Este sentimiento se transmite a menudo en nuestros medios de comunicación, encapsulado por eslóganes como «It’s game over». La ironía es cruda: las personas que discuten los desastrosos resultados para la humanidad a menudo lo hacen desde la comodidad de habitaciones con aire acondicionado, sorbiendo café expreso, mientras ven las noticias en sus teléfonos inteligentes 5G.

El problema de los nihilistas es que no se plantean las preguntas adecuadas. Es fácil, sin sentido y ridículo proponer el fin de la humanidad cuando estamos al borde de profundos descubrimientos y transformaciones. Hoy estamos más conectados que nunca, somos capaces de colaborar y entendernos gracias a avances como los servicios neuronales de traducción automática. Esta transformación imparable abre la puerta a profundos cambios estructurales en nuestro modo de vida. Las energías renovables ilimitadas ofrecen tentadoras ventajas: calefacción sin emisiones, fertilizantes más ecológicos y transporte eléctrico. La desalinización del agua de mar podría ser rentable y aliviar la escasez de agua en la Tierra. El reciclado masivo podría extraer oligoelementos preciosos como los metales de tierras raras, mientras que el dióxido de carbono podría ser aspirado de la atmósfera para frenar el cambio climático. La gente podría vivir cómodamente en las regiones polares o viajar mucho en vehículos impulsados por baterías. Los bienes y servicios que dependen de la electricidad podrían ser más baratos, incluso gratuitos, haciendo casi indetectable nuestra huella de emisiones. El desarrollo de la IA y la robótica nos empuja a cuestionar nuestro propósito como seres humanos. Podríamos liberarnos del concepto de trabajo y empezar a imaginar vidas sin las estructuras mecánicas y repetitivas que dominan nuestro tiempo.

Estamos saliendo de nuestras cuevas metafóricas, empezando a comprender y a trabajar en el mundo que se nos ha dado para humanizarlo. El declive del poder del Estado-nación es una buena señal, al igual que la digitalización del dinero, la mezcla de culturas y el aumento de la conectividad a través de los teléfonos.

Pero seamos claros: el futuro no consiste en conservar lo que ya conocemos y nos gusta. El futuro es adaptación, desarrollo y superación de los límites. El futuro de la humanidad siempre ha sido tecnológico, pero ahora se centra realmente en los datos, la conectividad, la ingeniería y la ciencia. Martin Luther King Jr. comprendió bien su época y utilizó la tecnología emergente de la televisión y las retransmisiones en directo para denunciar la discriminación y la violencia del sistema, mostrando, por ejemplo, la brutalidad policial contra manifestantes pacíficos.

Así pues, al honrar a MLK, debemos reconocer que su sueño no era sólo la igualdad racial, sino el potencial humano liberado mediante el coraje moral y la acción colectiva. Al igual que King, que utilizó magistralmente las tecnologías de su época para hacer avanzar la justicia, nos encontramos en un punto de inflexión similar en el que nuestras capacidades tecnológicas podrían ayudar a hacer realidad su sueño de un mundo más equitativo. El reto que tenemos ante nosotros no es si la humanidad sobrevivirá, sino cómo utilizaremos estas herramientas y oportunidades sin precedentes para construir la «comunidad amada» que él imaginó.