En estos tiempos donde lo que no se debe hacer es pensar, donde solo debemos dejarnos penetrar por contenidos ajenos y cuanto más solubles mejor, me encuentro que entre mis contactos la cosa es distinta. Nos resistimos a los blanco/negro, bueno/malo, como nos resistimos a pensar la vida con frases de sobrecitos de azúcar.
Le costó mucho a la especie llegar hasta aquí como para dejar que el reseteo del mundo sea visto como simplemente tirar la cadena y cada cual se ocupa idiotamente de su quinta. Eso no es humano, de hecho, es profundamente antihumanista, es la negación de los otros.
“Para que la vida tenga sentido debemos morir” dijo Daniel Molina hace poquito en X. Pero claro, no se refería a la muerte, que es algo que compartimos con todas las especies, ni siquiera con la conciencia de esa finitud, que muchas otras. la tienen, sino es esa muerte inminente la que le puede dotar de sentido a la vida.
Molina, que se para en la vereda de los viejos, se preocupa al ver a jóvenes ajenos a esa muerte, viviendo una carrera en la rueda del hámster procurándose dinero, solo dinero y nada más que dinero. Agregaría a ese pensamiento que no son ni los primeros jóvenes en subirse de buena gana a esa ruedita, y casi diría que ser joven es olvidarse de esa muerte lejana.
Lo que realmente descorazana a Molina, o me descorazona a mí leyendo a Molina es la chatura de horizonte en el que vivimos: extinción probable; imposibilidad de cumplir mandatos simples de tener familia, una casa, un trabajo; deterioro cognitivo por el que no se accede a la belleza, al aprendizaje de largo aliento; la pintura de la humanidad como una jauría de depredadores; etcétera.
Ese constructo social lo hemos modelado todas las generaciones que ya no somos jóvenes.
“¿Qué hacer con la angustia que nace con la conciencia del fin? Inventar sentido. Creer que estos días en este mundo valen algo, que «sirven», ponerse a hacer cosas. Escribir la Divina Comedia o pintar la casa, limpiar el baño, componer las Variaciones Goldberg o enseñarle a los niños leer (¡inventar la escritura en el medio!)”, continúa Molina.
“Hoy todo se monetiza y solo tiene sentido tener cada vez más dinero por el solo hecho de tener dinero”, describe y podemos estar todos de acuerdo. Lo que no podemos es aceptar que eso es así y punto. “Lo sólido se disuelve”, nos comparte y es fácil que este mensaje apocalíptico cale en nosotros, viendo lo que nos rodea y sintiendo que la muerte se acerca inexorable.
Pero como solo salir podemos de la sinrazón, forzando el sentido colectivo, es ahí que debemos ponernos políticos. Entonces, lo que uno debe hacer es leer a Gabriel Fernández, director de La Señal medios.
En paralelo a los pensamientos de su contemporáneo Molina, él nos llamaba la atención sobre lo que se escribía sobre la asunción de Trump “Los artículos difundidos entre la noche de ayer y la jornada actual, salvo alguna excepción, dan cuenta de una nueva hegemonía mundial «fascista». (…) Sin embargo, el problema no radica en la equivocación interpretativa, muy visible, sino en la incidencia de la misma sobre la opinión pública. Esas miradas no impactan sobre las naciones que vienen protagonizando la nueva era planetaria. Impactan aquí, sobre la opinión local. ¿De qué modo? Señalando el «éxito» de la derecha y justificando, fácticamente, el alineamiento del gobierno argentino”.
Fernández nos advierte que esa cantinela repetida por todos los medios posibles de que los ricos siempre vencen, que la derecha gana en todos lados y sobre que la impotencia frente a esos poderes nos llevan a la resignación. Inducida o por mero arrastre, pero el efecto es ese.
“Claramente, se plantea resignación para quienes anhelan y necesitan transformaciones de fondo. Se ignora el potencial de los emergentes multipolares agrupados en BRICS + y articulados sobre el nacionalismo industrial de sus estados y la inversión productiva en detrimento de la renta parasitaria”, exponen con claridad.
Para luego agregar que “se desconoce que las elecciones realizadas en el planeta, desde mediados del 2023 hasta hoy, brindando resultados fuertemente anti atlantistas y desdeñosos de los programas de las corporaciones financieras. La excepción argentina es notable, lamentable; pero es eso, una excepción”. Y nos llama a reflexionar sobre el encapsulamiento que significa teñir de ese resultado el análisis al resto de procesos en la región y en el Sur Global.
Se describe a Trump, Musk o Milei como resultados victoriosos de un plan superior, que desmoviliza. Se evita de ese modo criticar lo que realmente se está resquebrajando en Occidente, lo que representa esta caída inevitable, la desintegración de Estados Unidos, el Reino Unido o Israel no se distingue afirmando la victoria del fascismo o la consolidación de sus intenciones.
El periodista Fernández nos lleva a reflexionar sobre “Los pueblos están de pie y desde esta región se los percibe de rodillas. ¿Quién sabe? Tal vez sea una proyección. ¿No?».
No vengo a proponer una ingenua esperanza, ni que bailemos sobre la tumba del capitalismo o alguna tontería por el estilo. No creo que los jóvenes sean la solución, así como tampoco señalo a quienes me antecedieron como culpables de mis desgracias. Hay que estirar el cuello y mirar más allá de mi vecindario, más allá de mi tranco de vida, más allá de los confines de mis ideas. Quizás con eso podamos ver si estamos de rodillas o no y actuar en consecuencia.