Carlos Umaña –copresidente de IPPNW y miembro del equipo directivo de ICAN– durante su intervención en torno a la «Construcción de un mundo libre de armas nucleares«, que ha tenido lugar en el Ateneo de Madrid con motivo de la visita a España del recién nominado Premio Nobel de la Paz 2024 , la organización Nihon Hidankyo.
Un viaje que ha sido promovido por la Alianza por el Desarme Nuclear, de la que forma parte Pressenza.
Vídeo: Alvaro Orús / Transcripción: Alicia Blanco
Muchas gracias, estoy muy complacido. Es para mí un gran honor y un placer volver aquí al Ateneo. Es la tercera vez que vengo aquí a vuestra casa. Debo decir que en las dos ocasiones anteriores he tenido también el placer el privilegio de compartir el escenario con don Federico Mayor Zaragoza quien fue, entre muchas otras cosas, Secretario General de la UNESCO, muy generoso, un gran promotor de la paz que vengan promotores de la Paz y estaría aquí con nosotros hoy.
Bueno, también hoy estamos tenemos el privilegio de recibir a el señor Tanaka, quien acaba de recibir en sus manos el Premio Nobel de la Paz justo el 10 de diciembre del año pasado, como copresidente de Nihon Hidankyo. Esta es una visita que está organizada también por el Consejo japonés de sobrevivientes de las bombas atómicas y de hidrógeno. Y bueno, como dijo el señor Presidente, hoy hablo en representación de dos organizaciones: IPPNW, la Asociación Internacional de Médicos para la Prevención de la Guerra Nuclear –que dicho sea de paso también entre el público está el antiguo presidente del, movimiento español que decidió el Premio Nobel en 1985 es una mañana de nobeles– y bueno, también soy miembro directivo de ICAN, que es la Campaña Internacional para la Abolición de las Armas Nucleares. ICAN es ahora una coalición de más de 700 organizaciones y más de 100 países.
Vale decir que el rol de los sobrevivientes y de organizaciones como Gensuikyo y Nihon Hidankyo ha sido central en la consecución de nuestros objetivos. A nuestra coalición –a ICAN– se nos otorgó el Premio Nobel de la Paz en 2017 por dos razones: por concienciar sobre las consecuencias humanitarias de las armas nucleares y por nuestros esfuerzos revolucionarios en conseguir una prohibición de dichas armas a través de un tratado. Ese tratado sobre la prohibición de las armas nucleares que en castellano conocemos como TPAN. Y bueno, brevemente os explico ambas cosas.
La vida sobre la Tierra enfrenta dos amenazas existenciales: la crisis climática y las armas nucleares.
Las armas nucleares se denominan armas de destrucción masiva porque no discriminan entre blancos militares y civiles y destruyen todo a su paso. Un arma nuclear es el alma más destructiva jamás creada y por mucho. Tiene una destrucción que abarca no solo una gran cantidad de espacio, sino que también se prolonga en el tiempo y a través de varias generaciones. Y actualmente los arsenales entre los nueve países que las tienen, son capaces de destruir el mundo tal y como lo conocemos.
Una sola arma nuclear que tiene una potencia de unos cien kilotones –es decir de unas cinco o seis veces las detonadas en Hiroshima y Nagasaki–, si es detonada en una gran ciudad podría matar instantáneamente a cientos de miles de personas y herir a muchísimas más. Por su onda expansiva, el calor y la radiación, una sola detonación nuclear es capaz de producir una destrucción y un sufrimiento inimaginables.
Cuando hablamos de los heridos y de quienes sufren la radiación en el corto plazo hablamos del síndrome de irradiación aguda, que puede ser algo extremadamente doloroso porque causa la degradación de los sistemas y órganos vitales del cuerpo de sus víctimas. A los sobrevivientes se les caían los ojos, se les explotaban los abdómenes, tenían heridas que no cicatrizaban, se desangraban hasta morir.
Las víctimas de este atroz padecimiento, los civiles no combatientes –que son las mujeres los adultos mayores, los niños– sufrirán su agonía solos, sin ninguna asistencia médica, porque por la radiación y la destrucción de la infraestructura, no hay posibilidad de atención de primera respuesta de parte de ningún país en el mundo. Aquí no hay Cruz Roja, ni Media Luna Roja. Eso a corto plazo.
En el largo plazo hablamos de los efectos de la radiación crónica, que influye cánceres, problemas de sanación del sistema inmunitario, de efectos congénitos y el aumento de la incidencia de cánceres.
Pero esto es una detonación. Si hablamos de una guerra nuclear a gran escala, no estamos hablando de una o dos detonaciones, estamos hablando de varias bombas nucleares en muchas ciudades y que son, dicho sea de paso, muchísimo más potentes que lo que acabo de describir.
Y esta guerra nuclear a gran escala, a diferencia de las las otras guerras mundiales, no es algo que sucedería en un plazo de años, incluso meses o semanas, ni en días. Ocurriría en minutos. Causaría inmediatamente decenas de millones de muertos y cientos de millones de heridos. También habría una enorme devastación ambiental no solo por la destrucción masiva y las grandes cantidades de radiación que se esparcirían globalmente, sino también de la gran cantidad de hollín que subiría a la estratósfera y que causaría un importante bloqueo de la luz solar, lo que provocaría un rápido y drástico descenso de la temperatura global, pero siendo un invierno nuclear que podría durar décadas.
Ahora bien. Como no hay muchas cadenas alimentarias que podrían sobrevivir al drástico enfriamiento y a la carencia de luz solar, esto sería devastador para muchísimos ecosistemas y muchas especies. En otras palabras una guerra nuclear de gran escala podría acabar no solo con nuestra civilización sino con muchas especies, incluso, probablemente, la nuestra.
¿Y cuál es la probabilidad de que esto suceda? El año pasado, el reloj del apocalipsis marcaba 90 segundos para la medianoche, el riesgo más alto de la historia de una guerra nuclear a gran escala.
En la actualidad, de las más de 12.000 ojivas nucleares que hay entre los nueve países nucleares, hay unas 2000 que permanecen en alerta máxima, es decir que están listas para ser detonadas en un minuto.
Ha habido ya muchísimos accidentes con los arsenales nucleares y públicamente sabemos de seis ocasiones en las que el mundo ha estado a punto de una guerra nuclear a gran escala por accidente.
Claramente, no estamos ante una catástrofe natural sino ante un invento humano y un peligro que se puede y se debe prevenir. No tenemos que convivir con este riesgo.
Hay que entender además que es posible hacerlo y que la única forma de hacerlo es aboliendo las armas nucleares.
Las armas nucleares no solo son una amenaza existencial en tiempos de alta tensión, sino que también han constituido históricamente un obstáculo para la paz.
Con el inicio de la era nuclear en 1945, se popularizó la idea de que la amenaza de la destrucción mutua asegurada, haría obsoletas las guerras convencionales y que no habría más opción que sentarse a hablar. Claramente no fue así y no fue así tampoco en 1991 cuando cayó el telón de acero y la atención se disipó y el mundo dejó de sentir miedo.
El gran fallo de esta idea fue partir de la simple y llanamente buena idea de que la paz es la mera conciencia de ello. Eso no es paz. La paz no es la ausencia de conflictos. Es imposible que haya ausencia de conflictos, porque conflictos siempre va a haber. La paz implica la resolución no violenta de conflictos. Implica también comunicación, tender puentes y construir oportunidades de cooperación.
Como decía también Federico Mayor Zaragoza, es erróneo pensar “si quieres la paz prepárate para la guerra”. Si quieres la paz, prepárate para la paz, construye la paz.
Las armas nucleares son lo opuesto a eso, porque en lugar de producir seguridad y estabilidad, se han usado para coerción, para imposiciones y amenazas y han envenenado la relación entre los países.
Esto es violencia, no paz. La paz requiere, exige un rechazo a la violencia y un esfuerzo diplomático arduo y continuo. Por eso desde nuestra coalición apostamos por el TPAN, por el Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares que, creando una fuerte normativa internacional, produce un rechazo rotundo contundente y universal a las armas nucleares.
Aquí se acabaron los puntos intermedios. O las normas nucleares son aceptables o no lo son. Un país que no firme este tratado –como España actualmente– está manifestando que está de acuerdo con las armas nucleares y todo lo que implican. Y si un país como España, con una alta cultura democrática, no es capaz de rechazar el uso de las armas nucleares en su nombre, ¿quién puede hacerlo?
Ahora bien. Además de la estigmatización –de hacer que las armas nucleareas sean concebidas como el peor mal de todos– el TPAN también construye multilateralismo, fomenta la cooperación internacional y fortalece el imperio de la ley. Es decir que las relaciones entre las personas y los países sean por las leyes y no por la fuerza.
O es el fin de las armas nucleares o es nuestro fin.
No existen las las manos correctas para las almas incorrectas. La abolición de las armas nucleares debe ser un compromiso real de la más alta prioridad de parte de toda la comunidad internacional y es la única opción que es compatible con el futuro.
Hoy es un día especial porque tenemos el privilegio de escuchar en vivo el testimonio del distinguido y honorable Shigemitsu Tanaka, quien es un verdadero testigo de la historia.
Que esa estremecedora historia nos abra los ojos sobre el riesgo latente en el que estamos, entendiendo lo que él sufrió y lo que mucha gente aún sigue sufriendo se podría repetir, pero esta vez a una escala muchísimo mayor.
Muchas gracias.