Que 2025 sea el año del rescate de la justicia de los derechos sociales

Por Riccardo Petrella, Ágora de los Habitantes de la Tierra

La amenaza nuclear de la «tercera guerra mundial» en curso en Ucrania, sigue siendo elevada. Del mismo modo, existe una inmensa incertidumbre sobre cómo evolucionará la situación en Oriente Próximo y otros lugares, ante el genocidio de palestinos perpetrado por el Estado de Israel. Los peligros que plantean estas dos catástrofes son, con razón, motivo de gran preocupación para el mundo entero. Es ilusorio pensar que el mundo encontrará fácilmente un estado de normalidad en los próximos años. Después de tanto odio, violencia, muerte, heridas y destrucción…

Por su parte, la devastación de la vida global en la Tierra ha dejado de ser una hipótesis plausible para convertirse en una catástrofe planetaria con un alto riesgo de irreversibilidad. Por último, la aceptación de la ideología de la desigualdad creciente, considerada «natural» e inevitable, entre los enriquecidos –cada vez más ricos porque son cada vez más depredadores y poderosos– y los empobrecidos –cada vez más numerosos, pobres y débiles–, es la fuente principal de la destrucción en curso de la humanidad.

Bonita imagen del mundo, ¿verdad? ¡Qué visión tan pesimista, desalentadora y resignada!

¿De qué sirve? ¡Ya conocemos la situación! Pues eso es precisamente lo que es, y es exacto decir que la conocemos.

En diciembre de 2023 expresé mi deseo para el año 2024: « Que el Gran Espíritu de Justicia acoja en el paraíso a los empobrecidos y condenados de la Tierra y condene al infierno a los dominadores depredadores». Estoy convencido de que acogió a los primeros en el paraíso. No estoy seguro de que haya condenado a los segundos al infierno, al menos no todavía. Sin embargo, estos últimos merecen el infierno, como habría dicho el poeta de la Divina Comedia, incluso más que el año que termina.

Por supuesto, no debemos cometer el error de pensar que los problemas desaparecerán una vez condenados los depredadores dominantes… Tanto más cuanto no podemos fingir ignorar que nosotros, habitantes de la Tierra  –ciudadanos a los que no les gusta la política, consumidores felices, grupos sociales centrados en el ego, pueblos poderosos (sobre todo con Estados soberanos), agricultores corporativistas, militares conquistadores, científicos elitistas, tecnócratas colonialistas, nacionalistas al estilo USA («First America», «el mundo es nuestro»), xenófobos de todo tipo, supremacistas blancos, ruso-tzaristas, eo-otomanistas, sionistas, machistas, fanáticos religiosos (¡que los hay! ), racistas…– también somos partícipes, directa o indirectamente, activa o pasivamente, de los procesos de producción de la Tercera Guerra Mundial y de los genocidios, de la devastación de la vida en la Tierra en su conjunto, de la destrucción en curso de la Humanidad.

Obviamente, los depredadores dominantes merecen aún más ir al infierno porque tienen el poder efectivo de actuar sobre la realidad e influir en las opiniones de millones de personas. Y, hasta la Navidad de 2024, han demostrado claramente que no tienen ningún remordimiento ni deseo de detener el genocidio de los palestinos y la carnicería en Ucrania… Peor aún, han decidido continuar y, en el caso de la guerra en Ucrania, incluso quieren continuar las masacres no para ganar, sino únicamente para evitar que Rusia gane, según las declaraciones del Secretario General de la OTAN. De hecho, lo único que saben hacer es dar razones absurdas para continuar su guerra contra Rusia. Es escandaloso.

Es más, ya ni siquiera intentan ocultar que han abandonado su supuesta lucha contra el cambio climático. Por último, explotando cínicamente el entusiasmo de la opinión pública por los fuegos artificiales de la IA como poderoso refuerzo de la ideología de la desigualdad, han anestesiado a la opinión pública y han dejado de lado la lucha contra la pobreza. Desvergonzadamente, están en proceso de completar la demolición del estado de derecho –¡en los últimos días se anunció que el Senado estadounidense tiene la intención de aprobar una ley que condena a la Corte Penal Internacional como organización terrorista!– y la demolición del Estado social, de los derechos humanos y sociales universales, reducidos a un problema de acceso a bienes y servicios esenciales para la vida a precios asequibles en los mercados. Irresponsabilidad criminal.

Mis deseos para 2025 se refieren precisamente a esta demolición criminal del Estado social de derechos universales y del los bienes   comunes públicos globales.

Ante la abdicación deliberada por parte de la clase política de representantes elegidos por el pueblo, del poder y de la responsabilidad sobre el Estado del bienestar y los derechos universales de los ciudadanos y los pueblos, ya no basta con que los ciudadanos ejerzan su poder «democrático» como votantes de sus representantes. Es necesario que desarrollen otros instrumentos constitucionales y medios de control y evaluación de la consecución efectiva de los objetivos del Estado Social definidos en la mayoría de las constituciones actuales.

Este es el propósito del principio y los sistemas que rigen el ejercicio de la justicia de los derechos sociales. Ejercitar la Justicia significa que los ciudadanos pueden pedir al sistema judicial que reconozca el derecho a la realización de los derechos sociales más allá de los límites previamente aceptados para su realización, como la progresividad y la sujeción a los recursos disponibles. Límites que, durante décadas, han permitido a las clases dominantes aceptar la enunciación escrita de los derechos sociales sin tener la obligación vinculante precisa de su realización efectiva para todos. Como demuestra la práctica reciente de las acciones de justicia en los ámbitos del derecho al agua (prohibición de cortes), las pensiones, la salud, la protección de la naturaleza, etc., el ejercicio de la justicia no es un método de transferencia a los jueces de las competencias y poderes de los representantes elegidos, sino el establecimiento de procedimientos jurisprudenciales que complementan los procedimientos legislativos y ejecutivos de participación ciudadana en la protección, promoción y realización de los derechos sociales para todos.

Esto refuerza el papel de los ciudadanos responsables-habitantes de la Tierra en el ámbito de los derechos universales y los bienes comunes públicos mundiales. Esto amplía el alcance de la ética universal para el bien común y la justicia, dando a las palabras «igualdad, fraternidad y libertad» un significado concreto que beneficia el futuro de la humanidad y la vida global de la Tierra. Este modo de ejercitar la justicia es uno de los componentes fundamentales de una deseable iniciativa internacional a tomar en 2025 a favor de una movilización por la ilegalidad de la pobreza.