La revista Time debería haber nombrado «Persona del Año» a la Guerra en lugar de a Donald Trump. En 2024, la propaganda bélica ocupó un lugar central en las relaciones políticas e internacionales, dominando el discurso y dando forma a las acciones globales. Todas las formas de conflicto -ya fueran guerras militares, la llamada guerra contra los inmigrantes, batallas políticas, conflictos tecnológicos o rivalidades empresariales- se enmarcaban bajo el prisma de la guerra. Parecía como si todos creyeran que podían triunfar haciendo fracasar a los demás.
Los demócratas de Estados Unidos ejemplificaron este enfoque belicista, y perdieron estrepitosamente. Incluso los movimientos progresistas y antibelicistas cayeron en esta trampa, volcando su energía en el activismo contra la guerra sin pasar a proponer una auténtica estrategia para la paz. Con el tiempo, estos movimientos se han transformado en fuerzas reaccionarias, que intentan enfrentarse a la «maquinaria bélica multinacional» utilizando modelos anticuados propios del siglo pasado.
Todos los medios de comunicación, sin excepción -ya fueran convencionales o alternativos- se centraron obsesivamente en la guerra. Debatieron sobre guerras, analizaron guerras e invitaron a expertos, profesores y ex militares a hablar de guerras. No importaba si la narrativa era a favor o en contra; todos los bandos justificaban su compromiso con la guerra.
Las protestas contra las guerras estallaron en las calles, pero carecían de un plan concreto para la construcción de la paz. No existía una motivación genuina para fomentar la paz en la vida de las personas o las comunidades. Esto plantea cuestiones críticas: ¿Qué progresos hemos hecho en la comprensión de la paz? ¿De dónde viene realmente la paz? ¿Cómo podemos construir la paz? Y quizás, lo más importante, ¿estamos en paz con nosotros mismos?
Al ir entrando en el 2025, llega la hora de cambiar nuestro enfoque. Dejemos de volcar nuestra energía en la guerra -ya sea mediante protestas o análisis- y concentrémonos en construir la paz. Canalicemos nuestros recursos mentales, económicos, tecnológicos, sociales y políticos para fomentar la paz en todos los niveles. Si lo que estás haciendo no contribuye a construir la paz, corresponde reconsiderarlo y reorientarlo.
Como dijo una vez un gran neoyorquino por adopción: «Démosle una oportunidad a la paz».