En estas fechas especiales para muchas personas, llenas de felicidad, de reunirse con la familia, de celebrar para algunos el nacimiento de Jesús y para otros ser días de fraternidad, de descanso y porqué no, también de ilusiones; no podemos olvidar lo que ocurre en muchos lugares de la tierra, donde el sufrimiento por una guerra cruel se extiende profundamente en los corazones de muchos seres humanos. Los que siempre se llevan la peor parte son la población civil, los niños, miles de ellos asesinados junto a sus padres.

Si, debemos estar contentos por la suerte que tenemos los que no estamos en zonas de conflicto, pero también debemos ser conscientes que la Paz en el mundo debe ser el factor fundamental de  nuestra existencia, el sentido justo de la dignidad humana.

No sólo en las muertes masivas en Palestina y en otros lugares mundo, también los que mueren en la soledad infinita del hambre o ahogados en un mar que les quita la esperanza de vivir en un mundo mejor o de esos pueblos originarios donde los gobiernos les roban sus tierras violando los derechos humanos en un racismo y odio sin precedentes en la historia de la humanidad. Cuánto dolor, cuántos asesinatos hacia los que luchan por los derechos humanos y la defensa del medio ambiente, nuestra casa común que está siendo destruida por intereses de unos pocos.

Cuántas vidas perdidas por la ineficacia de algunos gobernantes que solo buscan un sueldo y una vida fácil, cómoda y de por vida, sin importarles su responsabilidad de defender a sus ciudadanos.

Y mientras, a todo esto, la biodiversidad de nuestro planeta se esfuma como las burbujas de una civilización que cierra los ojos ante la evidencia clara de una crisis mortal para muchos. Las especies silvestres son consideradas enemigas de la humanidad y se intenta eliminarlas para que no peligre el negocio de la explotación de los recursos naturales, olvidando que todas ellas forman parte de una cadena sensible que al ser rota por el cincel de la ignorancia consentida, como efecto dominó, las consecuencias son graves para el conjunto de nuestro planeta.

Es por todo ello, que al ver como la alegría de nuestra navidad se refleja sobre todo en los belenes, propongo que en todos ellos, como símbolo de la paz, pongan un crespón negro y una bandera blanca. Precisamente en esas tierras donde los belenes muestran a niños jugando, madres lavando la ropa o recogiendo agua del pozo,  pastores llevando a sus ovejas para ver el hijo de Dios nacido, reyes magos en sus impotentes camellos o ese pesebre donde nace un niño al amparo de sus padres, son hoy día lugar se sufrimiento y muerte, de niños sin sonrisa, abandonados por la comunidad internacional, de padres destrozados por las pérdidas de sus hijos o familias enteras muertas, de niños huérfanos, heridos….

Tiene que existir una acción simbólica en nuestros belenes que protesten por lo que está ocurriendo. Una manifestación  en miniatura para que no olvidemos lo que algunos no quieren  que veamos.

Pon un crespón negro, una bandera blanca en nuestros belenes, una manifestación de figuras que pidan lo que los gobiernos implicados ni quieren reconocer.