Trump está nombrando a sus ministros y asesores, que si bien no necesitan ser  ratificados por el Senado, pueden ser sometidos por éste a juicio político, de conformidad con el Artículo 1, sección 3 de la Constitución de EE.UU.

Aunque los republicanos tienen mayoría allí, se han dado discrepancias sobre algunos secretarios de Estado. Por lo tanto, no es conveniente nombrar a un ministro que no cuente con la confianza del Senado.

Cada uno de ellos tiene características muy especiales  y contraproducentes para el cargo: por ejemplo, el encargado de salud no es médico sino abogado, el del Pentágono es alcohólico, lleno de tatuajes de cruces swasticas, tanto que parece que Trump lo va a tener que cambiar.

Pero el que me interesa más es el ministro de Relaciones Exteriores o secretario de Estado,  que es un tipo de origen cubano. Todo lo que se refiere a Cuba me interesa especialmente, ya que pasé los primeros 6 años de mi exilio en Cuba, junto con mi compañero y mis dos hijos pequeños. Y les estoy eternamente agradecida al pueblo y al gobierno de Cuba, los más generosos del mundo, como ya he dicho y repito.

Entonces, nos vamos con Marco Rubio. Este nació en  1971 en Miami, Florida, EE UU, de padres cubanos. De rubiecito no tiene nada, es un típico “hispano” como les llaman allá; cabello oscuro, ojos negros, tez más oscura que los gringos rubicundos, pero se ve bastante guapetón. Tiene 53 años y ha afirmado varias veces que sus padres llegaron a EE.UU. huyendo de la revolución comunista en Cuba, pero  eso es totalmente falso. Se fueron a Estados Unidos en 1956,  cuando la andadura de Fidel y los suyos recién estaba comenzando. Los padres de Marco Rubio no escaparon de los  barbudos porque fueran batistianos, aunque posiblemente lo fueron, pues Batista todavía estaba en gloria y majestad. Se fueron porque en USA se gana más dinero y se hacen fortunas.

Por lo tanto, lo primero que hay que tener en cuenta es que Marco Rubio acostumbra a decir mentiras.

Está casado desde 1998 con Jeanette Dousdebes, también de origen cubano, con la que tienen cuatro hijos, dos mujeres y dos hombres.

Rubio es senador y tiene una carrera política importante aunque no brillante. Ha aspirado varias veces a la presidencia de Estados Unidos, pero los yanquis pueden tener un presidente negro, pero hispano, eso sí que no.

Desde el punto de vista de sus convicciones religiosas, que en EE.UU. son muy importantes, ha tenido una actitud zigzagueante. La  gente pregunta y quiere saber de qué religión es un candidato. Marco Rubio y su familia eran católicos, la religión que predomina en Cuba, salvo las religiones africanas, pero eso ya es otra cosa.  Cuando le preguntaron por este tema contestó “Estoy totalmente alineado, teológica y doctrinalmente, con la Iglesia Católica Romana”. Pero claro, en EE UU la mayoría es protestante y adscrita a la iglesia evangélica. En casi todo el país, la política y la religión se combinan de maneras cambiantes y con consecuencias. Y resulta que un día Marco Rubio se transformó en mormón, después volvió al catolicismo, luego se afilió a una megaiglesia evangélica y, finalmente, regresó al catolicismo. No parece que se trate de cambios de convicción profundos, sino que adoptaba la religión que más le convenía en cada oportunidad.

Hasta el propio equipo de campaña de Trump investigó a Rubio, con resultados bastante negativos, pero al Presidente electo no parce haberle importado.

En el informe que elaboraron, se destacan las inconsistencias y constantes cambios de Rubio en materia de  migración, comercio y política exterior, lo que es “señal de claro oportunismo” según concluye el referido informe.
El dosier menciona también investigaciones sobre el uso de tarjetas de crédito del Partido Republicano de Florida para gastos personales y otras faltas de tipo económico. Lo peor son sus estrechas relaciones con su cuñado Orlando Cicilia, un conocido narcotraficante casado con su hermana Barbara, que fue arrestado en 1987 por dirigir una red de contrabando de cocaína. Sin embargo, a Trump esto tampoco le importa, pues le interesa tener de ministro a un hombre calificado de “halcón”.

Otros antecedentes de Marco Rubio: es abogado  y de ahí no pasa. Tendrá que entenderse con el secretario de Relaciones  Exteriores de México, Juan Ramón de la Fuente, médico con doctorado en psiquiatría, ex representante de México ante las Naciones Unidas, ex rector de la UNAM y muchas cosas más.

Lo que se puede concluir de todo esto, es que con los mexicanos la prepotencia del facho ignorante y oportunista no funcionará. Porque Claudia y todo este gobierno tienen muy claro que México es un gran país, que tiene tras de sí miles de años de  la extraordinaria cultura maya y otras de la era precolombina, por lo cual repiten constantemente: “A México se le respeta.”

Le va a ser difícil a Marco Rubio enfrentarse con el gobierno mexicano: fuera que desde el punto de vista personal no les llega al talón a los sus dirigentes, desde el punto de vista económico, ambas economías se complementan y se necesitan. Esto se ha explicado muy claramente en las conferencias mañaneras de AMLO y de Claudia.

La migración tampoco es un gran problema: los trabajadores mexicanos son indispensables para la economía de Estados Unidos, y su arribo al país del norte ha disminuido notablemente en los últimos meses, no puedo dar cifras exactas porque hay diferentes enfoques, pero es muy cierto que la migración de mexicanos ha bajado. Parece ser porque la situación en su propio país ha mejorado mucho para los trabajadores: el salario mínimo ha aumentado como nunca, pues pasó de 88 pesos diarios en 2018 a 249 pesos diarios en 2024, y Claudia ha declarado que  seguirá aumentando en 2025.

Y a los migrantes en Estados Unidos Unidos que no sean mexicanos, pues que los devuelvan a sus respectivos países, si pueden. Se hará con la policía o las fuerzas armadas, a dicho Trump. Un millón de inmigrantes serán expulsados al año, dice el Presidente electo respaldado por Marco Rubio. ¿A balazos, cómo? ¿Quieren desatar una nueva guerra civil? Desde acá  se va a defender a los mexicanos como corresponda, pero además, tomaremos palco para ver el espectáculo de la expulsión de millones de otros migrantes.

Lo único bueno es que parece que Trump y sus ministros no seguirán mandando armas y dinero a Ucrania, porque prefieren ocuparse de sus líos internos que serán muchos.