Por Jesús Ortega

El modelo neoliberal, alcanzó su etapa de máximo esplendor a finales del siglo pasado, sus ejecutores implantaron un clima de temor y prejuicio intelectual, entre otras cosas, se adjudicaron la decisión de poner de moda algunas palabras y frases meritocráticas de batalla y descontinuaron otras que consideraban obsoletas, por eso, libertad, democracia y ley, fueron manipuladas a conveniencia y vaciadas de sentido.

Andrés Manuel López Obrador, en su tercer intento, llega a la Presidencia de México en 2018 y con ello, colocó en la escena del discurso público, dos de esos vocablos provocadores que hacen levantar la guardia a aquellos que quisieran que el tiempo se detuviera, para que ellos ejerzan indefinidamente el control del todo social.
Uno de ellos es “Revolución”, que es antípoda, contraria a lo conservador, incita a acelerar los cambios, y otro es “Conciencia”, ese mecanismo inherente al ser humano que hace girar la atención hacia la interioridad del sujeto que opera y que éste, pueda o no, ejercer una autocrítica sobre sus acciones y valoraciones, cada quien con sus propios elementos de juicio.

De manera a veces sarcástica y lúdica, el tabasqueño, invitó durante 6 años al gran público, principalmente al “Pueblo”, a cambiar la mentalidad y buscar nuevos paradigmas en la vida política y social, con este ejercicio los individuos accederían a un nuevo estadio, a una nueva etapa de desarrollo que él nombró: Revolución de las Conciencias.

Deliberar sobre estos temas no es para nada nuevo, este andar inició con la ruptura generacional hace más de medio siglo, esa ruptura se caracterizó por el cuestionamiento de los jóvenes al mundo de lo establecido, se hizo de una forma algo desordenada aunque sí muy valerosa y sentida (“Seamos realistas, pidamos lo imposible”, frase del filósofo germano-estadounidense, Herbert Marcuse, que se convirtió en proclama estudiantil del 68).

Pasó el tiempo, y una prensa experimentada, adoptó el papel protagonista para lograr el adormecimiento de las poblaciones, con una propaganda centrada en la discusión de lo secundario y en ensalzar los valores superficiales y materialistas. No obstante, la conciencia colectiva que siempre abre camino hacia adelante, recobró lucidez cubriendo el planeta con una nueva sensibilidad y disposición táctica frente a los problemas generales al tiempo que se producía una aceleración tecnológica.

Uno de los pilares de su proyecto del gobierno, fue la politización, la sensibilización que conduce al reconocimiento de los valores personales y colectivos que se dijo, en nuestro caso, son herencia en gran medida de culturas prehispánicas y del cristianismo. Con su singular “método pedagógico”, en las conferencias matutinas, el mandatario señaló con nombre y apellido a quienes hizo responsables de la situación de pobreza y desmantelamiento del país durante décadas.

Un cotidiano pase de lista a los “corruptos, conservadores, oligarcas, mafiosos, hipócritas, fifís, materialistas, aspiracionistas, fachos, progres buena ondita”, etc., adjetivos que hoy forman parte del lenguaje cotidiano de mucha gente de todos los segmentos y estratos de la población.

¿Qué hace falta para profundizar en este cambio de mentalidad?
Creemos que se avanza en la dirección correcta aunque siempre hay fisuras a la vista por la incoherencia de algunos personajes públicos que proceden en contrario a los principios humanistas, generando desencuentros y luchas intestinas, esas que arruinan las mejores causas, por ahora, estas fricciones serán resarcidas.
Ya ni decir de las fuerzas opositoras al cambio, que no se quedarán cruzadas de brazos y empiezan a aumentar la intensidad de sus golpes y tratan de generar confusión y caos.

López Obrador en su largo camino recorrido como opositor y funcionario, desarrolló un gran olfato político y capacidad de observación sobre algunos fenómenos, esta habilidad rebasa el promedio de la clase política (propios y ajenos) una buena parte de ella, tiene un corto horizonte y está desesperada por conseguir poder y riqueza. Pudimos observar una evolución del Andrés Manuel del 2006 hasta el 2024, incorporando ideas y formas que permitieron compactar y aglutinar a fuerzas progresistas (y a otras no tan progresistas) y sectores tanto empresariales como sindicales pero además, el resto de los bandos opositores se unieron en un bloque político-electoral.

El movimiento obradorista que fue etiquetado en sus inicios como pacifista, después fue re-etiquetado con la no-violencia, que es una postura más comprometida que denuncia y repudia los diferentes tipos de violencia: física, económica, racial, religiosa y psicológica.

El slogan “primero los pobres” lo fundamentó con “Economía Moral”. La Cartilla Moral de Alfonso Reyes de 1944, reeditada y distribuida en 2019, sumó a la causa pero tuvo escasa penetración y poca carga movilizadora en los receptores. “Amor con amor se paga” y “fraternidad universal”, genera un registro más cercano y común.

La denominación de “Cuarta Transformación”, fue ampliada con el nombre Humanismo al que luego le agregó el apellido, “mexicano”.

Cada quien contribuye a la transformación a su manera y con lo que tiene a su alcance, los humanistas hemos impulsado y acompañado este proceso de cambio desde hace varias décadas: Se ha hecho en el vecindario, en las aulas, en los foros, construyendo medios de comunicación alternativos y en la arena política. Ya a inicios de los 90 ́s salimos a las calles a comunicar que “La revolución social a que apunta el Humanismo pasa por la toma del poder político para realizar las transformaciones del caso, pero la toma de ese poder no es un objetivo en sí”; “este humanismo apunta hacia un sistema de relaciones cuyo valor central sea el ser humano y no el dinero, ni la producción, la sociedad o alguna entidad superior”.

De un paquete de opiniones y como humilde diagnóstico, en lo inmediato, extraemos en efecto, la lucha por vencer la pobreza y el hambre, atender los problemas de inseguridad nacional, eliminar la corrupción, alcanzar el déficit fiscal comprometido, decisiones acertadas en lo comercial respecto del near-shoring, el cuidado del medio ambiente y erradicar el pragmatismo en los Partidos, que son el semillero para el relevo generacional; Los arrogantes Institutos de capacitación política, podrían agregar un área de Investigación para re-interpretar las necesidades actuales.

Por otro lado, el humanismo universalista destaca las inquietudes de los Pueblos en el campo espiritual, desarrolla las herramientas para la búsqueda del sentido de la vida y previene sobre el creciente sentimiento religioso…

¿Sabremos captar las señales que vayan apareciendo y orientar esos momentos históricos humanistas?
Existen avances, retrocesos y ciclos históricos, bien podemos identificarnos actualmente con ese momento y podríamos encuadrar aquí a la cuarta transformación pero no descartemos que las personas tal vez sigan experimentando una violencia interna y una pérdida de sentido, a pesar de ir satisfaciendo necesidades referentes a la pobreza, el hambre, vivienda o algunas otras urgencias materiales, aun con la transformación social que produjo resultados y beneficios concretos. Algo similar a lo que Ortega y Gasset llamó, la era de la “desilusión del alma” y el “ocaso de las revoluciones”.

En esta confusión, no nos extrañe la actual proliferación exponencial de magos, astrólogos, curanderos, adivinos y otros, que ofrecen “salvación” y empiezan a ocupar un espacio social, en parte se debe a la mezcla de culturas, cultos y ritos, por los desplazamientos de colectividades migrantes.

Hoy nos está sirviendo de poco el racionalismo propio de los siglos XIX y XX para explicar algunas realidades del momento, no decimos que se abandone por completo el pensamiento analítico o el método científico, decimos que es necesario despojarnos de la auto-censura y explorar nuevas formas de sentir…

Sin duda que una revolución de la conciencia, en un segundo piso, se convertiría en una revolución humanista y traducirse en acciones concretas, atender prioridades de manera simultánea, no solo para acabar con vicios del pasado, en este ejercicio, se puede diseñar un proyecto multidimensional sobre la sociedad a la que aspiramos, que incluya la configuración de una imagen-guía con atributos de sabiduría, bondad y fuerza, para superar esa orfandad que sobreviene, cuando los líderes necesariamente, se van.

Ante estos fenómenos, algunos intelectuales dirán que es un retroceso histórico porque no se ajustan a sus parámetros metodológicos o sociológicos.
Todo depende de la acción intencional y más adelante sabremos si los acontecimientos serán como en otros momentos de la historia, como mencionó alguna vez el escritor latinoamericano, Silo:

Los Dioses diminutos de un sistema desestructurado, se vuelven santos particulares de un sistema global mayor”.

“La dinámica propia de una revolución, suele transformarse en fuerzas religiosas con carácter social. Lo económico, lo político y lo religioso van en la misma dirección, este fenómeno hace que el individuo, conecte su destino propio con lo colectivo”.