Publicamos acá la carta abierta que Diego Ancalao Gavilán, ex-candidato a la Presidencia de la República de Chile, de la Comunidad Mapuche Lonco Manuel Ancalao, escribe al Presidente Gabriel Boric desde el Centro Penitenciario de Alta Seguridad – Alto Bonito, en la Región de Los Lagos – Puerto Montt, Chile. Esta misiva fue entregada ayer en el Palacio de La Moneda.

«Sr. Presidente Gabriel Boric Font.

En su declaración por el caso de corrupción Hermosilla, aseveró que: «…En Chile no hay ciudadanos de primera y segunda clase, aquí somos todos iguales ante la ley…».
Al parecer, no vivimos en el mismo país, porque en el Chile real no somos todos iguales ante la ley, precisamente porque hay ciudadanos de primera y segunda clase.
Una cosa es que usted esté más preocupado de los problemas de violencia y violación de derechos en el Medio Oriente y Europa que de los problemas que tiene en su propia casa, como el pueblo mapuche. Y otra muy distinta es que crea que se resuelven solo por la gracia de sus declaraciones.
No existe ninguna correlación entre los principios constitucionales que proclaman la igualdad ante la ley y la realidad procesal desigual que vive el pueblo mapuche. El derecho como sistema de normas ha consagrado la injusticia de manera evidente al condenar a un mapuche a prisión preventiva antes de la audiencia, violando el principio de inocencia consagrado en el Pacto de San José, artículo N.o 8, y en el ordenamiento jurídico chileno.
Esta práctica del racismo legal como método de anulación política, con presiones en tribunales, es un síntoma de una democracia enferma que deja al descubierto la violación del convenio N.o 169, que prohíbe estas desigualdades en la justicia para los indígenas.
Hablo de un hombre mapuche que lucha por demostrar su inocencia porque le han negado el derecho a la igualdad prometida, el derecho que todo ciudadano tiene a un juicio justo e igualdad procesal; por el contrario, la condena ocurre antes de la audiencia, antes del juicio.
El problema de la igualdad de derechos del pueblo mapuche es el tema en sí. Por este tema, muchos han sido asesinados y otros brutalmente tratados en tribunales para encarcelarlos con acusaciones y pruebas falsas. En un Estado supuestamente democrático, la jurisprudencia de los montajes es abundante, como la Operación Huracán, Operación Taurus, Caso Linconao, Melinao y Loncos.
Otro ilustrativo ejemplo es lo ocurrido en la Región de Los Lagos, donde un fiscal, actuando como en los regímenes totalitarios en los que se crean razas puras y superiores, ha ignorado el testimonio del acusado por su condición política y origen indígena. Guardando la investigación en secreto, negando las garantías procesales a la defensa y suprimiendo cualquier evidencia que demuestre la inocencia, cualquier intento de decir la verdad al país está silenciado por algunos políticos de su gobierno, su excelencia.
Cuando se ha comprobado que los cargos fueron una falsa creación impulsada por la intolerancia y el prejuicio, violando flagrantemente el debido proceso con objetivos raciales, se ha llegado a un nivel tan grosero que pensé que en Chile ya no existía, y mucho menos en la justicia. Es evidente el trato privilegiado que la justicia y el Ministerio Público le han dado al gobernador Vallespín, de su sector, en comparación con el trato que recibe un campesino, hijo de un obrero forestal y perteneciente a una comunidad mapuche de la Araucanía. Tanto es así, que la Fiscalía filtró información reservada al gobernador Vallespín, con consejos a seguir para salir impune del Caso Convenios. El fiscal que filtró la información goza de impunidad porque sus familiares y amigos son ministros de la Corte de Apelaciones de Puerto Montt, la misma corte que ha negado la libertad a este líder mapuche, cuyo caso fue expuesto en el examen anual al Alto Comisionado de Derechos Humanos de la ONU, en el que su ministro de Justicia estuvo presente.

Presidente, si sencillamente aceptamos un sistema que trata bien a los ricos, con un cargo político poderoso y culpable, y mal a los pobres, mapuche e inocentes, no podríamos afirmar que el sistema judicial es justo. En efecto, este caso se convierte en algo más: en una prueba para saber si nuestro país será gobernado por el miedo y la injusticia o por el Estado de Derecho.
Si realmente estuviera comprometido con la igualdad ante la ley, para proteger los derechos de cada uno de los ciudadanos, sin importar su raza, riqueza o estatus social, no estaríamos viviendo esta censurable e indigna situación. El verdadero carácter del poder político no se puede sustentar en el trato que dan a su círculo de confianza de cargos públicos de poder, sino en el trato que dan a los más débiles de la nación. A propósito del gobernador y del jefe de los asesores presidenciales, su amigo Miguel Crispi, de quien Hermosilla era abogado y consejero por el Caso Convenios.
El problema no es de los mapuche, este es un problema de Estado y, por ende, de la casta política que lo administra, financiada por los imperios forestales de la familia Matte (Forestal Mininco) y Angelini (Forestal Arauco), que, según el SERVEL, son los dos más generosos donantes de las presidenciales y parlamentarias. La demanda por derechos territoriales del pueblo mapuche colisiona directamente con los intereses económicos de esos imperios. Casualmente, los líderes asesinados y encarcelados son quienes se oponen a estas forestales y sufren la “legítima violencia del Estado”, ejercida por los políticos que sirven a los poderosos que los financian, y no a los pobres
que los eligen. El pacto social de Rousseau es violado por la propia élite, que debería proteger a los débiles de los poderosos, pero aquí ocurre exactamente lo contrario.

Así que su presunción de que existe igualdad ante la ley y que un sistema inmoral pueda guiar el camino hacia la implementación de justicia igualitaria es absurda. No, señor. Instaurar un sistema justo y digno requiere de una política con ética casi perfecta y una rígida e incorruptible justicia, con fiscales no influenciados por el prejuicio y una política sin distinción de raza, influencia o condición de vida. Ahora, si estas condiciones imposibles se dieran, su aseveración recién podría sustentarse en la verdad y habría un número tan grande de delincuentes de cuello blanco que faltarían cárceles.
Pero esto usted lo conoce, fue tratado en la CONFECH de Temucuicui, realizada para solidarizar con el pueblo mapuche, a la que yo mismo lo llevé y, como todos, se manifestó contra la prostitución política vendida a las forestales. Paradójicamente, la historia hoy se repite de manera más brutal en su gobierno, Presidente.

Dudé en escribirle porque el vacío de poder y falta de conducción política es tan grande que la expresidenta Michelle Bachelet tuvo que venir a ordenarle la casa. Pero le escribo a usted porque fue elegido para gobernar. No pedimos nada más ni nada menos.
El expresidente Salvador Allende es recordado por la historia universal porque se jugó la vida en hacer de Chile un país más justo para los desposeídos, los más pobres y excluidos. Y usted, Presidente, ¿cómo quiere ser recordado? ¿Como la solución o como parte del problema?

Respetuosamente,

Diego Ancalao Gavilán»