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Por Giorgio Cremaschi* –
Ahora, con el Gobierno de centro-derecha extremista de Ursula von der Leyen, el Estado del bienestar se abandona incluso en las declaraciones políticas, mientras que en su lugar se ensalza el Estado de guerra liberalista.
Acabo de escribir un libro que documenta la creciente convergencia entre las fuerzas liberales y reaccionarias de Occidente, en nombre de políticas liberalistas y de guerra contra Rusia hoy, y contra China mañana. Llamé a todo esto LIBERALFASCISMO, pero no pensé que se convertiría tan rápidamente en el gobierno de la Unión Europea.
La nueva Comisión de la UE, presidida por Ursula von der Leyen, es la más derechista de la historia de la comunidad europea, la primera en la que entra en un papel de vértice un exponente de una fuerza heredera del neofascismo, el partido de Giorgia Meloni, que hoy se celebra con razón.
La votación tampoco tiene precedentes.
En la votación del Parlamento Europeo, la Comisión aprobó por los pelos, sólo el 51%, el consenso más bajo de la historia europea. Afortunadamente, no sólo la izquierda y la derecha no gubernamental votaron en contra, sino también los eurodiputados verdes y socialistas que rechazaron el vergonzoso mercado de escaños de sus partidos, mercado gracias al cual el PD, el SPD y sus socios aceptaron gobernar junto a la extrema derecha.
Pero si el eje político del gobierno europeo está desequilibrado hacia la extrema derecha, el programático lo está aún más.
En su discurso de investidura, Ursula von der Leyen dejó incluso brutalmente claro que las dos piedras angulares de su política serán el proyecto de «competitividad» de Mario Draghi y el rearme para la guerra.
Las grandes cuestiones sociales, la pobreza rampante y la creciente desigualdad, los despidos debidos a la crisis industrial, los bajos salarios, la degradación de los sistemas de salud pública y de los servicios sociales en general, todo ello está ausente o es marginal en el programa de la presidenta de la Comisión Europea. La misma cuestión medioambiental, que había sido el buque insignia de la UE, queda ahora relegada a una variante de la búsqueda del máximo beneficio.
Porque para Ursula von der Leyen, totalmente de acuerdo con Mario Draghi, todos los problemas se derivan de la falta de competitividad de las grandes empresas europeas, y sólo cuando sean tan poderosas como las de Estados Unidos y China podrá producirse un desarrollo socialmente equilibrado y compatible con el medio ambiente.
Como todos los liberalistas, von der Leyen y Draghi defienden la política de los dos pasos: primero el desarrollo empresarial, luego los problemas sociales. Para ellos, la justicia social pasa por el crecimiento de los beneficios: cuando éstos sean lo suficientemente altos, habrá algo extra para todos. Los economistas Reagan y Thatcher lo llamaron la «teoría del goteo»; es decir, cuando hay mucha riqueza en la cima, también llueve algo en la base.
La conquista y construcción del «Estado del bienestar» en Europa, consecuencia no casual de la derrota del fascismo, había invertido desde 1945 este reaccionario principio liberalista: el crecimiento de la igualdad y de los derechos sociales debía convertirse en la base del desarrollo de la riqueza.
Ahora, con el Gobierno de centro-derecha extremista de Ursula von der Leyen, el Estado del bienestar se abandona incluso en las declaraciones políticas, mientras que en su lugar se ensalza el Estado de guerra liberalista.
En su informe, Draghi cuantificaba en 800.000 millones anuales la necesidad de que el sistema empresarial europeo alcanzara el tamaño de sus principales competidores. Este dinero tendría que proceder de los Estados y de las grandes finanzas, y todo tendría que canalizarse hacia la aparición de gigantes privados capaces de invertir adecuadamente en innovación. Este sería también el camino hacia la transición ecológica: un gigantesco flujo de fondos públicos hacia el sistema privado, o recaudados por el sistema público.
A la Europa de Draghi de los grandes monopolios privados, von der Leyen añadió a continuación la de la economía de guerra.
Rusia gasta el 9% de su PIB en armamento, la media europea está aún por debajo del 2%, lamentó. Así que el gasto militar debe elevarse muy por encima del 2% exigido por la OTAN, la «virtuosa» Polonia ya está en el 4%.
En resumen, incluso sin la ayuda de Giorgia Meloni, el gobierno de la UE sería programáticamente de derechas, de la peor derecha, la que combina la austeridad a sangre y fuego con la privatización y la escalada belicista.
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Nada en el discurso de Ursula von der Leyen contrasta con lo que el gobierno de derechas podría anunciar en Italia. Ni siquiera sobre los migrantes, porque la política de muros y lagers es compartida por todos los dirigentes. Si acaso, los problemas los tendrá el PD cuando proteste en la campaña electoral por los recortes en sanidad y el aumento del gasto militar. La respuesta es clara: Europa lo quiere y tú también lo has votado.
Pobrecita, Elly Schlein, que será víctima de la ley de reciprocidad. Ella, secretaria del partido más obtusamente europeísta, tendrá que pasarse el tiempo argumentando que Europa no cuenta mucho y que aquí estamos en Italia. Mientras que la ex soberanista Giorgia Meloni se convertirá en una ferviente «proeuropea».
Pero más allá de la parodia del transformismo de los políticos italianos, la tragedia es que esta Comisión de la UE representa una Europa reaccionaria y liberalista, solo capaz de hacer proclamas de guerra contra Rusia y esperar que los EEUU de Trump vayan a por todos menos a por ella. Un completo desastre para nuestro continente.
El discurso de Ursula von der Leyen fue una peana y una dependencia de Mario Draghi, sancionando así que el gobierno más dolorosamente derechista de la historia de la UE es también el gobierno del ex banquero.
*Giorgio Cremaschi, sindicalista, político y ensayista italiano.
Artículo publicado originalmente en Contropiano.