La internacional capitalista existe, la moviliza el movimiento libertario de extrema derecha y, obviamente, está muy bien financiada: funciona a través de un inmenso conglomerado de gobiernos, fundaciones, institutos, ONG, centros y sociedades unidos entre sí por hilos poco detectables, entre los que se destaca la Atlas Economic Research Foundation, o la Red Atlas, y ahora recibirá el apoyo del próximo presidente de EEUU.
La nueva derecha radical se abrió paso gracias a la inmensa desigualdad que generó el capitalismo. Es muy llamativo que en Occidente los niveles de desigualdad sean hoy los mismos que hace 100 años, cuando los fascismos comenzaron su carrera y éxito veloz.
Y con Trump vuelve a primer plano el ex consejero de la Casa Blanca, Steve Bannon, quien en 2018 había lanzado The Movement, una plataforma para unificar a la extrema derecha del Viejo Continente o, como mínimo, ofrecerle apoyos y ayudas en análisis, estudios y propaganda. A ello hay que sumar la red que ha tejido Vox en América Latina bajo la etiqueta de Foro de Madrid.
Estados Unidos se encuentra en una situación favorable para cerrar las fronteras, cancelar acuerdos comerciales y trancar la expansión china en su zona de influencia. Para volver a ser «grande», Estados Unidos debe recomponer su mercado interno, su producción y relanzarse con su inmensa capacidad financiero-tecnológica.
La «Red Atlas» también está detrás de las políticas de Donald Trump. Sus políticas han sido escritas para él, en un Mandato de Liderazgo de 900 páginas elaborado por un grupo de think tanks liderados por la Heritage Foundation, que es miembro de Atlas Network«.
La red, que ayudó a alterar el poder político en diversos países, es una extensión tácita de la política exterior de EE. UU. —los think tanks asociados a Atlas son financiados por el Departamento de Estado, la USAID (Agencia del Desarrollo Internacional de EEUU) y la National Endowment for Democracy (Fundación Nacional para la Democracia), brazo crucial del poder blando estadounidense.
Atlas cuenta con 450 fundaciones, ONG y grupos de reflexión y presión, con presupuesto operativo de millones de dólares, aportados por sus fundaciones «benéficas, sin fines de lucro» asociadas. Entre sus más importantes aportantes figuran los multimillonarios ultraconservadores Charles y David Koch, Sheldon Adelson. También las mayores corporaciones multinacionales hacen aportes económicos sustanciales para mantenerla: Philip Morris, Exxon Mobil, el grupo inversor Templeton, Pfizer, Procter & Gamble y Shell, por ejemplo.
El entorno de Donald Trump está marcado por las teorías conspirativas. Se trata de grupos de extrema derecha que se encargan de difundir versiones que dejan muy mal parados a los adversarios políticos del líder republicano. Pero ¿quiénes son y qué dicen? QAnon, Pizzagate, Reptilianos, Tucker Carlson, Steve Bannon, John Bolton y otros alimentan inquietantes acusaciones y teorías.
John Bolton, quien fue consejero de Seguridad Nacional de Donald Trump en la Casa Blanca (2018-2019) y estratega en la desestabilización venezolana – y hoy uno de sus grandes detractores,- cree que el republicano puede buscar una reunión para negociar con el mandatario venezolano, Nicolás Maduro, o retirarse de la OTAN por la influencia del ruso Vladímir Putin.
Extrema, radical, neofascista… una derecha nueva, que se parece poco a las derechas liberal-conservadoras que conocimos, avanza en el mundo, con diferencias y algunos rasgos comunes: la exaltación individualista, la reacción a los avances progresistas en materia de igualdad de género y derechos de las minorías, el proyecto de reconstrucción del patriarcado, un anticomunismo renovado y la irradiación capilar del odio como estrategia de construcción política.
El retorno del Donald Trump al poder es un baño de agua helada para el presidente Lula. La posible salida de Estados Unidos del acuerdo climático de París puede marchitar la COP30 de la ONU en la ciudad de Belém, entre el 10 y el 25 de noviembre. Lula apostó fuertemente por acoger la COP en la Amazonia, para implicar al resto del mundo en su conservación y luchar contra el calentamiento global. Brasil aspiraba a conseguir un nuevo compromiso global de reducciones de emisiones de carbono.
Para ello, el ministro de Economía, Fernando Haddad, y la ministra de Medio Ambiente, Marina Silva, llevan meses trabajando juntos en el entorno del G20 que Brasil presidió este año. El cortocircuito climático provocado por el triunfo de Trump puede comenzar durante la cumbre de los días 18 y 19 de noviembre en Río de Janeiro. Estados Unidos difícilmente priorizará la pauta ambiental y el nuevo eje de la bioeconomía propuesto por Brasil.
Si ahora el bolsonarismo brasileño acorralado por la justicia y acechado por nuevos actores de derecha radical, ha unido su destino al salvavidas trumpista, la oposición venezolana confía en un fuerte golpe de timón de Estados Unidos en el país.
En Chile, José Antonio Kast, líder del Partido Republicano, describió el éxito de Trump como «un nuevo triunfo de la libertad y el sentido común». Kast, firme defensor de la dictadura de Augusto Pinochet, ya aprovecha el escenario político estadounidense para desgastar al presidente Gabriel Boric y para consolidarse como alternativa en las elecciones presidenciales del año próximo.
El expresidente de Brasil Jair Bolsonaro unía su destino a la vuelta profética de Trump. Su nuevo triunfo, reconoció, es un «paso importantísimo» para su «sueño» de disputar las elecciones de 2026 y volver a presidir Brasil. Bolsonaro, inhabilitado políticamente hasta 2030, insinuó que el triunfo de Trump va a provocar su amnistía política.
La reacción de Bolsonaro sintetiza el entusiasmo con el que determinadas derechas y extremas derechas latinoamericanas recibieron el triunfo de Donald Trump. Del salvadoreño Nayib Bukele al argentino Javier Milei, pasando por el ecuatoriano Daniel Noboa, los gobiernos conservadores de la región se deshicieron en elogios hacia Trump.
«Ahora, Haga América Grande Otra Vez. Usted sabe que puede contar con Argentina para llevar adelante su tarea. Éxito y bendiciones. Saludos cordiales», escribió Milei, el libertario presidente argentino (en inglés) en la red social X.
El triunfo del republicano da alas a la extrema derecha latinoamericana y Brasil, que será sede de la COP30 en 2025 y presidirá los BRICS, se presenta como uno de los campos de batalla más complejos para EEUU. El reciente veto de Brasil al ingreso de Venezuela en los BRICS y que hasta el día de hoy Lula no haya reconocido los resultados oficiales de las elecciones en Venezuela que dan el triunfo a Nicolás Maduro pueden suavizar los ánimos de Trump.
Sin embargo, uno de los conflictos más temidos por Brasilia está relacionado con el magnate Elon Musk. Tras la dura postura de la justicia brasileña contra la desinformación de la red social X, que fue clausurada durante cuarenta días y sufrió multas millonarias, la venganza personal de Musk puede contagiar al gobierno de Trump, en el caso de que se incorpore al mismo.
Musk, que ya ha definido a Brasil como una dictadura en la que no se respeta la libertad de expresión, puede forzar que Alexandre de Moraes, ministro del Supremo Tribunal Federal (STF), sea impedido de entrar en Estados Unidos, tal como demandan varios congresistas republicanos, por supuesto atentando contra la libertad de expresión.
Además, Estados Unidos puede provocar interferencias en el intento brasileño de legislación de las fake news y de las Big Tech, tal como ocurrió en abril, cuando Musk dinamitó el PL das Fake News, una de las leyes más progresistas del mundo al respecto.
La autoproclamada líder opositora venezolana, María Corina Machado, felicitó a Trump, erigiéndose como la ganadora de los comicios en Venezuela, aun cuando ni siquiera era candidata. «Presidente Trump, el Gobierno democrático que elegimos los venezolanos el pasado 28 de julio (…) será un aliado confiable para trabajar con su administración». Trump fue uno de los impulsores -de la vía de confrontación con el presidente-títere Juan Guaidó para intentar derribar a Nicolás Maduro.