Hablando de sueños e imágenes, vamos a introducir un nuevo elemento en la comprensión de nuestro funcionamiento psíquico. La conciencia posee mecanismos abstractivos que permiten reducir la complejidad de una imagen a sus elementos fundamentales. De ese trabajo de abstracción surgen los símbolos. Por otro lado, también posee mecanismos asociativos que permiten la combinación de imágenes que se van sumando creando nuevos elementos o personajes más complejos aún. De ese trabajo asociativo surgen las alegorías. En ambos casos estamos hablando de transformación o traducción de impulsos 

Por Jordi Jiménez

Un ejemplo de símbolo puede ser el símbolo de la paz, un significado complejo que queda reducido a unas líneas curvas y rectas. También, en el organigrama de una organización, los círculos simbolizan personas y las líneas simbolizan conectivas o relaciones, elementos complejos reducidos a símbolos. Un ejemplo de alegoría puede ser la imagen de un león alado en el que se han combinado elementos de dos imágenes o seres (león y águila) creando un nuevo personaje más complejo con atributos de los dos anteriores (la fuerza del león y la capacidad de volar del águila, por ejemplo). En este caso, se suman, se añaden elementos que aumentan la complejidad de la nueva imagen. Sin embargo, la alegoría tiene la virtud de transmitir toda esa complejidad de forma sintética, de un solo “golpe de vista”.

No es lo mismo una imagen alegórica sintética que una asociación de distintas imágenes que mantienen cada una de ellas su propia identidad. Imaginemos un paisaje con árboles al que se le añade “un caballo que abreva en el río, una serpiente enroscándose en un árbol y un águila que revolotea en las alturas” (Autoliberación, cap. 3 de Operativa). El león alado sería una alegoría, la imagen del bosque sería una asociación de distintas imágenes.

En los niveles de semisueño y sueño funcionan sobre todo los mecanismos asociativos y alegóricos que son los que dan lugar a la plasticidad visual y argumental en los sueños con imágenes. Por otro lado, las abstracciones simbólicas son propias más bien del trabajo vigílico producido sobre todo desde el centro intelectual. Pero lo más importante de ambos mecanismos es que tanto los símbolos como las alegorías poseen un significado concreto. 

Como dijimos en el artículo de los sueños, toda imagen tiene su significado dado por el contexto y el momento en el que se encuentra la persona: su biografía, sus aspiraciones, su situación actual, las tensiones particulares de ese día, etc.  Si aparecen en un sueño, hay que conocer el argumento y las tensiones de ese sueño para ver el significado de esa imagen (en este caso, alegórica) en ese contexto. Pero con los símbolos ocurre que muchos de ellos tienen un significado común para muchas personas independiente de las particularidades de la persona y el momento. Así, si dibujamos el esquema de una organización con círculos y líneas conectadas, mucha gente entenderá el significado de esa figura simbólica. Pero si dibujamos un símbolo de la paz muchos entenderán su significado porque éste ya se ha establecido culturalmente. Cuando un símbolo adquiere significado común por convención o cultura se convierte en signo. La calavera atravesada por dos tibias es un signo de peligro. Puede haber alegorías que tengan función sígnica: un dragón significaba en la alquimia cierto tipo de ácido.

Si en un conjunto social se difunde un símbolo asociado a un significado, ambos quedarán unidos para ese conjunto y se convertirán en signos. Algunos símbolos, como el de la paz, saltan las fronteras culturales y se universalizan de forma que en todo el mundo se entiende su significado. Luego, en función de la afinidad o de la crítica que provoque ese significado en cada persona, se producen unas reacciones u otras: sentimientos de adhesión o sentimientos de rechazo. Estos sentimientos irán quedando asociados como registro interno a la visualización del símbolo, de forma que en cuanto se visualiza el símbolo de la paz aparecen las emociones asociadas a él. Sin embargo, el significado original no cambia, siempre es el mismo. Lo que sucede es que añadimos (asociamos) elementos emotivos que no están en el símbolo, haciendo así un trabajo sumativo (que no alegórico) con un elemento simbólico. No es difícil encontrar símbolos de la paz pintados con colores vivos y formas florales, y otros pintados con manchas rojas de sangre u otros elementos contradictorios con el significado del símbolo. En ambos casos, se han sumado elementos alegóricos al símbolo que le añaden nuevos significados (reforzando o rechazando) al significado original, aunque ello no convierte al símbolo en alegoría. 

Hemos explicado las vías abstractivas y asociativas como elementos separados de una forma casi escolar para favorecer la comprensión. Pero la conciencia utiliza ambas vías en todo momento. Así, vemos que en vigilia funcionan las vías asociativas y alegóricas igual que las abstractivas, lo que nos muestra que el trabajo de estas vías no es exclusivo de un nivel de conciencia.

Una aplicación interesante de estos mecanismos es la de la interpretación de los sueños. Ya hemos hablado de ello en artículos anteriores  y  poniendo el foco en el clima emotivo que acompaña a las imágenes de los sueños y en el contexto argumental del mismo (su proceso). Ahora podríamos añadir un nuevo elemento para esa interpretación que es la “reducción a símbolo” de la escena que estemos analizando. Rescatemos la escena que se analizó en aquel momento:

“Estoy de rodillas en un túnel estrecho. Al frente mío hay una gruesa puerta de madera entreabierta, se puede percibir la luz del día. Cuando trato de salir del túnel no lo logro y me percato de que un vehículo obstruye la puerta. Detrás de mí hay un grueso muro, me desespero e intento retroceder.”

Una reducción simbólica podría ser esta: 

Las flechas simbolizan la necesidad y el intento de salir de un espacio cerrado, apenas entreabierto por uno de sus extremos, por el que entra la luz exterior, pero que está bloqueado por fuera impidiendo su apertura. Con este tipo de análisis se entienden aún mejor las tensiones de la escena onírica. En la escena original, el soñante estaba de rodillas en un túnel estrecho (tal vez oscuro y húmedo) con una gruesa pared de fondo (tal vez de piedra), una gruesa puerta (de madera? pesada y antigua?) y un vehículo que impide su apertura. Como yo no fui el que soñó esto, tengo que imaginarme los detalles de la escena añadiendo atributos que imagino desde mi forma de representarme una escena así. Pero fuera como fuera, el ejemplo sirve para ver que el análisis simbólico ha reducido toda esa escenografía compleja y llena de detalles a unas formas y líneas simples que representan lo esencial. 

En un próximo artículo explicaremos las leyes de la interpretación simbólica, esto es, las tensiones y distensiones que producen las formas geométricas en nuestra conciencia y que ésta reproduce en sus imaginaciones y sueños.