Tenemos muchas necesidades. Estamos necesitados de redistribución de la riqueza, de garantías de vida digna para todas y todas. Estamos necesitados de una nueva forma política, que vaya más allá del discurso vacío, la promesa mentirosa, la traición a la voluntad del pueblo y la utilización de la representación para fines mezquinos.

Necesitamos soberanía. Soberanía política y cultural, que nos permita desarrollarnos sin imposiciones externas que nada tienen que ver con nuestro bienestar. Necesitamos y exigimos no ser discriminados por nuestro origen, nuestro color de piel, nuestro género o nuestras ideas.

Necesitamos conocimiento, solidaridad y conexión entre nosotros. Pero entre tantas necesidades y carencias hay una que es fundamental y suele pasar desapercibida. Es la necesidad de referencias ciertas en un mundo volátil y cambiante. Un horizonte al cual dirigirnos, un mojón en el cual apoyarnos, personal y socialmente.

Ante la inestabilidad que experimentan, millones de personas en todo el mundo sienten profundamente esta necesidad y al ver borroso e incierto el futuro, al no lograr despejar nuevas alternativas, vuelven su mirada al pasado, intentando encontrar en ese mundo ya desaparecido, las referencias que no hallan en el presente.

De este modo, grandes conjuntos, asfixiados por la situación imperante, se refugian en propuestas reaccionarias, conservadoras, negacionistas y, en definitiva, violentas. Propuestas con las que no lograrán salvarse ni refugiarse, por más atractivas que parezcan en algún momento sus proclamas.

Nosotros, humanistas, creemos que la No Violencia activa puede ser la referencia que estamos necesitando. Una referencia que puede tener mucho valor para todos los seres humanos, independientemente de su condición, cultura o situación personal.

Pero es necesario profundizar en la comprensión de la No Violencia activa. Para ello, es preciso primeramente ampliar la comprensión de lo que se señala cuando se menciona el concepto de violencia. La violencia no es solo física, expresándose en guerras y conflictos que solo sirven para dividirnos y destruir, además de llenar los bolsillos de las empresas armamentistas. La violencia también es económica, cuando explotas o eres explotado. Hay también una violencia racial, cuando te excluyen por ser de una cultura diferente a la cultura imperialista que todavía pervive luego de tanto dolor y sufrimiento. Hay una violencia religiosa, cuando no aceptas que hay múltiples formas de espiritualidad y persigues o eres perseguido por tu fe o por tu irreligiosidad. Hay una violencia psicológica, que se ejerce cuando alguien intenta imponer su modelo de vida a otros u otras, negando la intencionalidad y la libertad de las y los demás para decidir su propio camino. Hay una violencia de género, que no requiere mayores explicaciones, aunque sí acción inmediata y decidida.

Incluso la destrucción del medio ambiente, la degradación ecológica, tiene su causa en esta violencia de acumulación irracional, que pretende esconder la falta de un sentido de vida existencial detrás de un consumo desmedido y absurdo.

Y todas estas formas de violencia tienen no solamente raíces externas, sino que se alimentan de los resentimientos, de la desesperación en la que se vive, del deseo de venganza, de la culpabilización, de la creciente desconexión que experimentamos con otros y con nosotros mismos. La violencia no desaparecerá si seguimos sembrando el rencor, si no comprendemos la estructura de un sistema de valores heredados en el que la violencia es naturalizada, aceptada y justificada socialmente. La violencia no tiene salidas a través de la violencia.

Frente a estas distintas formas de violencia que experimentamos social- y personalmente, proponemos salir hacia adelante, hacia el futuro, hacia una nueva vida y un nuevo ser humano mediante la No Violencia Activa.

Como su nombre lo indica, se trata de una actitud a cultivar que no admite ninguna forma de violencia, que lejos de quedarnos encerrados en una situación pasiva, nos invita a activar colectivamente hacia una sociedad de colaboración, de cooperación, alejada de toda explotación, una sociedad inclusiva y de iguales oportunidades para todas y todos, distante por completo de toda forma de discriminación.

La No Violencia activa tiene profundas raíces en las luchas colectivas de nuestros pueblos y se expresa a diario no solo en el reclamo, sino en la construcción de nuevas realidades desde la misma base social, cuando las personas se unen en acciones comunes y positivas.

La No Violencia activa es, sobre todo, una sensibilidad interna, un modo de vivir, que se esfuerza en identificar las raíces de violencia en nuestro interior y aguzar nuestra capacidad de atención para no recaer en hábitos adquiridos y reproducir la violencia socialmente, en un círculo vicioso inacabable. Un modo de vida que nos lleva a querer vivir con coherencia y a generar lazos de empatía y comunidad.

La violencia, queridos compañeros y compañeras, camaradas y amigos, es el signo de la Prehistoria. El mundo del futuro, la verdadera Historia Humana, con mayúsculas, comenzará a florecer adoptando la No Violencia activa, como nuevo fundamento de la existencia personal y social. A esa utopía liberadora, las y los estamos convocando.

(*) Contenido de la intervención de Javier Tolcachier, co-editor argentino de Pressenza en el conversatorio «Desafíos del Periodismo No Violento» en la Facultad de Comunicación y Ciencias Humanas de la Universidad San Marcos, Lima, Perú, 22 de noviembre de 2024.